Opinión

De annus horribilis a annus pugnatum

25 de diciembre de 2020, 5:00 AM
25 de diciembre de 2020, 5:00 AM

Más allá del juicio tajante para calificar este año como maldito, me atrevería a pensar que nadie estará en disonancia con este mote o tendrá algún reparo para sacar alguna apreciación diferente.

Fue un año negro. De pronto la noche cayó sobre nuestras cabezas, el miedo nos atrapó y el dolor, la angustia, la incertidumbre, el pánico se adueño de nuestras almas. Nos confinaron y nos autoconfinamos munidos de toda clase de inseguridades, prejuicios y odios. Salió lo peor de nosotros y empezamos con una discriminación social: los apestados versus los no apestados. Faltó poco para que marcásemos las puertas con una enorme equis, como en la época de la peste negra, para desterrar familias enteras al estropicio.

Sí, termina un año maldito. Con todas sus palabras. Una a una. Cerró negocios. Fábricas. Industrias. Negocios familiares, hoteles, restaurantes, tiendas, transporte. La gente se quedó sin empleo. Hubo colas y ollas comunes. Hubo hambre y desconcierto. Nadie lo vio venir. Por lo menos los mortales comunes no. Nos pilló soberbios. Ensimismados. Seguros de nuestra falsa protección. Caímos en el estropicio.

Cuando algunos gritaban sobre los riesgos de una pandemia, fuimos oídos sordos. Cuando algunos tañían las campanas advirtiendo de una peste nueva, todos volcaron la cara. Cuando se reclamó por presupuestos para investigación científica y en medicina, los gobiernos celebraban las copas deportivas y la danza de millones por el lucrativo negocio del fútbol y de la imagen que les redituaba sacarse una foto con el jugador de moda –grosero y detestable-; los planes de contingencia eran para perdedores, no arrastraban votos.

Fue un año horrible, para el olvido. El problema es que nada se olvida de manera forzada. Sólo se olvida voluntariamente. Dejando pasar el tiempo. 2020 será un año de estudio, de análisis. Será un antes y después. Será la alerta mundial. La boya en medio del mar agitado. Fue - como muy bien lo sentenció la Reina Isabel II en 1992, durante la celebración de su 40 aniversario de su coronación, debido a una serie de infortunios en contra de la monarquía inglesa-, un Annus Horribilis.
Pero también nuestros dientes se llenaron de un lenguaje nuevo y hasta incomprensible: Inmunidad de rebaño. Doblegar la curva. Carga viral. Rastreadores. Tasa de incidencia. Nueva normalidad. Fómites. Antígenos. Ivermectina, Hidroxicloroquina, cloroquina, inmunoterapia, dexametasona, hidroalcohólico. Conocimos al Pangolín, que había gente que toma sopa de murciélagos y que los animales exóticos – por lo menos, eso dicen los estudios -, son portadores de Covid.

Empezamos a hablar en términos de guerra: frentes, retaguardias, toques de queda, batallas ganadas y perdidas, estrategias fallidas, víctimas, héroes, enemigo en común. Encapsulamiento, rastrillaje, vigilancia dirigida, prohibiciones, restricciones, infracciones civiles. Vimos militares en las calles, en los hospitales. Vimos a enfermeras, médicos, cajeras de supermercado, mujeres de limpieza y profesionales cual soldados estar en el frente de la trinchera. Muchos murieron. A ellos nos debemos y les debemos respeto y recuerdo.

La luz, ténue y todavía timorata, llegó del brazo de una británica de 90 años de nombre Maggie Kenan, cuando fue la primera persona en recibir la vacuna contra el Covid-19. Ahora la mega logísitica para la vacunación de la población mundial esta en juego. Esperemos que sea lo que dicen los expertos: una verdadera vacuna. Sólo queda confiar, protegernos y esperar nuestro pinchazo. Sino pasaremos este 2021 de un annus horribilis a un annus pugnatum.



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