Opinión

De la democracia popular a la democracia ciudadana

27 de julio de 2021, 5:00 AM
27 de julio de 2021, 5:00 AM

Experimentamos un momento de crisis generalizada de la democracia. Ya fuese en países de alto desarrollo económico y una historia democrática de larga data, o en aquellos cuya estabilidad democrática sigue siendo una opción más entre otras, las otras hacen parte de ese vasto conjunto de formas políticas propias de una visión totalitaria, despótica y dictatorial, por ello, en el actual momento se hace cada vez más visible la disyuntiva entre democracia y dictadura.

No quiere decir esto que la democracia como tal hubiera dejado de ser considerada la opción mejor para una convivencia equilibrada y pacífica en la sociedad moderna, es posible más bien que solo exprese una divergencia entre la manera en que la democracia se mostraba como un instrumento procedimental asentada en los dispositivos formales de su ejercicio, o una democracia sustantiva basada en los valores que conlleva. Lo cierto es que aún en aquellas sociedades en que la vigencia de la democracia es un hecho consumado, la sensación de que pierde progresivamente legitimidad y que, no logra satisfacer las aspiraciones y expectativas de sus miembros, está más asociada a la imagen que el ciudadano se había forjado de ella, es decir de sus valores, más que la forma en que se la implementara, es decir, de su instrumentalización.

Acá es bueno notar que la instrumentalización de la democracia está siempre sujeta a los apetitos del gobernante de turno: esta divergencia entre concebir la democracia como un sistema de valores sociales, éticos, morales etc. o concebirla como una manera de hacerse del poder y mantenerlo a cualquier precio, es precisamente lo que le permite -por ejemplo- a Evo Morales declararse demócrata a pesar de haber pulverizado la institucionalidad democrática.

En los países como el nuestro, en que la forma democrática se alimentaba de las pulsiones del “campo popular”, una vez superado el momento histórico de su presencia en la esfera del poder (que es lo que logró la Revolución Nacional y cristalizó el MAS al final del ciclo de la Revolución Nacional), la democracia dejó de ser lo que habían anhelado las grandes mayorías excluidas desde la colonia y a lo largo de la República hasta 1952. Ahora que los mecanismos de inclusión, representación y participación en el poder se han ampliado a prácticamente todos los sectores “populares” en su sentido más amplio, la fuerza de la democracia reside en el ciudadano inscrito en los parámetros de la modernidad y no en los filones ancestrales del pasado que con justa razón demandaban ser parte activa y no meramente formal de la nación

La fuerza de la democracia ya no está en lo que actualmente se llama “movimientos sociales”, sino más bien en las pulsiones emergentes del campo ciudadano que, en su momento, hicieron de “las pititas” el baluarte de su propio poder.

Cada vez y con mayor certeza, la sociedad boliviana reafirma una visión democrática que, con todos sus bemoles e imperfecciones, es siempre mejor que las tiranías despóticas y totalitarias, y no es que ya no crea en la democracia, lo que en realidad cree es que a estas alturas de la sociedad global, la “democracia ciudadana” es la fuente de la que se nutre la democracia moderna. Hemos superado el campo de lo “nacional popular” y construimos el campo de lo “ciudadano-democrático”.

Renzo Abruzzese / Sociólogo


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