Opinión

Debatir y dialogar

12 de diciembre de 2019, 3:00 AM
12 de diciembre de 2019, 3:00 AM

Ricardo Seoane Gutiérrez - Teólogo y Consejero Matrimonial

Pensando en la Bolivia post-pititas, que busca una paz duradera y una democracia integradora, se hace necesario reflexionar sobre el valor del diálogo y el debate.

En un debate público, los participantes tienen la oportunidad de expresar sus ideas con claridad y sustento, y utilizar las ideas que ha vertido el oponente para desestimarlas, o incluso volver en su contra sus propias palabras. Si el debate está bien planteado, con reglas claras, sin manipulación y con un buen moderador, el debate lo gana el que posee y expresa las mejores ideas. Está claro entonces que en el debate hay dos o más contrincantes que buscan ganar y/o hacer perder a los demás.

En el diálogo sincero, por el contrario, no puede haber contrincantes, sino desacuerdos. No se buscan ganadores o perdedores sino consensos. No triunfa el que tenga las mejores ideas, destrezas de oratoria o poder de convencimiento, sino el que logra hacer que todos bajen los brazos y vean hacia el mismo lado. Al final de un buen diálogo, todos se sienten escuchados, entendidos, validados en sus posiciones y prima el bien común por encima del bien particular.

Los malos entendidos ocurren cuando se quiere dialogar debatiendo o debatir dialogando. O bien debatimos, o bien dialogamos.

El debate público hace mucho bien, sobre todo, a la política. Tenemos derecho de saber quién tiene las mejores ideas para gobernar, quién hace mejores propuestas y quién sabe representar mejor las necesidades reales de la población.

El diálogo, por su parte, fortalece las relaciones personales. Las relaciones de: pareja, padres e hijos, hermanos, amigos, colegas, políticos, etc. Necesitan dialogar para conseguir paz y bienestar.

Tanto el debate como el diálogo son necesarios para fines distintos, pero está claro que, si queremos que reine el bien común, es preciso pasar de la actitud del debate: “expreso mis ideas con claridad, mido mis palabras e invalido las ideas de mi oponente”, a la actitud del diálogo: “digo lo que pienso con confianza y libertad, y me esfuerzo en escuchar para entender al otro y no para saber qué responderle”.

Pala elegir al mejor candidato será necesario debatir, para vivir mejor se hará indispensable dialogar.

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