Opinión

Delincuencia y menores de edad

15 de septiembre de 2020, 5:00 AM
15 de septiembre de 2020, 5:00 AM

Recientemente fui invitado por el Grupo Educativo Cochabamba (GE) para conversar sobre “adolescentes con responsabilidad penal” en un evento académico solidario.

En este ámbito, si bien se busca no estigmatizar a los niños y adolescentes cuando cometen algún ilícito penal, por lo que denominan infracción y no delito, incluso ya no se desea emplear la palabra “menores de edad” tampoco “delincuencia de menores” (cual si fuese un pecado mortal tan solo mencionarlo); sin embargo, nos guste o no, de nada servirá colocar con bastante ahínco nuevas etiquetas o clichés para identificar algo (creyendo que suavizando o dorando el tema se obtendrá eficientes soluciones), cuando la realidad es otra, pues continúa la delincuencia de menores de edad en alza a nivel nacional y mundial, los gobiernos no se esfuerzan por una verdadera reforma educativa en pro de una instrucción escolar con conocimientos de calidad que genere mayores oportunidades, no existe un tratamiento individual, diferenciado y personalizado en los jóvenes que han cometido delitos, tampoco se refuerza la función de la escuela, no existe asistencia a menores en situación de extrema pobreza, no se brinda una mayor variedad de enseñanza, no se da un fortalecimiento a la familia incentivando principios y valores éticos morales basado en el ejemplo.

Algunos padres siguen todavía con la absurda idea de incentivar a la agresión bajo la idea enraizada en sus mentes de que prefieren mil veces que su hijo sea el agresor y no la víctima, por consecuencia, ante cualquier dificultad en vez de buscar la solución mediante la inteligencia emocional o el dominio propio alientan y apuestan a los golpes como primera y única opción para resolver las diferencias (no saben solucionar sus problemas sino a través de la destrucción), por lo tanto, existe un serio problema de mentalidad pues se vanagloria la falsa valentía representada en la bravuconada y no en el sentido común, inteligencia, sabiduría y amabilidad.

Por otro lado, existen muchos menores de edad expuestos a que puedan sucederle cualquier desgracia. Se debería ser más enérgico en las medidas preventivas contra la trata de menores de edad.

Existe mucha mitología en torno al modo de curar la delincuencia, algunos afirman que la solución es infringir más violencia con una buena paliza, otros mencionan que con el trabajo cotidiano y permaneciendo algunas horas al aire libre y al sol, resuelto el problema, etc. Con todo ello, cabe preguntarnos: ¿realmente creemos que con todo eso y en todos los casos, transformará al joven delincuente y dejará de ser una persona de carácter hostil y destructivo?

Se debe entender que cuando un menor es violento no es una iniciación o un síntoma sino más bien es un resultado (es la conclusión) a una serie de situaciones que conllevan a dicha conducta (muchas cosas antes ya pasó aquel menor de edad para que actúe de esa manera, es decir, la violencia en los menores de edad, muchas veces aparece como una forma de respuesta a frustraciones).

Algunos factores considerados como de influencia son la necesidad de afecto desde temprana edad, la búsqueda de la identidad, el mundo exterior hostil, bullying en los colegios y las ansiedades de la adolescencia.

Es menester que exista un verdadero compromiso de los medios de comunicación para que reciban una adecuada información tanto niños como adolescentes. Los medios de comunicación deben evitar promocionar un excesivo individualismo, egoísmo; tampoco deben endiosar el consumismo extremo.

Los padres debemos asumir un rol protagónico en la integridad y disciplina (enseñando con el ejemplo), vigilancia y cuidado de nuestros hijos en su vestimenta y alimentación no solo de comida, sino también sobre lo que los niños y adolescentes ven y consumen para su mente (imágenes e información que introducen a su mente), evitando el culto por la violencia, el fanatismo, la pornografía, el masoquismo, los vicios, el mundo de las drogas, etc. Debemos cuidar a los demás niños, aunque no sean nuestros hijos. Protegerlos del peligro.

Realmente hay mucho por hacer, y cada hogar debe brindar su grano de aporte a la sociedad en su conjunto y el Estado no debe ser agigantado (aquellos que creen que todo debe ser solucionado por el Estado instaurando Estados niñeras y/o buscan al mesías político, no se olviden que este último, casi siempre acaba con angurria al poder y sometiendo a las personas a la coacción, represión, confiscación, más abuso y violencia extrema), por el contrario, es el Estado quien debe garantizar las libertades individuales; caso contrario, estaremos condenados con riesgos de perder una generación de ciudadanos o exponer a gran parte de esta generación a situaciones de extrema violencia. Se debe crear las condiciones educativas, sociales y laborales para la adolescencia y que no estén expuestas a tendencias altamente violentas.

 



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