A pesar de la falta de apoyo, cinco deportistas cuentan sus experiencias y luchas

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22 de mayo de 2022, 22:23 PM
22 de mayo de 2022, 22:23 PM

Ser deportista amateur en Bolivia es difícil. El abandono de las autoridades siempre ha existido y muchas carreras se han truncado por esa falta de apoyo. Ser atleta es muchas veces entregarlo todo y no recibir nada. EXTRA conversó con algunas personas que, mientras esperan que esta situación cambie, están buscando superarse cada día y poder cumplir con sus metas, con sus sueños.


Tamy Fernández

Fernández sabe que tiene que despertarse a las 5 de la mañana para llegar a sus entrenamientos. Juega en Deportivo Ita. Aún le queda un largo camino por recorrer en el que espera que las condiciones para las mujeres futbolistas cambien drásticamente. En la foto de arriba: Tamy en su oficina, donde trabaja a diario. En la foto de abajo: defendiendo su equipo.


Madrugando para entrenar

Tamy Fernández se levanta de la cama. Se viste, agarra el bolsón que dejó listo la noche anterior. Es martes, la temperatura en Santa Cruz es de 10 grados. Tamy sale de su casa, en la ciudadela Satélite Norte, se sube a uno de los minibuses de transporte público que la llevará hasta la ciudad. De ahí tomará otro vehículo para llegar hasta la cancha de fútbol en el barrio Urbarí, poco antes de las 6:00. Entrenará dos horas y después tendrá que irse a trabajar el resto del día a la oficina de una empresa. Luego, irá a sus clases de Contabilidad, para regresar a su casa entrada la noche. La rutina de entrenamiento la repite tres veces a la semana desde 2018, cuando empezó a jugar para el club Deportivo Ita. En la empresa trabaja todos los días desde el año pasado. Pero con el fútbol está desde que era una niña. “Jugaba en el colegio desde mis 10 años, pero empecé a entrenar cuando tenía 13”, dice Fernández, que hoy tiene 24 años. También jugó fútbol de salón. “El club trata de darnos las mejores condiciones en cuanto a cancha, cuidados médicos, tenemos buenos entrenadores. Sé que hay un proyecto para que nos den algún beneficio económico, pero por el momento no se puede”, cuenta Fernández.

La máxima ‘por amor al deporte’ se aplica en este caso. Como Tamy la mayoría de las futbolistas cruceñas (o todas) no reciben sueldo y solo siguen porque lo disfrutan. “Trabajo desde mis 20 años y siempre tuve que acomodar mis horarios de entrenamiento”, dice la deportista, que tiene entre sus mejores recuerdos haber viajado con su club a Brasil para jugar una Copa Libertadores.

Alejandra Vaquero es compañera de equipo de Tamy. Vive por la zona de Viru Viru. Juega en la liga femenina desde sus 17 años. Hoy tiene 30 años y en su recorrido recuerda con cariño cuando fue fichada por el club peruano Deportivo Municipal de Majes como refuerzo para una Copa Libertadores, en 2019. En ese periplo Vaquero pudo ver otra realidad en cuanto a organización y manejo del fútbol. “Acá falta mucho en el tema dirigencial”, señala.

Vaquero juega de defensa central. Ha estado en varias selecciones bolivianas. Jugó cinco Copa Libertadores. Se sostiene económicamente trabajando de árbitro en partidos de futsal desde hace seis años. “Hay semanas que me toca arbitrar varios días y otras en las que no tengo ningún partido”, comenta. “La que quiere mejorar económicamente tiene que hacerlo por su cuenta”, enfatiza Vaquero, que también estudia fisioterapia.

“Varias veces pensé en dejarlo porque el gasto en venir a entrenar es fuerte. También pagar mis estudios me cuesta mucho y a estas alturas yo le doy prioridad a mis estudios. Pero desde el club siempre nos animan a que no dejemos de entrenar”, menciona.

La futbolista cruceña explica que en la selección sí les reconocen viáticos cuando las convocan, pero muchas veces eso no les alcanza. “Concentrar un mes con la selección es perder un mes de trabajo, y el viático no compensa por esos días perdidos”, dice Vaquero, quien por lo menos espera que la dirigencia del fútbol cruceño se preocupara en darles campos en mejores condiciones. “Cuando jugamos un partido ni siquiera tenemos dónde vestirnos”, comenta.

Aún con todo esto, Vaquero está contenta con lo que ha logrado. “Me puse varias metas y la logré, como jugar Libertadores con un buen equipo”, dice. “Ha valido la pena”, concluye.


Franklin Choque

El tamaño nunca fue un impedimiento para que Franklin se destacara en el basquet. Trabaja desde que era niño. A veces viaja a Potosí a ayudarle a su padre con la cosecha. Quiere tener su propia escuela y entrenar niños.


El basquet en la vida

Franklin Choque cuando era niño quería ser futbolista, pero por cuestiones de la vida se hizo basquetbolista, deporte que practica desde sus 13 años. No le tuvo miedo al básquet pesar de medir solo 1,60. “La estatura nunca fue un problema para mí, solo tenía que aprender a saltar”, explica Choque. “Entrenaba solo, en mi cuarto. Veía videos y hacía rutinas de salto. Mejoré mucho”. Lamentablemente, en 2018 se lesionó cuando jugaba para el club Thunder’s de la división primera de ascenso en Santa Cruz. La recuperación le costó, pero siempre pensó en volver. Luego vino la pandemia, que lo alejó casi totalmente de las canchas, hasta el año pasado, cuando pasó a formar parte del equipo Urbarí Basket Club (primera de ascenso), donde se desempeña como armador.

Choque sabe de trabajar desde que tenía 7 años, cuando vendía dulces por la doble vía a La Guardia. Después tuvo otros oficios. Cuando se lesionó se metió a clases de barbero y gracias a esto consiguió algunas ‘pegas’, hasta que su padre, que vive en Potosí, lo solicitó para que vaya a ayudarle con la cosecha. Regresó hace un par de semanas. Por ahora no tiene trabajo.

Choque tiene 23 años y ve muy difícil conseguir algo económicamente como jugador porque los clubes amateurs no tienen fondos. Pero no por eso se desanima: quisiera en un futuro fundar su propia escuela de basquet y ayudarle a conseguir a otros chicos grande objetivos en este deporte.


Tania Guasase

Nacida en San José. Recientemente se clasificó para el nacional en Cochabamba que será el 28 y 29 de este mes, donde participará en la categorías de 100 y 200 metros. Entrena a diario en la Villa Olímpica, de la mano de David Cortez.


La familia con Tania

Tania Guasase lleva ocho años en el atletismo. Su primera competencia la tuvo a la edad de 12 años en unos Juegos Plurinacionales, donde obtuvo la medalla de oro, participó tres años más con el mismo resultado; desde entonces, poco a poco se ha ido convirtiendo en una figura destacada a nivel nacional. Es velocista. Ahora tiene 20 años. Dice que su prueba favorita es la de los 800 metros (tiene el récord nacional), aunque también compite con gusto en la de 400 metros. En febrero obtuvo la medalla de oro con el equipo de relevos 4x400 en el Sudamericano Indoor que se realizó en Cochabamba.

En 2019 se vio obligada a retirarse por el fallecimiento de una de sus hermanas, pero el año pasado decidió regresar. “Es un deporte que me agrada, que amo, por eso retomé los entrenamientos”, explica Guasase.

Nació en San José de Chiquitos. Este año dejó a su familia allá y se vino a Santa Cruz de la Sierra, donde tiene mejores posibilidades de entrenar. Desde que empezó sus padres han sido un apoyo incondicional. Gracias al trabajo de albañil de su padre ha podido llegar a donde está. “Mis padres siempre me motivaban, por eso sigo hasta ahora en este deporte”, dice Guasase.

“Todos los viajes a las competencias nacionales lo tenemos que pagar los atletas porque la Asociación Cruceña de Atletismo no los cubre. Mis padres me ayudaron con esa plata. Son alrededor de Bs 500 que gastamos por cada viaje”, cuenta Tania, que en Santa Cruz vive en una habitación cedida por su entrenador David Cortez, gracias a eso se ahorra el gasto en alquiler. Sus padres también se hacen cargo de sus gastos de entrenamiento.

En el tema de los viajes a campeonatos fuera de Bolivia, que tienen que ser cubiertos por la Federación Bolivia de Atletismo y el Viceministerio de Deportes, tampoco hay suerte. “Muchas veces, cuando son varios atletas los que tenemos que viajar, nos dicen que solo pueden pagar los pasajes de dos o tres, y los demás se las tienen que buscar para poder viajar”, indica Guasase.

El atletismo es su vida y por ahora piensa en vencer también los obstáculos causados por la falta de apoyo, esperando que algún día las instituciones y los gobiernos piensen seriamente en el deporte amateur boliviano.


Rolando Keller

Keller lleva años en el raquet. Su hermano Carlos también compite en este deporte. Roland se resignó hace mucho a no esperar nada de las autoridades. Pero le gustaría que en el futuro se pueda hacer algo diferente por el deporte.


Las decisiones de Keller

“Todos los deportistas amateurs de Bolivia tienen historias similares”, dice el raquetbolista Roland Keller. “Nosotros sabemos que si no nos dedicamos al fútbol tendremos que seguir por nuestra propia cuenta”, agrega.

Keller sabe de victorias resonantes. Obtuvo la medalla de oro en un campeonato panamericano y siempre está disputando finales en las diferentes categorías: singles, dobles y equipos. A sus 32 años es un referente del ráquet boliviano y sudamericano, pero eso no evita que tenga que buscar otros medios para subsistir. “Desde que estaba en el colegio y empecé a practicar yo sabía que el raquet no me iba a dar de comer”, indica Keller, que es ingeniero industrial de profesión. “Han sido muchos gastos a lo largo de mi vida, pero tampoco me arrepiento porque esto es algo que me apasiona, he sido muy feliz jugando, compitiendo”, afirma Keller. “Ver a mi familia orgullosa de mis logros siempre me ha puesto feliz, también”, acota. “Claro que muchas veces me he puesto a analizar y poner en una balanza si es factible seguir haciendo esto. Porque por ejemplo ya tengo 32 años, una vez deje el raquet voy a tener que empezar de cero en cualquier otra cosa a la que me dedique. En cambio, otras personas,  que pensaron mejor desde jóvenes, desde sus 17 años, en una carrera en la que enfocarse y dedicarse íntegramente, ya a esta edad van a tener una mejor vida, una familia, etcétera”, resalta Keller.

El atleta señala que era su madre, hasta 2015 cuando falleció, la que se desvivía porque él y su hermano, también raquetbolista, pudieran viajar y entrenar. “Ella se las buscaba, hacía préstamos, se preocupaba por nosotros”. Con su muerte fue difícil seguir porque también tenían que buscar cómo conseguir los fondos además de pensar en competir. De los gobiernos ha conseguido poco y no cree que cambie. Muchas veces les conseguían solo el pasaje para los torneos afuera y la estadía tenían que buscársela los propios deportistas.

En marzo, el Senado boliviano hizo una declaración camaral para otorgar un reconocimiento a Keller, pero él ni se enteró ni le llegó ninguna carta de eso, hasta ahora. Preferiría que le paguen los entrenamientos. La pasión por el raquet sigue, aunque Keller ve el final cada vez más cerca, pero sabe que se marchará habiendo dejado todo en la cancha.


Alejandra Vaquero

Gracias a su talento llegó a reforzar a un equipo peruano. Lleva 13 años jugando en la liga cruceña y ha estado en varias selecciones. Se mantiene económicamente arbitrando partidos de fútbol de salón. También paga sus estudios de fisioterapia.


En estas fotos: a la izquierda con uno de los trofeos que ganó con su equipo; a la derecha, con la terna arbitral con la que a veces le toca trabajar.


Abandono

La búsqueda de pasaje de la atleta Lorena Ríos

Lorena Ríos tiene 23 años y posee el récord nacional en salto alto.  La anterior semana fue noticia porque se viralizó una imagen suya vendiendo queques para poder pagarse el pasaje y viajar a un campeonato sudamericano a Ecuador. Quería recaudar $us 1.000.

Finalmente, después de que la imagen de la atleta con sus queques se hiciera ‘famosa’ algunas autoridades recién se comprometieron a ayudarla.

Ríos está dentro del Top 10 de atletas sudamericanas, como la octava mejor deportista, con esa motivación quiere participar en el Sudamericano de Mayores en Guayaquil, Ecuador, que se realizará por estos días. Y a su regreso continuará los entrenamientos para participar en un nacional en Cochabamba.