Deseos que se conviertan en futuro
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Jean Pierre Antelo D.
En esta nochebuena, mientras abracemos a quienes amamos y demos gracias por lo bueno y lo desafiante del 2024, navegaremos una ola de deseos de prosperidad, sueños por cumplir y la esperanza de un 2025 mejor para todos. Estos deseos son más que simples anhelos: son el motor que puede transformar la adversidad en oportunidad, siempre que se les acompañe con esfuerzo extra, creatividad y adaptabilidad.
Las familias bolivianas han vivido un año particularmente difícil. Muchos bolivianos hemos hecho largas filas para cargar gasolina, productores han esperado días por un poco de diésel, y los bloqueos han dejado productos frescos a medio camino, impidiendo que lleguen al mercado. Muchas empresas pequeñas, que comenzaron el año soñando con crecer, han debido modificar sus modelos de negocio, reducir producción o incluso cerrar sus puertas.
Sin embargo, estas experiencias también han dejado en evidencia algo poderoso: nuestra resiliencia. Cada obstáculo demuestra que los bolivianos somos capaces de soñar con un futuro diferente, incluso cuando la incertidumbre parece ganarle a la esperanza. Porque, al final del día, la característica del futuro es su propia incertidumbre, pero depende de nuestra actitud transformarla en una visión prometedora.
Durante las últimas décadas he sido testigo de la capacidad del pueblo boliviano para aprender y desaprender, adaptarse e innovar. Este es el espíritu emprendedor boliviano, una de las claves para superar los momentos adversos. Es fundamental reconocer y apoyar a aquellos que, con sus ideas, manos y capital, buscan transformar los problemas en oportunidades.
Otro elemento clave es la colaboración. Las crisis no se superan en soledad. Es momento de derribar la división y el egoísmo, y construir en conjunto. Cada departamento de Bolivia posee potencial productivo, ya sea en turismo, gastronomía, tecnología o agricultura, y juntos podemos generar cadenas de valor que impulsen círculos virtuosos de prosperidad.
Además, mirar más allá de nuestras fronteras es esencial. El 2024 nos mostró que las empresas y startups bolivianas, a pesar del complejo escenario, son capaces de conquistar mercados internacionales, llevando el nombre de Bolivia con orgullo. Este tipo de iniciativas deben seguir impulsándose, porque un país conectado al mundo también es un país que aprende, compite y crece y estas oportunidades del comercio global deben ser accesibles para pequeñas y medianas empresas, internacionalización inclusiva.
La tecnología, por su parte, representa un tercer pilar fundamental. Adoptar avances en inteligencia artificial y mejorar habilidades digitales no es solo una ventaja, es una necesidad para mejorar la productividad y la competitividad. Esto requiere compromisos del sector empresarial, educativo y gubernamental para fomentar constantemente la actualización y formación en transformación digital.
Finalmente, Bolivia enfrenta grandes retos estructurales, pero ninguna reforma será efectiva sin la fuerza de los 11 millones de personas que construyen y reconstruyen este país cada día. Esa fuerza está en los collas, cambas y chapacos; en los sueños que pedimos al iniciar un nuevo año. Mi invitación para todos es que esta vez, esos deseos no se queden en palabras, sino que se conviertan en acciones colectivas para alcanzar un 2025 lleno de posibilidades y esperanza, el futuro que soñamos y merecemos.