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25 de junio de 2023, 4:00 AM
25 de junio de 2023, 4:00 AM

¿Ha escuchado alguna vez aquello de que “no hay profeta en su tierra”? Por si no lo sabía, quien originalmente lanzó tal expresión fue Jesucristo, hace poco menos de 2.000 años. ¿Por qué dijo eso? Porque su gente no le creía lo que Él les decía. Las Escrituras relatan que cierta vez Jesús volvió luego de muchos años al lugar de su infancia y quedó asombrado de la incredulidad de la gente con relación a su persona, por lo que no pudo hacer allí muchos milagros. ¿Quiénes perdieron por no creer? No perdió Él, perdieron quienes se resistieron a creer lo que Jesús les profetizaba.


Lo mismo pasa en Bolivia y lamentablemente esto no es de ahora, es de siempre: Tiene que venir alguien de afuera, un extranjero, a decirnos lo que nos conviene y debemos hacer, cuando lo mismo se había pensado y dicho antes, probablemente, por alguien con acento criollo. Sin embargo, pesa más lo dicho por gente que viene desde lejos a estudiarnos y a darnos consejos… ¡A ellos se les cree y se “ningunea” a los nuestros! Si los bolivianos tuviéramos más fe en nosotros mismos, si diéramos crédito a la racionalidad y la lógica basada en la evidencia, otra sería la historia del desarrollo del país.

Ahora mismo, insulsamente se cuestiona la existencia del modelo de desarrollo cruceño, cuando las pruebas fehacientes de su éxito socioeconómico y su resiliencia son más que evidentes. Pero, no, hay quienes por ignorancia, envidia o cálculo político, se resisten a creer que esto es así, postergando con su actitud nuevas posibilidades de desarrollo.

¿Cómo es que Santa Cruz ha llegado a ser tan próspera en pocas décadas? ¿Cómo es que en un tiempo relativamente breve la agroexportación en el país ha llegado a superar las ventas de gas natural? ¿Es que acaso esto es fruto de la casualidad o es que, más bien, hay una causalidad de por medio que explica semejante éxito? Para contestar estas preguntas es necesario hacer un poco de historia.

A inicios de los años ´40 llegó al país una Misión presidida por el experto estadounidense Melvin Bohan con la finalidad de cooperar a Bolivia a través de un estudio con alternativas de desarrollo frente a la golpeada economía minera y extractivista que prevalecía desde la Colonia y que solamente había favorecido al Occidente del país, principalmente a Potosí y Oruro, como productores, y a La Paz como capital de gobierno.

Fueron las recomendaciones del llamado Plan Bohan, de conectar físicamente a Santa Cruz al quehacer económico del país, lo que produciría años más tarde el despegue de la economía cruceña con la “Marcha hacia el Oriente” a mediados de los años ´50, apuntando a estimular la actividad agrícola con la mira puesta en sustituir la importación de alimentos de los que dependía el interior del país. Pero… ¡Igual recomendación había sido dada casi 40 años antes por el Memorándum de 1904 a partir de preclaros cruceños que el Estado sistemáticamente ignoró! Por tanto, la profecía se cumplió: “Nuestra agricultura tiene que ser forzosamente limitada, pues, la falta de medios de transporte y de caminos nos obliga a no producir más que lo indispensable para el consumo propio; el excedente se pierde”

Años más tarde, cuando Bolivia buscaba salir del enorme sufrimiento al que la había llevado el tristemente célebre gobierno populista de la UDP, primero, y después la debacle minera por el derrumbe del precio del estaño, mineral del que dependía el país, llegó otra Misión de cooperación, esta vez del Banco Mundial, a cuya cabeza estaba el economista australiano David Morawetz, quien, luego de recorrer toda Bolivia entregó en 1986 un sesudo estudio titulado: “Después del estaño y el gas natural ¿qué?”

Pregunta visionaria, sin duda alguna, ya que hay que recordar que por aquel entonces no se exportaba aún gas natural al Brasil, mientras que lo que iba a la Argentina no era significativo. De ahí que, la respuesta a semejante interrogante a futuro adquiriría una connotación trascendental, cuyo resultado lo vemos en este momento, para bien de todos.

Morawetz dijo que el desarrollo futuro de Bolivia tendría que ver con las Tierras Bajas del Este, con el Oriente boliviano… ¿Para producir y exportar qué? ¡Alimentos! Sin embargo, el Memorándum de 1904, más de 80 años antes, había postulado exactamente lo mismo: “Es necesario procurarle los medios precisos para vender sus productos. Un año feraz, es la desolación de los propietarios, porque bajan los precios; este es un mal que ha de desaparecer, tan pronto como los caminos permitan la exportación de este exceso de producción”. Por tanto, la profecía también se cumplió…

Bueno sería escucharnos entre los bolivianos y admitir que la experiencia cuenta. Vivir de recursos extractivos no renovables, como minerales e hidrocarburos, trae dolores, ya que el mercado está sujeto a cíclicas expansiones y derrumbes, mientras que la creciente demanda de alimentos los hace indispensables, ya que cada año se incorporan más de 130 millones de nuevas bocas qué alimentar… ¡¡¡He ahí la gran oportunidad!!!

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