La sociedad demanda otros talentos. El don para tratar con niños, adultos mayores y personas especiales debe pasar el examen de la profesionalización

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5 de enero de 2020, 3:00 AM
5 de enero de 2020, 3:00 AM

Silvana Vincenti / Agencias 

Cosas buenas llegaron con los nuevos tiempos, entre ellas, una educación cada vez menos improvisada.

Ya no es suficiente la maestra sonriente y paciente con los niños, los ancianos, o con las personas de capacidades especiales. La sonrisa y la paciencia siguen siendo tan necesarias como antes, pero con otros ingredientes, la profesionalización con profundo respeto por las individualidades.

Desde hace 26 años, el Instituto Técnico Balaguer, una entidad privada pionera en Bolivia, titula expertos en las carreras de formación parvularia, para niños menores de cinco años; en educación diferencial, para personas con capacidades especiales; y en gerontología social, con énfasis en las necesidades que demanda la atención del adulto mayor. Este 2020, el Instituto Balaguer abrirá oficinas en Santa Cruz de la Sierra.

En el caso de la formación parvularia, aún hay desconocimiento por despejar. Los padres creen que el jardín de infantes es el inicio de la vida escolar de sus pequeños; sin embargo, la educadora parvularia es la encargada de potenciar todas las capacidades mental, lingüística y sensorio-motriz, para afrontar con estabilidad emocional cada etapa que venga.

La gerontología social es una bendición para los adultos mayores, a los que antes se trataba como seres en el ocaso de la vida. Hoy, el propósito es que disfruten el tiempo libre disponible, eso que tanto soñaron de jóvenes, después de haber trabajado tanto.

A las personas especiales, que en épocas de las abuelas las encerraban en casa, los expertos en educación diferenciada les potencian los talentos, del mismo modo que se potencia y se gesta un ámbito educativo más humanizado.

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