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18 de mayo de 2023, 4:00 AM
18 de mayo de 2023, 4:00 AM

Por Alex Bernabé Colque, educador y abogado

El 14 de mayo se publicó en EL DEBER Dejen en paz a nuestros niños, un artículo de Franklin Alcaraz. Cuando empecé a leerlo, me pareció una referencia a los pederastas investigados de la jerarquía de la Iglesia católica. Pensé encontrarme con un manifiesto clamoroso de justicia. Pero no. Alcaraz se refiere a la población LGBT+ y su relación a la incorporación de la Educación Integral para la Sexualidad (EIS) en las unidades educativas. 

Bajo mi punto de vista, ésta es necesaria y urgente para que los estudiantes puedan identificar situaciones de acoso, abuso sexual y cuenten con conocimientos y herramientas para decidir sobre su vida sexual. Muchos profesores, más aún madres, padres o apoderados, no asumen el rol de enseñanza sobre este tema. Quienes lo hacen son los amigos, los medios de comunicación, internet y, terrible, la pornografía. La EIS es necesaria precisamente para que se denuncie y no vuelvan a pasar abusos sexuales como los que están siendo investigados.

En el primer párrafo del texto Alcaraz señala que la población LGBT+ es una minoría, presenta porcentajes y finaliza indicando que en Bolivia no se sabe. Es difícil determinar el número de personas LGBT+ en el país.

Aplicar un censo no sería viable porque muchas de estas personas, por decisión personal o temor a perder familia o trabajo, no lo indicarían. El prejuicio es la gran barrera.
¿Ubicar como una minoría a las personas LGBT+ que se tiene que someter a la mayoría? Con ese pensamiento se persiguió, torturó y eliminó a judíos, personas con discapacidad y a personas con creencias y pensamientos diferentes. Homosexuales en el holocausto fueron llevados a los campos de concentración.

El autor “aclara” no tener nada contra las personas LGBT+, pues tiene amigos que lo son. Este tipo de frases, como “que sean gays pero que no anden tomados de la mano… pero no soy homofóbico”, remarca que las personas LGBT+ deben vivir en la penumbra, ocultar sus sentimientos y sus proyectos. Mantenerse en el patio trasero, como ciudadanos de segunda. Por tanto son ideas discriminatorias y homofóbicas.

Luego Alcaraz repasa ‘naturalmente’ la visibilidad en la cultura, cine, en el arte, en cargos políticos electos de las poblaciones LGBT+ y señala el número de países donde se ha aprobado el matrimonio igualitario. También presenta cifras de personas LGBT+ asesinadas en América Latina y el Caribe, pero para acusar que usamos esto para ¿victimizarnos? Sostener aspiraciones de contar las mismas oportunidades como cualquiera; contar con los mismos derechos y no ser perseguidos, expulsados y/o torturados por tener una diversa orientación sexual e identidad de género; eso dista mucho de la victimización.

Entonces Alcaraz suelta que las organizaciones LGBT+ son las que quieren “imponer” la Educación Integral para la Sexualidad. La EIS no sólo es una propuesta de activistas LGBT+ y organizaciones de los derechos humanos. También lo es de profesionales en educación, salud y del movimiento de mujeres: es necesario hablar de la sexualidad desde la educación formal.

Dialogar sobre sexualidad no es enseñar prácticas sexuales, poses, pedir que los niños o niñas cambien de sexo, enseñarles a masturbarse… ese absurdo sólo existe en mentes perversas, como las de las personas que salen en un video que circula en redes, tratando de asustar y alarmar, indicando que esos son los contenidos que se compartirá en aulas.

El autor mezcla luego la educación sexual con un proyecto de ley en EEUU sobre del aborto. Es una tortura obligar a una niña que sea madre, más aún si es producto de violación. Son terroríficos los relatos de niñas sometidas a abuso sexual, terminando en un embarazo no deseado. Para evitarlo, la educación sexual permite identificar situaciones de abuso, coerción y violación.

Alcaraz indica que se quiere adoctrinar las mentes de niños y niñas que no están suficientemente formadas. Es importante reiterar que la diversa orientación sexual e identidad de género no se enseña. Si bien hay jóvenes que, gracias a la visibilidad y recuperación de derechos, pueden vivir su sexualidad en mejores condiciones, mucha gente mantiene prejuicios e intolerancia hacia la diversidad.

Que sea una oportunidad para dialogar con temas urgentes, como la educación para la sexualidad. ¡Niñas, no madres!

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