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28 de junio de 2024, 4:00 AM
28 de junio de 2024, 4:00 AM

La vergonzosa actuación del hasta el miércoles pasado comandante general del Ejército de Bolivia, Gral. Juan José Zúñiga, apoyado, al parecer, por sus pares de la Fuerza Aérea y Naval, al asaltar la Plaza Murillo e intentar ingresar violentamente en el Palacio Quemando, es una muestra palpable del pésimo estado en que se encuentran las Fuerzas Armadas (FFAA) del país.
Esto, más allá de si su objetivo era dar un golpe de Estado o, como ha dicho al ser apresado por efectivos del Ministerio de Gobierno, crear una situación tal que el presidente del Estado mejore sus niveles de popularidad, muy venidos a menos por la errática administración gubernamental.
El resultado de la acción, en todo caso, es que el mencionado general no alcanzó ninguno de sus objetivos: ni dio el golpe de Estado ni ha logrado que el primer mandatario mejore su popularidad. Más bien, tan bochornoso ha sido ese “operativo militar”, que es posible creer que la imagen presidencial seguirá bajando y que la asonada militar tampoco hará que lo diversos sectores de la sociedad en conflicto con el gobierno aminoren sus demandas.
De hecho, el MAS de la corriente evista ha pedido la inmediata destitución de los ministros de Defensa, Gobierno y ¿Justicia?, y que se promulguen las disposiciones dirigidas a que se realicen las elecciones judiciales a la brevedad posible. Se mantienen en alerta los gremios del transporte internacional y nacional por la escasez de carburantes y dólares, así como los sectores que exige se elimine la decisión del gobierno de obligar a jubilarse a los 65 años.
En fin, la payasada de Zúñiga no ha aminorado las presiones y sólo ha servido, hasta ahora, para que la comunidad internacional ratifique su apoyo al sistema democrático, y para que, una vez más, el dictador venezolano trate de dar al hecho un cariz de importancia tratando de convertirlo en una nueva agresión imperial (poniéndose al medio del primer mandatario y el ex presidente fugado, sin conocer sus posiciones, mutuamente acusatorias) a diferencia del presidente argentino, Javier Milei, quien hasta que se escribe esta columna guarda silencio aunque su cancillería emitió un documento apoyando a la democracia.
Así, lo que más claramente muestra la aventura del miércoles es que la gestión del MAS, desde 2006, también ha quebrado la institucionalidad militar. Que un comandante pueda realizar un operativo como el que se comenta dice mucho de la calidad académica y profesional de sus gestores, y de que toda la retórica sobre una nueva reorganización de las FFAA “anti imperialistas, anticapitalistas, anti, anti…”, con apoyo cubano, venezolano e iraní, sólo habían sido palabras. El proceso de cambio las ha desinstitucionalizado, y lo poco que desde 1982 se avanzó en crear una entidad altamente profesional, fue desbaratado, en aras de la construcción de un cuerpo armado al servicio del líder de turno y su entorno.
Esta demostración, a su vez, implica que en un futuro proceso de recuperación democrática habrá que analizar con seriedad el papel de esa institución y de la Policía, también muy venida a menos, en nuestra sociedad.
En fin, a medida que se disipe el polvo que el miércoles se levantó con tanques en la Plaza Murillo, se podrá analizar con más rigor este nuevo lamentable episodio de nuestra historia nacional.

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