21 de febrero de 2024, 4:00 AM
21 de febrero de 2024, 4:00 AM

Han pasado ocho años, pero la fecha está grabada en la impronta de los bolivianos. Ese día marcó un antes y un después. Ese día 2.682.517 personas dijeron No con su voto a la reelección de Evo Morales, porque rechazaron la modificación de la Constitución Política del Estado que prohíbe un tercer mandato consecutivo. Pero, sobre todo, el 51,3% de los ciudadanos expresó su hastío de la prepotencia, corrupción y el abuso de poder que estaba ejerciendo Evo Morales junto con el Movimiento Al Socialismo..

Lejos de entender el mensaje, el gobernante que se proclamaba primer presidente indígena de Bolivia, violó el voto ciudadano, se burló de la voluntad del pueblo y le metió nomás, como venía haciendo hacía años. Por eso, en diciembre de ese mismo año hizo que los venales miembros del Tribunal Constitucional argumenten que “la reelección indefinida era un derecho humano” y que Morales podía volver a ser candidato.

El 21-F también fue la evidencia de que el tráfico de influencias y la corrupción no eran un asunto de mandos medios, sino de las altas esferas de poder. Gabriela Zapata, ex pareja de Evo Morales, era quien manejaba 500 millones de dólares con las empresas chinas y que además ostentaba esa riqueza frente a todos, sin olvidar que también usaba la oficina que había sido de las primeras damas de otros gobiernos. El 21-F también Bolivia se dio cuenta de que tenía gobernantes que mentían sin colorearse, cuando primero negaban los vínculos entre Morales y Zapata y que después aseguraban haber conocido a un hijo de ambos que nunca existió. Con absoluto cinismo, un exministro de Evo señalaba a los medios independientes que habían publicado tales hechos como “Cártel de la mentira”.

El referéndum fue la oportunidad del ciudadano para castigar lo que ya sentía que iba mal.

Pero esa fecha significó mucho más para Bolivia. Ante el descrédito de la clase política oficialista y opositora, el referéndum y la burla que pretendía Evo Morales marcaron el despertar de la ciudadanía. La sociedad civil se organizó e hizo sentir su voz de protesta en las calles. El fervor se palpaba en las grandes capitales y después se organizó en plataformas que fueron protagonistas del paro cívico de 21 días contra el fraude electoral, que derivó en la renuncia de Evo Morales.

Muchas mujeres y muchísimos jóvenes fueron protagonistas, abriendo un nuevo surco en la forma de hacer política en el país.

El referéndum del 21-F y los sucesos posteriores cambiaron la historia nacional y revalorizaron el protagonismo de la ciudadanía. A partir de estos hechos, los bolivianos sin partido, pero con conciencia de sus derechos salen a las calles por demandas nacionales y regionales, generales y comunitarias. Esa fuerza social no ha sido capitalizada por los partidos políticos, que están alejados del pueblo y se mantienen en cálculos sectarios con los que no responden a las necesidades del pueblo.

Los partidos buscaron a las plataformas ciudadanas para cooptarlas y, en algunos casos, absorbieron a algunos de sus liderazgos con lo que solo los opacaron. Empero, no han logrado aplacar la fuerza de la calle y de las demandas espontáneas que se hacen sentir y que provocan cambios.

Hace ocho años cambió la historia del país. Las crisis sociales, políticas y económicas permanecen, pero la reacción en las calles se ha renovado irreversiblemente.

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