Opinión

El anacrónico caudillismo boliviano

27 de marzo de 2020, 7:01 AM
27 de marzo de 2020, 7:01 AM

En Bolivia el poder de los caudillos para acceder al Gobierno se ha basado en el apoyo de fracciones importantes de las masas populares, apoyo que se torna en su contra cuando las esperanzas de resolver los problemas comunes puestos en el poder entregado se ven frustradas y se decide seguir a otro caudillo que logra convencer de su capacidad de mejorar el país (es el famoso salvador de la patria). 

El caudillismo ha desembocado en dictaduras, represiones a la oposición y estancamiento económico y político del país. Viven refundando el Estado y diciéndonos que seremos la nueva Suiza.

Contrarios a dicho caudillismo y a propósito de los helvéticos, una de las naciones más prósperas, desarrolladas y democrática del planeta, no tiene como presidente a una persona sino a siete, con las mismas potestades y atribuciones, que conforman el Consejo Federal y gobiernan de manera colectiva. El sistema político suizo tiene rasgos del parlamentarismo europeo, los ciudadanos no votan directamente al Consejo Federal, sino a los partidos que integran el Parlamento (bicameral), que a su vez eligen al Consejo Federal.

Dicho Consejo Federal deviene de los partidos más importantes con presencia en el Parlamento, donde los tres primeros partidos nombran de a dos consejeros, y el cuarto partido, a uno. Difiere de los gobiernos de coalición, ya que los partidos con dicho mecanismo (denominado fórmula mágica) no “negocian” antes de asumir un puesto en el Consejo Federal, sino que el sistema está pensado para que, aunque no quieran, las fuerzas políticas están obligadas a gobernar conjuntamente. Desde la Constitución de 1848, que estableció el sistema político vigente, nunca cambiaron los siete miembros del Consejo al mismo tiempo.

La duración del Consejo Federal es de cuatro años, donde tienen una presidencia rotativa, por un plazo de un año, con funciones meramente protocolares, sin ninguna potestad superior a la de los otros seis miembros del Consejo Federal.

Los helvéticos, en su forma de gobierno, han desarrollado un anticaudillismo extremo, en virtud a la vigorosidad política de sus autoridades locales (autonomías) y debido a la participación activa de los ciudadanos en los asuntos políticos, extremos que hace inaceptable un caudillo; por lo que y como alternativa mucho más toreable, poseen un gobierno con poder diluido en varias personas e inclusivo, ya que todos los partidos fuertes están incluidos en el Gobierno.

Suiza es una República tan federal que su nombre oficial es Confederación Suiza, a diferencia de las federaciones, las confederaciones están compuestas por Estados que se unen, pero mantienen su independencia. En la práctica, son una federación, ya que las autoridades subnacionales no son independientes. Pero la decisión de mantener la palabra confederación marca una enorme voluntad de autonomía. No poseen una capital oficial, ya que no designaron un territorio federal, Berna funciona como tal porque alberga los principales órganos del Estado. Tampoco ostentan un idioma oficial, sino cuatro: alemán, francés, italiano y romanche.

En casa, la historia demuestra que Bolivia es extremadamente caudillista y que lejos de suplir las necesidades básicas del pueblo, los caudillos solo han saqueado las arcas y sumido a la nación en un pertinaz retraso. 

Consiguientemente y ante esta anacrónica forma de gobierno, es imperioso analizar otras maneras de administración de la cosa pública, como aquella que en algún momento el anterior caudillo nos prometió parecernos y principalmente para que en las próximas elecciones no votemos por otro caudillo sino por verdaderas propuestas políticas de gobierno en beneficio de la patria y no de un ladino gobernante.

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