14 de marzo de 2023, 4:00 AM
14 de marzo de 2023, 4:00 AM


Resulta motivante analizar las publicaciones que ponderan el denominado Modelo de Desarrollo Cruceño (Rodríguez, Barbery, Mendieta, Soruco y Traverso), mientras se genera descalificación por declaraciones gubernamentales, intelectuales antagónicos a la economía social de mercado y defensores del medio ambiente.

La ambientalista Zulema Lehm observa la inviabilidad por “los costos ambientales que día a día pasan factura especialmente a los más pobres, con desastres y precariedad de la salud de las personas. El modelo cruceño tiene un límite, la degradación de sus bosques y suelos, de ahí su expansión hacia el Beni con un modelo insostenible.” Por otro lado, Gonzalo Colque, estudioso del tema tierra, señala que “los elementos centrales que explican el éxito del modelo cruceño son los privilegios impositivos, la subvención a los combustibles y los incentivos y oportunidades generados por la retención de la renta agraria dentro del sector privado. La economía extractivista de Santa Cruz está liberada de la pesada carga de sostener la aparatosa maquinaria estatal.

Después del sector público, la economía cruceña es el mayor beneficiario del modelo primario-exportador, directa e indirectamente.” Concluye con un apotegma que me parece festivo: “Santa Cruz no se forjó a sí mismo, algo en que insiste la narrativa cruceña, ni únicamente gracias a las utilidades ordinarias de los múltiples emprendimientos empresariales.”

Reconozco la importancia de dar respuestas responsables a las observaciones conviniendo solamente en la oportunidad. No se necesita ser muy acucioso para identificar las urgencias de una economía estatal que toca fondo en sus cualidades exitosas: estabilidad macroeconómica por las reservas, y el valor del dólar.

Buscando alternativas, la premisa es ubicar en qué lugar se genera excedente económico y simbólico que sostenga el desarrollo, mantenga la población en el territorio, se ajuste al cambio climático y logre competitividad. Con las exigencias internacionales, bastará cumplir los compromisos de los ODS, y que repiten los discursos de la madre tierra.

Mientras el debate interno continúa sin encontrar soluciones para un país extenso, de poca población, carente de servicios básicos en el territorio y con baja cohesión social, la crisis mundial de la economía está dejando en evidencia que el problema del desarrollo boliviano no es el “modelo cruceño”. ¿Cómo se conjuga entonces, la “insostenibilidad extractivista del modelo” con un proceso que genera excedente, fuentes de trabajo masivo, consumo, y se expresa en demanda urbana por la migración sostenida? Seguimos sin resolver la relación territorio/población pues en una operación simple, si toda la población boliviana viviera en Santa Cruz, con 8 departamentos vacíos, seríamos solamente 33 habitantes por Km2. El Salvador tiene 300. Y Alemania, uno de los países con mejores índices de desarrollo sostenible, tiene 233 habitantes por Km2. En Bolivia cabrían 52 veces El Salvador, y 3 Alemanias. Queda claro que el problema, no puede ser la tierra.

Hemos estudiado los Censos desde 1950, realizado proyecciones al año 2032, trasladado la información a mapas comprensibles y, combinado población, territorio y generación de excedente económico y simbólico; el resultado, plantea abrir un diálogo donde existen las condiciones para lograr la inflexión política y las claves productivas y comerciales que el país necesita, y eso es Santa Cruz, El Alto y Tarija. Tendría que reforzarse el proceso con todos los destinos turísticos, las zonas productoras de café y de otros productos que demanden los sectores. Simultáneamente, se abriría el debate en las Asambleas Departamentales para que cada una defina su desarrollo.

Estas medidas se respaldan en el proceso migratorio en el que la población abandona su lugar de origen trasladándose hacia 30 ciudades, sin que ello sea el resultado de una política pública, de planificación estratégica, ni de ordenamiento territorial. Desde hace 30 años, la gente ha definido vivir donde existen 3 variables: posibilidad de enfrentar el cambio climático (energía, comida y agua); cobertura en el territorio de servicios básicos, caminos y conectividad, que facilite producción, formación, ocio y cultura; y, condiciones para lograr economías de escala que compitan internacionalmente, ya que el mercado interno es demasiado pequeño para nuestra capacidad productiva. La migración ha sido el recurso de sobrevivencia que tiene la población, y le corresponde al Estado fortalecer 25 ciudades intermedias que esperan cumplir su calidad de nodos territoriales.

Por estas razones, no sigamos perdiendo el tiempo. Apliquemos las medidas necesarias, ajustemos y corrijamos lo que sea necesario, y abramos las puertas al Bicentenario sin destruir lo que funciona. Y es verdad, Santa Cruz debe producir, sosteniblemente y bien, no sólo por la voluntad de todos los que aquí vivimos, sino porque Bolivia lo necesita.

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