Opinión

El caso Murillo y el gobierno transitorio

30 de mayo de 2021, 5:00 AM
30 de mayo de 2021, 5:00 AM

Para la mayoría de bolivianos no es ninguna sorpresa la aparición de documentos y evidencias de corrupción en el gobierno de Jeanine Áñez y, específicamente, en la gestión de los exministros Arturo Murillo y Luis Fernando López.

De hecho, el periodismo boliviano ya publicó documentos y evidencias sobre varios casos de corrupción del gobierno transitorio. Y la opinión pública y una buena parte de los actores políticos del bloque democrático demandamos que se esclarezcan y se sancionen a los responsables. Las expresiones de rechazo a la corrupción y a la manera en la que Jeanine Áñez y su gabinete manejaron las instituciones están en las redes y en los medios.

De manera que hoy no podemos dejarnos sorprender ni podemos quedarnos callados ante el intento del MAS y su sistema de medios que quieren generalizar y reducir la lucha de todo un pueblo para salvar la democracia a una explicación falsa y calumniadora, asegurando que la lucha de los 21 días se hizo para que un grupo de políticos entre al Estado a robar.

Ni Murillo ni Jeanine representan ni representaron nunca al movimiento democrático de los 21 días que frenó el fraude de Evo Morales y el MAS.

El movimiento ciudadano de los 21 días, la Revolución de las Pititas, que se extendió por todo el país, cumplió su misión histórica y recuperó la democracia. En los sucesos posteriores tuvo escasa o ninguna participación, pues correspondía a los partidos constituidos y con representación parlamentaria darle salida institucional al proceso.

El libro más completo sobre estos hechos, “21 días de resistencia, la caída de Evo Morales”, del historiador Robert Brockmann, registra cronológicamente los acontecimientos y relata cómo los líderes políticos, de todos los viejos partidos, asumieron el diseño de la transición. En la página 552, específicamente anota que los viejos políticos de Comunidad Ciudadana, junto a Tuto Quiroga, asumieron las coordinaciones para facilitar la formación de un nuevo gobierno.
En esas líneas escritas por el historiador Brockmann están las razones que explican por qué los viejos políticos no nos convocaron a participar de las reuniones en la Universidad Católica para discutir la sucesión constitucional. Era evidente que no querían sentarse junto al líder de la resistencia de los 21 días. Y eso explica también la posterior ruptura del bloque electoral de la oposición democrática: los viejos políticos nunca aceptaron el liderazgo de Camacho y prefirieron fragmentar a la oposición impulsando nuevamente la candidatura del perdedor Carlos Mesa y luego de Jeanine Áñez.

Como uno de los líderes de la resistencia de los 21 días, el único compromiso que hicimos ante la gente en las calles fue quedarnos en La Paz hasta que se conforme un gobierno democrático. Al no tener representantes parlamentarios, no podíamos influir dentro de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Lo que sí ocurrió fue que, una vez constituido el gobierno transitorio, varios profesionales sugeridos por los sectores sociales que lucharon contra el fraude asumieron como ministros.

Esos fueron los hechos. Ni las instituciones cívicas, ni la gente que luchó en las calles extendiendo sus pititas en todo el país, estuvimos gobernando y, por lo mismo, no somos responsables de lo que hicieron los viejos políticos, Jeanine Áñez y sus ministros en el poder.

Por mucho que mienta el masismo y utilice los recursos del Estado para imponer una narrativa que desprestigie a la Revolución de las Pititas, ligándola absurda y falsamente, a la corrupción de Murillo y de otros ministros, no logrará cambiar la historia. La verdad es la verdad, los hechos son los hechos, la gente salió a las rotondas y las calles y defendió su democracia, sin ambiciones y sin intereses. Y esa moral está intacta.

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