Lidiar con la falta de entusiasmo y las dificultades, los retos para que los niños no pierdan las ganas de estudiar

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6 de febrero de 2022, 4:00 AM
6 de febrero de 2022, 4:00 AM


Tanto para los padres de familia como para los estudiantes debió ser demoledor escuchar que este 2022 las clases en los colegios y escuelas serían de nuevo virtuales. 

El Ministerio de Educación dijo que al menos el primer mes sería así, quizás pueda extenderse al primer trimestre, eso se definirá de acuerdo a cómo se maneje la pandemia del Covid-19 en este tiempo. El riesgo de contagio está latente aún, pero hay muchos padres desesperados porque las clases presenciales vuelvan para que sus hijos retomen la enseñanza tradicional y también vuelvan a socializar como es normal a su edad.

Esta semana se inició un nuevo periodo escolar y las imágenes de niños solos en su cuarto, frente a un celular, se repitieron por tercer año consecutivo. Según un estudio reciente de la Unesco, Bolivia es el segundo país del mundo con el periodo más largo de escuelas cerradas por la pandemia (82% del tiempo estuvieron cerradas), un promedio sacado a partir de los años 2020 y 2021. El primer lugar le corresponde a la nación africana de Uganda. 

Sobrellevando la educación
Luana Mendoza tiene 5 años. En 2019 inició prekínder, aunque solo fue el primer mes porque en marzo la pandemia cerró todos los establecimientos educativos. Conoció a sus compañeritos un tiempo y después los veía a todos gritar de vez en cuando a través de la pantalla del celular. El año pasado en kínder ya todo fue virtual desde el primer hasta el último día. 

Este año está inscrita a primero básico. “Fueron dos años de aprender un 30%”, dice su mamá. “Los niños solos se cansan, no les gusta pasar tanto tiempo aprendiendo. Viendo videos de YouTube y juegos, sí”, agrega. “Los maestros tampoco pueden enseñar porque se les hace difícil hablar cuando todos sus alumnos están gritando. Luana se sentía bien en clases, le gustaba pero no aprendió mucho, además se frustraba gritando para hacerse escuchar”, apunta la madre. 

Como Luana, fueron miles de niños y adolescentes en Bolivia que pasaron por esto. Para la sicopedagoga Cynthia Rivero, las clases virtuales para niños han sido una emergencia pero no corresponde a su ciclo evolutivo sostenerlas en el tiempo. 

“Los niños necesitan del contacto directo con otros niños para mejorar en sus habilidades sociales, aprender normas y participar activa y emocionalmente en estos entornos; pero también necesitan de la enseñanza directa, real, presencial del docente que pueda verlos cara a cara, manipulando objetos, compartiendo interacciones que no se dan detrás de una pantalla”, enfatiza Rivero quien agrega que muchos estudiantes ni siquiera tenían una pantalla para ver bien a sus maestros, y estos tampoco podían seguir de cerca.}

 “Ni qué hablar de los niños con desafíos o problemas académicos, ellos quedaron fuera del sistema durante este tiempo y agravaron sus síntomas”, menciona Rivero. 

El sicopedagogo Lobsang Barrios dice que ante esta situación, los padres no solo tienen que hablarles y repetirles a sus hijos lo importante que son los números y las letras. “Considero como primer punto saber que este proceso de incentivarlos con o sin la pandemia es compartido 50% familia y 50% la escuela, y ese porcentaje correspondiente a la familia o a quien esté a cargo, debe asumir su rol, principalmente siendo coprotagonista del aprendizaje de sus hijas e hijos dando el soporte necesario.

 El ‘hagámoslo juntos’ es lo ideal y esto significa no solo limitarse a palabras de aliento o caer en el ‘premio-castigo’. También la calidad de tiempo con sus hijas e hijos es contundente para incentivar”, señala Barrios, que considera un punto importante en este tema que los padres aprendan a razonar y analizar junto a sus hijas e hijos sobre el tema o el contenido que les brindó la maestra, “pues poco a poco el mismo niño o niña podrá ir generando su propio ritmo de aprendizaje y lograr ir a diferentes velocidades según la complejidad de la tarea asignada”.

La sicopedagoga Blanca Elena Escalante dice que hay muchos factores para que haya desmotivación en los estudiantes ante un año más de clases virtuales. “No solo podemos aludir al factor de las clases virtuales, sino que hay que entrar un poco más a conocer qué es lo que hace que mi hijo esté desmotivado, que no quiera pasar clases con materias específicas o que no quiera terminar la tarea de cierto profesor o trabajar en grupos. 

Hay que ver un poco más atrás y ver cuáles son los motivos para que el estudiante esté desmotivado y en base a eso poder dar unas herramientas”, dice Escalante, quien opina que la actitud que los padres tengan ante estas situaciones va a ser el reflejo de la actitud de los hijos.

 “Es decir, que si yo como madre manifiesto una actitud positiva y motivadora, eso se va a ver reflejado en mis hijos, porque dentro de todos somos modelos, los primeros modelos de nuestros hijos somos nosotros. También debemos generar expectativas en nuestros hijos, ilusionarlos, hacerlos que ellos sueñen y se imaginen, preguntarles cosas como ‘¿Cuántos compañeros creés que vas a tener en el curso?’ o ‘¿Cómo creés que será tu profesora?’ para mantener despierto ese interés en ellos”, agrega Escalante.


Extrañando la presencialidad
Leonardo Mendoza tiene 15 años y dice que en las clases virtuales se siente más cómodo, aunque piensa que aprende menos que en las presenciales. Su compañero, Harold Kudrat Alí, comenta que el aprendizaje para él fue el mismo, y aunque no tuvo problemas con su señal de internet para las clases, sí notó como otros compañeros tenían dificultades y se veían perjudicados a la hora de atender lo que decía el profesor. 

Leonardo y Harold coinciden en que prefieren las clases presenciales, todos sus compañeros extrañan esta modalidad, dicen. En tanto que Jhoan Sebastián Aguilar, de 15 años, dice que sintió una fuerte decadencia en el aprendizaje, “ya que no es lo mismo estar en frente de una computadora pasando clases a estar frente a frente con el maestro, y otros factores como lo fácil que es distraerse con cualquier cosa en clases virtuales, por ejemplo los videojuegos”.

Para Cynthia Rivero, la enseñanza virtual puede ser recibida de diferente manera por los alumnos: “Los niños están emocionados por aprender, con ganas de conocer nuevas cosas, tener nuevos amigos e incluso también ansiedad y temor por cómo será este nuevo lugar.

 Pero los niños que han tenido la experiencia de la virtualidad ya tienen una opinión formada; los hay los que prefieren esa modalidad, los menos, porque no están expuestos a las burlas, al ruido y a la interacción complicada con otros compañeros. Pero también hay niños que sienten total desagrado por lo virtual y añoran volver a lo presencial, a disfrutar de los amigos, de la dinámica del aula y de la interacción real con sus maestros. La mayoría de los niños se desaniman al saber que les tocará virtualmente y están entusiasmados al saber que pronto volverán a lo presencial”, comentó la sicopedagoga. 

Lobsang Barrios por su parte dice que la afectación emocional es evidente sobre todo en infantes que viven en lugares más cerrados (edificios, condominios) en los cuales las relaciones interpersonales están limitadas al poco contacto con sus iguales (infantes de la misma edad). 

“Es posible que la manifestación de esa afectación emocional sea a través de fatiga, desinterés, desmotivación a realizar las tareas y falta de atención al momento de la sesión de clases virtuales, además elementos que repercutirán en el desempeño académico del estudiante”, señala Barrios, quien también indica que es importante saber que las relaciones interpersonales de los infantes se ven afectadas, pues el acercamiento físico, los vínculos de amistad que se generan gracias a ese contacto, el juego simbólico y la resolución de conflictos que acompaña al juego, forman parte de fortalecer o desarrollar la moralidad y la personalidad de cada estudiante y están relegadas a una pantalla limitando gran parte de esos elementos mencionados. 

Blanca Elena Escalante dice que ante esta dificultad por el rechazo a las clases virtuales de parte de los estudiantes el desafío está en los educadores y los padres. “Primeramente los educadores, para seguir utilizando estrategias y herramientas que motiven a los estudiantes , tienen que tomar en cuenta el enfoque pedagógico en el cual tienen que trabajar, porque mantener una clase utilizando los mismos recursos que se utilizan de manera presencial no es una estrategia eficiente. Las clases tienen que ser participativas y más cortas porque la capacidad de atención del estudiante también es corta y eso ha provocado en muchos estudiantes frustraciones porque hay colegios que mantienen la misma cantidad de carga horaria en la virtualidad”, explica la especialista.

Ayuda extra
Hace un par de semanas, en un informe la Unicef dijo que el cierre de escuelas debido a la pandemia de Covid-19 ha causado pérdidas casi “irreversibles” en la educación de niños de todo el mundo. Más de 616 millones de estudiantes siguen afectados por el cierre total o parcial de escuelas, dijo la agencia de la ONU para la infancia. 

En muchos países, estas perturbaciones, además de haber privado a millones de niños de la adquisición de habilidades básicas, han afectado su salud mental, incrementado su riesgo de abuso e impedido que muchos de ellos tengan acceso a “una fuente regular de nutrición”, según Unicef. 

“Nos enfrentamos a una magnitud casi insuperable de pérdidas en la educación de los niños”, dijo Robert Jenkins, jefe de educación de Unicef, en un comunicado, casi dos años después del inicio de la pandemia. Reabrir las escuelas “no es suficiente”, agregó, y pidió “un apoyo intensivo para recuperar la educación perdida”.

Unicef destacó que “las pérdidas de aprendizaje por el cierre de las escuelas han dejado hasta un 70% de los niños de 10 años de países de ingresos bajos y medios sin poder leer o comprender textos simples, en comparación con el 53% de antes de la pandemia”.

Cynthia Rivero hace hincapié en la importancia de la presencia de los padres como compañero del hijo/estudiante: “Los padres deben acompañar de cerca los aprendizajes, y si no pueden por el trabajo o porque no comprenden, buscar ayuda extra de algún familiar, maestro particular, hermanos mayores o de algún centro -privado o gratuito- que pueda ayudar al niño en sus aprendizajes. 

Muchos de estos contenidos, procedimientos y habilidades no se pueden aprender solos y requieren de un adulto cerca. No por nada los niños van todos los días a clases” dijo Rivero, y mencionó algunos ‘incentivos’ que debe tener el alumno en su propia casa: “espacio de trabajo ordenado, limpio y agradable, darle merienda de calidad para ayudar a su cerebro (vivimos en Santa Cruz donde las frutas abundan en variedad y sabor), usar reforzadores sociales para estimular su esfuerzo (felicitarles, abrazarlos ante los logros, mostrar a los otros familiares lo que ha conseguido con esfuerzo), hablar bien de ellos ante otros adultos, profesores o familiares, utilizar lo que está aprendiendo en la escuela, en la vida cotidiana para contextualizar y dar funcionalidad a los contenidos académicos”.

Sobre el tema del maestro particular, Lobsang Barrios, comentó que desde el punto de vista académico y procurando que esta contratación esté en el presupuesto familiar, siempre una ayuda extra es para bien. “Pues en muchos casos madre y padres estamos ausentes para realizar los proyectos escolares y tareas junto con nuestras hijas e hijos, sumado a las limitaciones en el uso digital hacen que considerar una profesora extra brinde ese soporte que necesitamos, para ello tomar en cuenta los horarios y costes por semana se tienen que establecer de forma clara entre las partes”.
Un nuevo año escolar en Bolivia, con mucho por aprender.