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El fantasma del evismo

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6 de enero de 2020, 3:00 AM
6 de enero de 2020, 3:00 AM

Luciana Jáuregui Marcelo Arequipa

SOCIÓLOGA/POLITÓLOGO

Uno de los rasgos del campo político en la última década fue el posicionamiento de Evo Morales como centro gravitacional de las relaciones de fuerza. Dentro del MAS, Evo se convirtió en el factor unificador y dirimidor de las disputas internas entre el bloque corporativo, el indígena campesino y los sectores de clase media, gracias a su capital orgánico, su identificación indígena, y su capacidad de gestión pública. Pronto la centralidad del liderazgo presidencial allanó un proceso de “oligarquización carismática” de la estructura político partidaria, que llevó incluso a García Linera a asimilar al masismo con el evismo.

El resultado fue un desplazamiento del liderazgo inclusivo al exclusivo, cuyo perverso final derivó en la absorción del pueblo en la práctica del gobierno. La, entonces, oposición política se articuló precisamente en torno al antievismo, construyendo una articulación ficticia fundada en la negación al continuismo presidencial. Al igual que en el MAS, ellos también sucumbieron al caudillismo. Evo se convirtió en su Gran Otro develando su pobreza programática y la limitación emocional de su lectura política. Así sucedió lo impensable, el antievismo unificó a derechistas e izquierdistas por igual, quienes no dudaron en dejar de lado hasta su coherencia ideológica con tal de tumbar al fantasma, encumbrando incluso al ala más radical del antievismo: la extrema derecha.

De pronto muchos se vieron desconcertados, Evo se fue y sigue sin llegar la democracia. Lo cierto es que la salida de Evo Morales del poder aceleró la transición política, cuyo derrotero parece cada vez más gris. El MAS se encuentra entrampado en una pulseta de “lealtades” entre quienes se aferran a la discrecionalidad de Morales, y quienes abren distintos frentes de crítica, ya sea para democratizar o hasta para “derechizar” al masismo. Ahí radica el desafío del MAS, repensarse y reactualizarse con Evo y contra Evo. Por el momento, la selección de candidatos se dirimirá todavía por su afinidad con el evismo. Las tres tendencias visibles exponen senderos distintos: Arce Catacora evoca la continuidad de la gestión pública, Choquehuanca el retorno a la vieja gloria, y Andrónico Rodríguez representa una renovación controlada. Lo que demuestra que el liderazgo en el MAS de momento no puede existir si no es en diálogo con el evismo.

Por su parte, las fuerzas posicionadas del centro hacia la derecha, tampoco logran pensarse por fuera del personalismo. Resulta que ahora hay nuevos mesianismos en disputa y en busca de feligreses parar llenar el vacío. Sin embargo, si en un momento los unió el antievismo, su pérdida paulatina como eje, los deja cada vez más huérfanos, los obliga a pensarse como proyecto político, descubriendo que el enemigo sigue en casa. Mañana los candidatos volverán a posicionarse según su distancia con el masismo. De ahí que no resulte extraño que Mesa se asuma como el abanderado “del buen” masismo, Samuel en el masismo selectivo; mientras Camacho, Tuto, Chi y otros se afilien al antimasismo que quiere reescribir la historia desde el Génesis. Por tanto, resulta que el caudillo no se fue del todo, porque al fin y al cabo, el fantasma alude a una escena original que siempre es reproducida y reproducida y reproducida.

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