Opinión

El feliz reencuentro de la cruceñidad

7 de octubre de 2021, 5:00 AM
7 de octubre de 2021, 5:00 AM

El 26 de febrero de 1561 ocurrieron dos hitos muy importantes en nuestra historia. El primero marca el nacimiento de la primigenia ciudad llamada Santa Cruz de la Sierra, a cargo del capitán extremeño don Ñuflo de Chaves. El segundo, fue otro hecho fundacional, porque dio origen a la cruceñidad, donde se fusionaron dos civilizaciones diferentes, una era la originaria y ancestral de los pueblos indígenas, la otra fue primordialmente europea y cristiana.

Con el pasar de los años, se robusteció un mestizaje biológico, que a diferencia de otras comarcas, no hubo segregación social con respecto a los nuevos oriundos que decidieron por propia voluntad llamarse cruceños. Esta alianza etnocultural llegó al punto que en los censos se incluían a mestizos y españoles, sin hacer ningún tipo de discriminación; además que el nuevo cruceño recibía el beneficio de la encomienda.

La mujer nativa también jugó un papel dominante en el nacer de esta nueva simbiosis cultural. Ellas compartieron con las españolas los frutos y plantas comestibles que muy bien conocían. Su aporte a la economía fue fundamental pues producían el lienzo de algodón que luego sería un producto de exportación. Para elaborar el pan de confección europea, ante la ausencia del trigo usaban el maíz o la yuca. En resumen, fue un mestizaje integracionista, aglutinador, cuya etnogénesis dio cabida a una identidad camba-cruceña o simplemente camba.

El distanciamiento de los centro del poder durante la colonia y luego en la nueva república, provocó el sentido de pertenencia fidedigno e inconfundible de un pueblo, cimentado en un lenguaje propio, el voceo, propio de los hombres y mujeres de estas llanuras. Con el tiempo y bajo la ecuación unidad igual a “desarrollo con identidad”, surgió el mutualismo, que dio pie a las cooperativas, ambos signos de innovación del cruceño.

Es muy posible que en estos 460 años que cumple Santa Cruz de la Sierra, hayan surgido nuevos encuentros y algunos encontronazos entre disímiles estilos de vidas. Sin embargo, el último reencuentro de la cruceñidad que pasará a la historia será la XI Marcha Indígena de los pueblos originarios del Oriente, Amazonia y Chaco boliviano, que partió desde Trinidad el pasado 25 de agosto, rumbo a nuestra capital, reclamando respeto a su territorio, identidad y cultura. En palabras de don Marcial Fabricano -líder histórico de los indígenas de tierras bajas que encabezó la primera marcha en 1990-, “…esta movilización se debe a que nos están imponiendo una invasión, que viene siendo programada y promovida de las propias estructuras del actual Gobierno” (El Deber, 3/19/21).

El arribo de más de 500 marchistas, incluyendo niños y mujeres a esta Plaza de Armas un jueves 30 de septiembre, levantó el espíritu del pueblo cruceño que pese a los riesgos de la pandemia, y al son de las campanas de la Iglesia Catedral, taquiraris y chobenas, invadió calles y avenidas, para vitorear a estos héroes que dieron un baño de decencia, dignidad y valentía, no solo a Santa Cruz, sino al mundo entero. El momento más conmovedor fue cuando se izó la bandera del patujú, símbolo de la región oriental.

Caminar 550 kilómetros talón punta pie durante 37 días, enfrentándose a la inclemencia del tiempo, de la covid-19 y otras enfermedades, es toda una epopeya en pleno siglo XXI.

Esta marcha tiene un altísimo valor para el devenir del Oriente boliviano. Reafirma los lazos de unión entre los mismos 34 pueblos originarios de Tierras Bajas con la gente urbana. Igualmente encumbró el espíritu alicaído de muchos con la savia del valor y la esperanza de los indígenas. Del mismo modo, registró los peligros que acechan a nuestro ecosistema y a los que buscan a ultranza impedir que seamos lo que somos (destruir el alma cruceña) para que los cambas-cruceños sean los que ellos quieren que seamos. Esto pareciera un trabalenguas pero solo es el reflejo de nuestra propia realidad. Aquí surge una interrogante: ¿adónde queremos ir?

Aliento la sana ilusión que las imágenes del rostro de estos titanes marchistas que se grabaron en nuestras retinas, sirvan para que los cruceños retornemos a mirarnos “en el espejo”, en vez de verse solamente “el ombligo”. 

Ahora corresponde robustecer sus fundamentos.

Carlos Dabdoub Arrien / ExPresidente del Comité Pro Santa Cruz

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