Opinión

El juego ha terminado

10 de marzo de 2021, 5:00 AM
10 de marzo de 2021, 5:00 AM

El juego ha terminado. Ese podría ser un buen título para expresar la derrota del MAS en las elecciones subnacionales. El juego que alegremente y sin ningún recato ejerció el régimen masista por casi tres lustros, terminó. Las amenazas, las intimidaciones, el “acarreo” de mercenarios electorales, la infinidad de mentiras y medias verdades, el juego sucio, la calumnia, el insulto, la ofensa, la hipocresía y la arrogancia de la que hacían gala 14 años dejaron de funcionar y lo único que en realidad les ha dejado, es la certeza de que sus sacrosantos sueños de grandeza y poder casi eternos, no fueron más que el producto de un sistemático comercio de ilusiones. También quedó claro, que la “moral revolucionaria” considerada la quintaesencia del proceso de cambio y garantía insuperable de su afinidad inquebrantable con el pueblo, solo fue un discurso vacío que no logró vencer ni la primera prueba de resistencia frente a la ciudadanía activa, esa ciudadanía que solo se hace visible cuando tiene que elegir a quien maneje los destinos de su ciudad, y no las metafísicas alturas del Estado donde Evo y sus acólitos tejían ensoñaciones que seis meses de epidemia hicieron añicos.

Ocho de las diez ciudades donde el caudal electoral es decisorio están en manos de alcaldes de la oposición, y al menos en 4 departamentos tendrá que haber una segunda vuelta para decidir si en MAS se queda con el poder, o pasa a segundo plano. ¿Cómo se explica la debacle?

La primera hipótesis sostiene que todo se debe al efecto del dedazo evista. Es una media verdad en la medida en que los “dedazos” suponen una dosis de análisis y reflexión, que en el caso que nos ocupa estuvo errado de principio a fin. Lo que en realidad pasó es que se impuso la egomanía del caudillo. La cúpula masista confundió la realidad del país con la de Evo Morales y al final de la jornada terminó comprendiendo que la una ya tiene muy poco que ver con la otra.

La segunda hipótesis que se maneja sostiene que el poder catalizador de Evo se deterioró por efecto de su alejamiento y tensiones con el Gobierno actual, particularmente con el vicepresidente. Nadie sabe si esto es así, lo que todos percibimos es que el fracaso electoral del MAS nada tiene que ver con sus rencillas internas, lo que en realidad expresa su derrota, es que el fin del caudillismo evista permitió a la ciudadanía reconocer su capacidad histórica. Lejos del miedo, decidió mostrarle al viejo MAS y sus líderes “históricos” que puede decidir por cuenta propia, sin salvadores mesiánicos ni maquiavelos criollos. Ahí reside el fracaso masista. Se trata de un resurgir de la ciudadanía después de catorce años del letargo mediático de un régimen ciego e indolente frente a la realidad de un pueblo cansado de su falsedad.



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