30 de diciembre de 2021, 4:00 AM
30 de diciembre de 2021, 4:00 AM

Se debe reflexionar con intelección y como una constante de vida sobre la misión de juzgar; lo hacemos diariamente sin implicaciones jurídicas frente al prójimo y con ellas cuando se inviste la calidad de juez. Por ello es tan difícil e implica una ardua labor del juez debido a que sus fallos tendrán inexorablemente influencia decisiva en el futuro y estabilidad del condenado o del sobreseído.

¿Cómo se puede atenuar esta complicada misión de juzgar?, solamente con una formidable y progresiva formación, asaz de la actualización jurídica, de la inherente convivencia con los valores y las virtudes que estructura una irreductible e insobornable conciencia moral. El prójimo al que juzga el juez es siempre una ultranza, algo que está más allá de lo fáctico o patente.

Para el juez y las personas comunes solo está presente y patente la realidad de sus vidas, pero esa realidad que la vida es no se la reconoce, por lo pronto, siendo solo de ellos. Las demás vidas humanas que aparecen dentro del ámbito de la propia se identifican como intercambiables en cuanto a su contenido. Ser parte de creer que los demás piensan, sienten y quieren como la vida propia del individuo, por tanto, que hay solo una forma indiferenciada en todos los hombres.

Se revela o se cae en cuenta que la vida del prójimo no es presente y patente, sino que nos llegan de esa vida solo síntomas. Estos síntomas muestran caracteres abstractos, ajenos y extraños, o lo que es lo mismo ininteligibles. Aquí surge la realidad ante nosotros que el prójimo no es un ser que creíamos igual a nosotros. Entonces se descubre que la vida no es siempre presente, patente, inteligible sino que hay una vida oculta, impenetrable y otra: en suma, una vida ajena, que es la vida del prójimo.

Una vez que se reflexiona o se enajena con el prójimo, entendido como apartarse del trato que se tenia con alguien y partiendo que la vida de uno es solo el yo y es lo único presente, patente e inteligible con uno cuenta, entonces, se debe construir al prójimo como un yo que es otro yo, algo a la vez próximo y distante. Este es el titulo de una gran disyuntiva de toda la vida siempre problemática que se llama: comprensión del prójimo.

En ultima instancia, el prójimo es el definitivo otro, pero siempre pensando que podía ser yo, entonces, si los jueces y los ciudadanos comunes juzgan al prójimo como a sí mismos, es decir, con conciencia moral, se juzgará con imparcialidad, aplicando los códigos jurídicos con interpretación y abstrayéndose sin solución de continuidad de influjos de diverso arte.

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