3 de julio de 2023, 4:00 AM
3 de julio de 2023, 4:00 AM


Los últimos actos de violencia y muerte de grupos vulnerables en nuestra región han provocado mucha publicidad y honda preocupación. Sociológicamente, el maltrato infantil (M.I.) y los feminicidios son un problema y fenómeno social actual y en términos éticos, representan una violación de los derechos humanos. Un niño maltratado puede ser víctima de violencia física, psicológica o negligencia, (ausencia injustificada de cuidados), incluyendo el abuso sexual, provocada por padres o adultos que lo tengan bajo su cuidado, y ahora, hasta por los mismos jóvenes, lo que deriva en consecuencias graves para su salud y para su desarrollo corporal y afectivo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 23% de las personas de ambos sexos refieren agresiones físicas cuando eran infantes. A nivel nacional, en el 83% de los hogares bolivianos, niños o niñas, fueron castigados por alguna persona adulta (“Violencia contra la Niñez en Bolivia”, UNICEF). En definitiva, el M.I. per se, constituye una de las preocupaciones sociales más graves y dramáticas que afecta a nuestra sociedad.

Sobre el M.I. en los lactantes y el niño preescolar, aún hoy, muy poco se habla. Ocurre en muchos hogares cruceños, a modo de una epidemia silenciosa; consecuentemente, también el M.I. en niños menores de 5 años es una tarea pendiente en salud pública. En estos casos, el trauma craneoencefálico (TCE) constituye una patología frecuente que puede provocar graves secuelas neurológicas en los niños. Los datos son alarmantes.

La revisión bibliográfica da cuenta que más del 10 % de quienes sufren TCE por M.I., presentan retraso mental y parálisis cerebral; un 30 % padece déficit cognitivo o de lenguaje; 22 % ostenta trastornos de la memoria y aprendizaje, constituyendo por último, la segunda causa de muerte traumática en pediatría.

El M.I. no se presenta de forma aislada, involucra una gran variedad de factores biopsicosociales. Por ejemplo, mientras más joven sea la madre, se observa mayor castigo en el hogar; por el contrario, cuando es mayor tiende a proteger a los hijos. Asimismo, si es bajo su grado de escolaridad, aumenta la probabilidad de que los hijos e hijas sean castigados físicamente. Además, ocurren más casos de M.I. si las madres sufren agresiones físicas frecuentes, cuando existe desintegración familiar, si los padres son consumidores de drogas o alcohol, o viven en hogares con numerosos miembros menores de 5 años. 

Si estos niños llegan a los hospitales, las especialidades más requeridas son los servicios de pediatría, traumatología, neurocirugía y quemados. Sin embargo, en un 31% su presentación clínica puede pasar desapercibida. El error diagnóstico más frecuente en un niño maltratado es una tomografía de cráneo negativa, empero, se debe sospechar de un M.I. en TCE menores de 2 años, cuando se observa una historia por trauma poco clara y un examen neurológico anormal, lesiones cutáneas o fracturas asociadas, hemorragias retinianas, etc.

Para activar acciones que permitan combatir estos hechos deleznables, es necesario, entre otras medidas: 1°) el cumplimiento de las leyes sobre esta materia; 2°) una concertación regional interinstitucional estatal y ciudadana, incluyendo medios de comunicación; 3°) Que el cuerpo médico y auxiliares identifiquen los casos de M.I. en los centros de salud y los denuncien ante autoridades competentes, pues la recurrencia de la violencia en estos niños los puede llevar a la muerte; 4°) la ejecución de campañas de concientización y prevención, permanentes y no aisladas, sobre protección a los niños; 5°) finalmente, que cada ciudadano se convierta en un activo militante en la lucha contra el M.I. que hoy convive en un país donde reina la ausencia estatal en esta materia y la falta de un compromiso activo de la propia sociedad cruceña.