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El MAS y la ideología de la muerte

30 de junio de 2020, 3:00 AM
30 de junio de 2020, 3:00 AM

Uno de los argumentos ideológicos que con más fuerza desplegó el régimen de Evo Morales y su ideólogo de primera línea, Álvaro García Linera, afincaba en su rechazo a la modernidad, ese periodo de la evolución humana marcado por la racionalidad y la razón científica. Para ellos se trataba de un proceso “civilizatorio”, cuyo fin último era negar los valores originario-campesinos. La modernidad, y, en consecuencia, la razón humana eran enemigos de la pureza ancestral de los pueblos.

Desde esa lógica, cualquier explicación que no asentara firmemente en un mito, en una tradición, y finalmente, en un objetivo político a favor de su propia perspectiva, devenía como un intento “civilizatorio” destinado a desplegar todas las formas de dominación colonial. En su versión actual esta manera de interpretar las cosas desde una perspectiva racial, terminó construyendo las más variadas y curiosas argumentaciones frente a la pandemia del Coronavirus. Los dirigentes del reducto masista mejor rearticulado, el Chapare, sostenían que la epidemia era una invención prorroguista del gobierno de transición, y que la epidemia era una invención de la derecha. Cuando la negativa a guardar las recomendaciones de distancia social y cuarentena empezó a mostrar sus efectos, y desde alcaldes evistas a ciudadanos comunes morían víctimas del virus, Morales afirmaba que era el gobierno quien “sembraba” el virus en el Chapare. Los sectores radicales del MAS dinamitaban antenas de COTAS asegurando que el virus llegaba por las bandas de fibra óptica. Si los argumentos empezaban a caer por su propio peso, resultó fácil atribuir al imperio y finalmente al capitalismo el costo en vidas de la epidemia. Los muertos resultaron ser las víctimas de todo, menos de su estrategia para acorralar al gobierno democrático. En cuestión de semanas el discurso masista se transformó en una verdadera ideología de la muerte. Sin importar para nada el numero de decesos que acarrearía romper la cuarentena, concentrar cientos de militantes desinformados, y propagar las mas despatarradas historias en torno al virus, el MAS, acicateado desde Buenos Aires por Evo Morales, se dio a la tarea de propagar la enfermedad y su carga mortal como una estrategia de lucha política y un ingrediente de la campaña electoral. Fuertemente respaldados por su reducto legislativo, diputados y senadores masistas desplegaron todas sus capacidades legislativas para bloquear créditos y mecanismos jurídicos, que permitieran un mejor manejo de la crisis sanitaria. Los dos tercios del MAS mutaron su condición de Padres de la Patria, por padrinos de la muerte.

En un abrir y cerrar de ojos toda la ideología del “Vivir Bien” fue cambiada por el “matar mejor”. Solo se requería fracturar una a una las medidas de prevención epidemiológica, instrumentalizando a su favor un enemigo invisible: el mortal Coronavirus. Aquello de que la vida era el primer y más supremo Derecho Humano se borró del ideario masista. Ahora todo pasa por acumular la mayor cantidad de víctimas mortales y esperar que el gobierno se caiga por sí solo, o se debilite al punto de perder espacios electorales.
Dos vertientes alteraron la ideología masista: la clásica versión marxista de las condiciones objetivas y subjetivas, requeridas para cualquier desencadenamiento de la violencia social, y la atávica idea de que las soluciones y las verdades inamovibles del saber humano, capaces de vencer aún al Coronavirus, son una cuestión de raza, y radican en los filones de la mitología que cultivó el mandatario fugado. 

Este perverso cálculo político es parte inherente del régimen que, durante catorce años, ignoró todas las prioridades de la comunidad nacional en aras de cultivar la imagen del caudillo. A la hora de la verdad, resultó que el monarca había dilapidado más de tres mil millones de dólares hasta el día en que, sin el más mínimo recato, declaró que sus ministros no le habían informado que la situación sanitaria del país era simplemente abrumadora, y que la gente se moría en los pasillos de los nosocomios. Sin embargo, más allá de los absurdos y los argumentos mañosos del MAS y sus estratos dirigenciales, la epidemia ha desnudado la ineptitud de un gobierno que, por casi tres lustros rifó la oportunidad de mejorarlo todo, incluso, las condiciones de salud de un pueblo que se dejó engañar por la verborrea populista y la egomanía del caudillo.






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