16 de febrero de 2023, 4:00 AM
16 de febrero de 2023, 4:00 AM


Cuando estamos en carnavales, como ahora, no falta el que, subiéndose a imaginario atril, pontifica recordándonos que Bolivia perdió el mar precisamente por celebrar el Carnaval.

La observación podría tener efecto, y tomarse en cuenta, de no mediar un detalle importantísimo: no es cierto.

Ya en 1978, en la primera edición, que fue argentina, Edgar Oblitas Fernández publicó una Historia secreta de la Guerra del Pacífico en la que le dedicó siete páginas al tema, demostrando, primero, que el entonces presidente Hilarión Daza no ocultó la noticia de la invasión de Antofagasta y, segundo, que se puso a trabajar con sus ministros en la redacción de los decretos de emergencia nacional.

Lo que publicó Oblitas es que el primer historiador en afirmar que Daza siguió festejando fue el chileno Benjamín Vicuña Mackenna y, en efecto, al revisar el primer tomo de su Historia de la Campaña de Tarapacá: desde la ocupación de Antofagasta hasta la proclamación de la dictadura en el Perú, encontramos su versión entre las páginas 218 y 229.

Llama la atención que nunca nadie haya reparado en el contexto en el que fue publicado ese primer tomo, entre febrero y marzo de 1880; es decir, cuando Daza ya no era presidente, y ya no podía defenderse, y la guerra seguía en curso. Eso, y el tono altamente patriotero del libro, lo convierten, inequívocamente, en propaganda de guerra. Esa es la obra en la que se basan todos quienes, hasta ahora, siguen repitiendo la cantinela de que perdimos el mar por festejar.

¿Cómo fue que se armó el asunto? Hay que tomar en cuenta que el 27 de diciembre de 1879 se produjo un golpe de Estado en contra de Daza, encabezado por Eliodoro Camacho y Belisario Salinas. El hecho provocó la reacción de sus seguidores, que se contaban por lo menos por cientos, así que los golpistas, y quienes actuaban detrás de ellos, tuvieron que urdir una campaña de desprestigio que comenzó por culpar al depuesto presidente por la retirada de Camarones, y aprovechó muy bien el libro de Vicuña. Entonces se cambió la narrativa del “golpe” por “revolución” y esto último comenzó a repetirse machaconamente por los escritores del régimen. Camacho la incluyó en su defensa y la versión fue recogida por José Vicente Ochoa, que le dedicó su libro.

El mito carnavalero de la Guerra del Pacífico es un ejemplo de cómo se puede cambiar la versión de los hechos y convertir el blanco en negro. Con las muchas y obvias diferencias, se parece a lo que está haciendo actualmente el MAS con la renuncia de Evo Morales. A fuerza de repetir la mentira, la quiere convertir en golpe de Estado y, gracias a los cerebros que son simples cajas de resonancia, lo está logrando.

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