Opinión

El pintor de paredes, arte urbano

14 de abril de 2021, 5:00 AM
14 de abril de 2021, 5:00 AM

Tal como en sus trazos estuvieran dirigidos por el gran Miguel Ángel cuando pintaba El Juicio Final, o sus dedos movidos por Paul Cézanne o algo de Artemisia Gentileshi corriera por sus venas, Fernando Camargo es un artista, un pintor de origen guaraní que con su arte ha cambiado la cara del pueblo de Gutiérrez, una comunidad ubicada a 200 kilómetros de nuestra ciudad.

Fernando con 18 años recién cumplidos ha trasladado su arte a muchas de las paredes de su pueblo. Empezó a los 10 años, con un pedazo de carbón y una hoja de papel bond reciclada, sus primeros dibujos, la mayoría retratos, estaban con caras medio ovaladas y ojos alargados, pero con el tiempo sus dibujos se fueron perfeccionando.

Nunca escuchó de Cézanne, ni de Gentileshi, algo de Da Vinci y de Miguel Ángel, pero sus pinturas tienen algo de ellos, algo innato producto del perfeccionamiento de su don a través del gusto por la pintura, por el arte y las ganas de superarse.
Cualquiera pensaría que Fernando Camargo pasa las horas del día perfeccionando su arte copiando pinturas a través de las facilidades que ofrece el internet o que visitaba exposiciones virtuales habilitadas en la pandemia, quizás tiene un profesor particular que va todos los días a su casa a enseñarle el oficio, pero no; Fernando, el menor de cinco hermanos, no tiene acceso al internet, menos una computadora, ni una mesa de dibujo iluminada, ni pinceles, ni pintura, ni lienzos. Él tiene ilusión, tiene ganas de aprender, ganas de ser mejor, ganas de ser reconocido, ganas de superarse. Sus cuadros son realizados sobre lienzos prendidos, hojas de papel bond recicladas, pinceles a medio usar, cuadros de metal de turriles en desuso.

Sus pinturas las realiza en la mesa de su sala, ya que en su cuarto las cinco camas donde duermen sus sobrinos ocupan todo el espacio.
Sus pinturas reflejan su identidad, esa que él con orgullo manifiesta en sus dibujos. Su sangre guaraní se mezcla y se fusiona con la bravura de un tigre como si fuera el guardián de la comunidad. Afuera del Cementerio General de Gutiérrez, nombrado Campo Santo, figuran una veintena de cuadros con caras de mujeres guaraníes con collares de maíz, mejillas pintadas de colores y pañoletas en la cabeza, tal como si Fernando en su mente hubiera evaluado a la perfección el retrato de Frida.

En una sociedad donde las necesidades son muchas y las oportunidades pocas, sus pinturas han cambiado la cara del pueblo, insertando retratos y paisajes en las paredes que reflejan la cultura, sus raíces. Fernando Camargo es un pintor ávido que ha demostrado que cuando las ganas son muchas, las excusas no tienen cabida.



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