Opinión

El riesgo de tropezar en la misma piedra

25 de septiembre de 2020, 8:00 AM
25 de septiembre de 2020, 8:00 AM

En noviembre del pasado año parecía que el país recuperaría la capacidad de elegir, en las nuevas elecciones generales, entre las ofertas que se le presenten la que más desee y no votar en contra de alguna de las fórmulas en disputa.
Sin embargo, la decisión de la presidenta Jeanine Añez de convertirse en candidata a la Presidencia y la pandemia del coronavirus, frustraron esa posibilidad, y hoy, como en las anuladas elecciones de octubre del año pasado, crece la tendencia a votar en contra y no necesariamente a favor de una candidatura.

Para peor, el tigre herido está agazapado y desde su autoexilio amenaza con la violencia si su candidato no gana.

En ese ambiente, el Movimiento al Socialismo (MAS) y Comunidad Ciudadana (CN) pugnan con mayor posibilidad por alcanzar el primer lugar que se traduce en obtener los votos necesarios para ser elegidos en una primera vuelta, o competir en una segunda. Y hay un tercero, el candidato de Creemos, que, sin tener esa posibilidad, puede convertirse en un árbitro de la resolución política de la presente campaña electoral. Con una salvedad: que el tercero, más allá de la diferencia de votos que obtenga respecto a los anteriores, pueda, también, facilitar que uno de los anteriores alcance la Presidencia en la primera vuelta.

Me refiero, obviamente, a Luis Arce, Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho.
Utilizando viejas categorías se puede clasificar a Arce como representante de sectores de izquierda radical; Mesa de un centro político, y Camacho de una derecha radical que, de una u otra manera, está tratando de cooptar a las diversas fracciones que en esa corriente existen. Asimismo, si nos atenemos a sus tradiciones y discursos es posible encontrar entre Arce y Camacho una coincidencia: tienen una visión autoritaria del ejercicio del poder.

Por tanto, creo que en las próximas elecciones nos estamos jugando el futuro del sistema democrático y no sólo elegiremos a quienes administrarán el aparato estatal en los próximos cinco años.

De ahí que es un tiempo en el que dar pasos falsos no solo afecta a quienes los dan sino a toda la población y, en este sentido, Santa Cruz tiene, sin duda, la monedita de oro y el voto de su población será determinante.

Además, internamente el voto cruceño no sólo afectará la elección presidencial, sino, por un lado, la forma en que el departamento de relacionará con el poder central y, por el otro, la forma en que encarará su desarrollo en los siguientes años.

Con matices, los grupos de poder internos de Santa Cruz están ante una situación muy parecida a la que vivieron en 19965-96 cuando se disputaba la Alcaldía cruceña entre Percy Fernández y Johnny Fernández. 

Entonces estaba claro que el proceso de modernidad urbana y su continuidad exitosa requerían de Percy y que el ingreso de Johnny pondría en peligro esa visión. Pese a ello, se impusieron los grupos de poder que avalaron a Johnny por intereses corporativos inaugurando un proceso de desinstitucionalización que hasta ahora no ha sido posible revertir completamente.

A ese problema de fondo, habría que agregar que no se gobierna democráticamente sólo con “huevos” ni sólo con juventud… Recordemos que Melgarejo, al asumir la Presidencia de la República, “tenía huevos” y era joven…

El país requiere de dirigentes, hombres y mujeres, que recuperen el principio esencial de respetar la Constitución y las leyes en su acción de gobierno…, y esa, creo, debería ser la tónica para definir nuestro voto en las elecciones del 18 de octubre.


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