20 de abril de 2023, 4:00 AM
20 de abril de 2023, 4:00 AM

Una de las reservas más importantes de Bolivia está siendo maltratada por varios flancos sin que nadie asuma la responsabilidad de impedirlo.

El parque Isiboro Sécure (Tipnis) sufre uno de los mayores desafíos de su historia, por las actividades recurrentes e ilegales de la deforestación y tala de árboles, las plantaciones ilegales de hoja de coca y el desenfreno de la actividad ganadera en una zona no apta para esas prácticas.

Esta zona protegida, con alta biodiversidad, que además es hogar de pueblos indígenas, sufre de permanentes avasallamientos de los llamados interculturales que tras asentarse cultivan cocales en sitios prohibidos, además del desmonte y la ganadería.

El Tipnis, objeto de lucha en décadas pasadas y de reivindicaciones originarias y medioambientales, está siendo fragmentado por la descontrolada expansión de la frontera agrícola poniendo en riesgo, además, la supervivencia de las poblaciones indígenas originarias que dependen de los recursos de la selva.

Se parcelan territorios, se abren caminos en el bosque, se modifican los ecosistemas que guarda la reserva en la zona sur del Tipnis. Junto con la selva se preserva la identidad de los pueblos indígenas como los chimanes, mosetenes y yuracarés. Ante la escasa preocupación del Estado boliviano por la invasión en estos territorios, la desesperación crece junto a las denuncias y el deterioro del territorio.

Incluso este avance de las talas y desmontes, más el sembradío de coca, ha derivado en escenarios de tensión, violencia e inseguridad en el Tipnis.

Es urgente salvaguardar esta joya natural antes que sea tarde. Como otros patrimonios, valen si están vivos y evitar que se conviertan en ruinas para adorarlos y fotografiar sus vestigios. Hoy su defensa es urgente, sin plazos ni excusas.

Porque la pérdida del Tipnis trae consecuencias para la biodiversidad. Al ser una de las áreas protegidas más biodiversas del país y de Sudamérica, sus ecosistemas, como la selva húmeda, praderas de altura, lagunas, etc., son cruciales para conservar su flora y su fauna.

Contiene especies endémicas, que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo, entre ellas el caimán negro, el oso de anteojos y el puma de crin rojizo. La pérdida del Tipnis significaría la extinción de estas especies.

Cabe mencionar que alberga también corredores de biodiversidad que conectan con otros ecosistemas como la Amazonia, el Chaco y la región chiquitana. La fragmentación de estos corredores aislaría poblaciones de especies y erosionaría aún más la biodiversidad.

No se trata de “mi territorio” para abusar de él hasta secarlo, porque, entre otros daños ya señalados, la deforestación indiscriminada aumentaría la huella de carbono e incrementaría la emisión de gases de efecto invernadero. Esto significa que el daño no es solo a Bolivia. Las consecuencias humanas, étnicas, culturales y ambientales a escala regional tienen un impacto demoledor.

Es hora de bajar los discursos de la Pachamama y la protección del medioambiente a una realidad honesta, concreta y palpable. El equilibrio, tantas veces mencionado, debe ponerse en práctica, así como la vida en armonía entre el hombre y la naturaleza. Lo demás es politiquería.

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