Opinión

El vaciamiento ideológico de la wiphala y el patujú en Santa Cruz

5 de marzo de 2021, 5:00 AM
5 de marzo de 2021, 5:00 AM

La flor del patujú fue reconocida como símbolo nacional en la nueva Constitución Política del Estado, en 2009, y emergió como bandera en 2012, durante la VIII Marcha Indígena por la Defensa del Territorio y el Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis). En ese contexto, este símbolo refleja la lucha de los pueblos indígenas de tierras bajas y su oposición a las políticas extractivas del gobierno del expresidente Evo Morales; pero no es precisamente una bandera, como tal, del Estado Plurinacional.

La bandera del patujú hace alusión a esa marcha histórica por la defensa Tipnis frente al proyecto de construcción de la carretera San Ignacio de Moxos-Villa Tunari. Posteriormente, fue reconocida como bandera departamental de Santa Cruz por ley departamental, el 28 de junio de 2013, que la declara como símbolo departamental que representa a las y los habitantes, culturas y riquezas cruceñas.

El 26 de febrero, jóvenes de la Unión Juvenil Cruceñista reivindicaron la bandera del patujú en contraposición a la de la wiphala, la cual retiraron para mostrar su rechazo al gobierno central quien la izó en la Plaza 24 de Septiembre.

Este hecho corrobora el vaciamiento ideológico de los símbolos de los pueblos indígenas, ya sea del occidente o el oriente del país, un desconocimiento sobre sus símbolos y lo que la Constitución dice respecto a ellos.

Esto parece recordar lo que pasó en noviembre de 2019, con la salida del gobierno de Evo Morales, cuando algunos policías relacionaron a la wiphala como parte de los símbolos del Movimiento al Socialismo (MAS) y cortaron la insignia de sus informes, lo que mostró la falta de comprensión de la realidad política nacional y del contenido de los símbolos, tanto así que hasta el mismo Luis Fernando Camacho dijo que fue un error, después del desagravio realizado por la Policía Nacional. Este desagravio indignó a una buena parte de la ciudadanía en el país y generó una mayor identificación hacia la wiphala; además hizo que la ciudad de El Alto se levante en una movilización frente al gobierno de Jeanine Áñez.

Para algunas personas el hecho de izar la wiphala en la plaza 24 de Septiembre significa la aculturación impositiva y una violencia simbólica hacia Santa Cruz, porque este símbolo no representa a Santa Cruz y fue impuesta por la mayoría simple del MAS y por tanto siempre será resistida por quienes no comparten esa imposición cultural.

Sin embargo, esta lectura cae en la instrumentalización de los símbolos de los pueblos indígenas, en la disputa: Estado central vs. región, discurso que trabajó el Comité pro Santa Cruz y algunos de sus intelectuales orgánicos que siguen anclados en el cruceñismo de las décadas de 1960 y 1970, el cual refleja un desconocimiento del actual tejido social cruceño, así como su proceso de interrelación cultural permanente, donde viven personas de todos los confines del país y el mundo. Santa Cruz también habla aimara, guaraní, quechua, besiro, zamuco, etc.

El desafío de que Santa Cruz, el departamento más plural y más cosmopolita en cuanto a su población y cultura, dirija los destinos de Bolivia en los próximos años está cada vez más lejos por lecturas y acciones que no reconocen su complejidad y riqueza sociocultural.



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