Opinión

Elecciones sin política

30 de agosto de 2020, 5:00 AM
30 de agosto de 2020, 5:00 AM

Pocas veces (por no decir nunca) se ha visto una situación parecida en la política nacional; más allá del comprensible freno obligado por la pandemia, da la impresión de que se acabaron las ideas políticas y programáticas y que la creatividad se escondió, huyó o ni siquiera se acercó a los políticos que buscan ganar una elección sin hacer mucho.

Convengamos que estas elecciones son o pueden ser tan importantes como las primeras después de las dictaduras, allá por los años 80 del siglo pasado. 

Se juega o la continuidad del modelo del populismo sigloveintiunero, con Arce Catacora (si acaso logra deshacerse de Evo Morales) o el verdadero proceso de transición hacia un nuevo país, una transición que exigirá a los nuevos gobernantes desmontar en cinco años el corrupto, abusivo (y varios adjetivos calificativos más) aparato montado por el MAS, que no sólo impuso la violencia simbólica y fáctica, mediante leyes o acusaciones y persecución como modo de gobernar, sino que los normalizó a fuerza de tanto repetirlos, como “cosa de todos los días”.

Esas las dos alternativas para el país. En otro tiempo eso debiera haber exigido a los participantes ensayar propuestas programáticas para el momento que se vive y el que se viene, lo que evidentemente demanda mucha creatividad, desafiada por la delicada situación en la que vive el mundo. 

Lamentablemente, vemos que no hay ni lo uno ni lo otro: no estoy tan equivocado si sostengo que no hay una propuesta creativa que muestre una diferencia entre los que disputan el poder al MAS. Esa(s) propuesta(s) debe(n) mostrar una clara diferencia con el pasado que probablemente la mayoría de este país quiere superar. 

Si los estrategas o sus candidatos tienen propuesta, no parecen encontrar la manera de generar interés en la población; vemos una absoluta carencia de creatividad propositiva, están dejando a la población en ascuas, con la idea de votar útil o de repetir lo que había ante la carencia de algo que los haga cambiar la dirección de su voto.

Y no nos digan que no es posible trabajar para lograr interés en una población que espera mucho más de lo que ve y escucha, porque las redes sociales en todos los espacios tienen ejemplos claros de quienes encuentran modos para llegar a la gente para permanecer, subsistir o incluso crecer en los tiempos que corren; estos son tiempos de creatividad extrema; el teatro, los músicos, el periodismo, los vendedores de cualquier cosa extreman sus creatividades y logran resultados maravillosos, algunos de ellos con puestas muy efectivas, convocantes y hasta llenas de optimismo, en un tiempo en que si algo falta, es eso: optimismo.

Todos, se mueven, no se quedan quietos, menos los políticos que no tienen siquiera campañas chatas, que al menos hagan que la gente las critique, pero que hable de ellas; estos dan la sensación de haberse retirado de esa parte tan importante que significa hacer conocer sus ideas y propuestas y dan la impresión de estar tratando de conservar los espacios que lograron en la frustrada y fraudulenta elección del 2019 o que los rivales cometan más errores que ellos para que, sin hacer nada, los votos de los rivales cambien de dirección, si es posible, hacia caudal propio.

Hoy, de acuerdo a encuestas que se conocen, hay aproximadamente un 30% de gente que no sabe o no quiere votar por nadie y entre los políticos tratan de hacer que alguno de sus oponentes se baje para quedarse con parte de sus votos que no llegan siquiera a la mitad de ese 30%. Y lo hacen bajo el objetivo del “voto útil”; de la idea de que el elector “no desperdicie el voto”, pero no se meten a ese 30% porque parece que no saben cómo hacerlo.

Así, el MAS tiene a Arce Catacora en la marginalidad, entre la radio Kawsachun Coca y el canal Abya Yala; es decir, manteniendo a los convencidos, privilegiando el voto duro, sin atreverse a manotear entre indecisos o los que no quieren votar por nadie o no responden por quién hacerlo.

A lo más que llegó el candidato exministro fue a comunicar a un medio norteamericano que va a exigir un aporte de 400 millones de dólares de “los ricos” del país, como una manera de mantener ese “voto duro”, al que le han metido la idea de que estar contra los ricos es una clara manifestación política que prefiere a los pobres. Lo que no saben esos “duros” es que 400 millones de dólares no significan nada en la economía nacional, aunque suene a mucho, pero no importa, lo que hay que hacer, es decirlo, para consolidar espacios.

Esa es la pobreza de Arce que nunca fue muy creativo y no está decidido a comenzar a serlo ahora, peor cuando ese partido y su líder Morales Ayma estén atravesando su peor momento, “acoquinados” (como decimos los cambas) por las evidentes faltas morales y los delitos cometidos; aunque cueste probarlos, en la cabeza de la gente, lo visto y sabido ya está incorporado, difícilmente el jefazo salga bien de ello.

Carlos D. Mesa, que es el más cercano de la vereda del frente de Arce a la segunda vuelta, se conforma con aparecer tres minutos cada dos días en redes sociales con presentaciones de mal gusto, chatas y no siempre de temas que se debaten en ese día (las salidas de ese tipo debieran ser certeras y disruptivas, políticamente hablando) y se presenta siempre solo, sin dar una idea de “adhesiones populares”, como si las computadoras no fueran capaces de hacer que su soledad pueda estar acompañada (la idea de esta frase va como homenaje a Pablo Milanés). ¿Es falta de creatividad o de dinero? ¿O simplemente es una decisión de no generar debates en relación a lo que dice, para evitar contradicciones que hagan que el voto útil, que definitivamente lo puede favorecer, se quede a su lado y que además, en el último minuto, algunos indecisos lo miren solamente a él? Ellos sabrán, lo cierto es que hacen cualquier cosa, menos política.

Jeaninne Áñez es la tercera en la fila y quien tiene las cosas más difíciles, porque los problemas del gobierno hoy son más que las virtudes de su candidatura. 

Ya no muestra siquiera la fuerza y convencimiento del principio; no muestra fortaleza y coraje; seguramente los hechos de corrupción denunciados y que se relacionan, principalmente con la pandemia, minaron su espíritu, pero están ahí y en el gobierno no saben cómo salir de ellos, minando la candidatura que parece haber descubierto que los “bonos” rinden políticamente y todos los días desafían al MAS a que los apruebe. ¿Y eso es todo? ¿Servirá?

La presidenta busca polarizar con el MAS y para ello no mira ni responde a Mesa, que no logra encontrar cómo hacerse un lugar entre ambos como para entrar al debate. Ninguno de los dos le responde. Esa polarización hace que nadie reclame un plan o una idea de país ni a los polarizados ni a Mesa. Entonces, parece servir como estrategia y así parece que van a tener al elector hasta octubre, salvo que se les ocurra a ellos (u ocurra en el país) algo que haga cambiar de dirección de manera radical.

Son tres candidatos principales. Da la impresión de que la idea de los tres protagonistas se reduce a dos, con una candidata con posibilidades claras de ser la mejor tercera y, salvo que algo pase, esto puede no cambiar, de tal manera que los participantes que no llegan a dos dígitos simplemente serán la expresión y el testimonio de que en democracia todos pueden intentarlo, aunque tampoco sean capaces de presentar buenas ideas y programas.

Faltan 49 días para las elecciones y nada indica que las cosas vayan a cambiar demasiado y es una pena, porque estas son las elecciones más importantes desde aquella que abrió el retorno a la democracia. 

Parece que quienes postulan no se dan cuenta, o peor si lo hacen, no saben cómo salir de ello y eso les va a jugar en contra porque, gane quien gane, el gobernante no tendrá el apoyo convencido de la mayoría y el voto que reciban será “por utilidad” y esa utilidad se “cobra” a la vuelta de la esquina. Es bravo, reclamón y protestón. Al fin de cuentas, votar útil tiene que ver con intereses propios y no por pasiones con ajenos.

Debiera ser tiempo de política, parece que es sólo de acomodo.

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