Opinión

Empatía: Prestame tus ojos

11 de diciembre de 2019, 3:00 AM
11 de diciembre de 2019, 3:00 AM

Alejandro Velarde Arteaga - Psicólogo

De la mezcla entre el delicioso sabor de la “olla común” y el diálogo entre compatriotas brotó un nuevo entendimiento entre bolivianos. Fueron momentos en los que al encontrarnos de cara al sol en plena calle encontramos nuestras propias palabras en las palabras del otro, descubrimos nuestras propias necesidades en las necesidades del otro, respiramos el mismo aire de simplicidad y reconocimos que nuestras diferencias no deben marcar la diferencia.

Fueron días en los que desarrollamos la capacidad de poder entender a nuestros semejantes, no solo en cuanto a sus opiniones, sino en cuanto a sus emociones y actitudes. Nos permitió ponernos en el lugar del otro y ver el mundo desde su mirada, en otras palabras: fuimos capaces de ser empáticos.

La palabra empatía proviene del griego “em-patheia” que significa “sentir en” o “sentir dentro”, consecuentemente la empatía es la capacidad de ponernos en el lugar del otro y entender y experimentar las circunstancias desde su visión, pero entendiendo que somos nosotros quienes experimentamos esas vivencias. La empatía no es un don o algo con lo que nacemos; es una capacidad que puede desarrollarse, principalmente mediante el contacto con otras personas especialmente aquellas que tienen opiniones, creencias, actitudes, conductas, o experiencias diferentes a las nuestras.

La empatía desempeña importantes funciones tanto para el individuo como para la sociedad. Desde el punto de vista social, la empatía es uno de los principios fundamentales que rigen la sociedad, por ejemplo para no permitir que las personas sufran hambre, enfermedades o cualquier otra situación inadecuada. Ésta preocupación por los demás contribuye al desarrollo de políticas sociales y de servicio, constituyéndose en una obligación para quienes gobiernan y en una exigencia de quienes son gobernados; de esta manera la empatía se convierte en una especie de lazo invisible que conecta a todas las personas.

Desde el punto de vista individual, la empatía se enmarca en las llamadas “habilidades sociales”, las cuales se definen como las conductas que una persona realiza en un contexto interpersonal, que le permiten expresar sentimientos, deseos, opiniones, actitudes, o derechos de una manera adecuada a la situación. La empatía, en este caso, constituye una habilidad social avanzada, caracterizada por:

Acción empática planificada: la persona actúa tanto espontánea como planificadamente de manera empática.

Comparte sentidamente las emociones de otra persona: reacciona reflejando las emociones de los demás y las experimenta como propias, pero sin perder la distancia de su propia subjetividad (se da cuenta que está experimentando una emoción en respuesta a otra emoción).

Comprende los pensamientos y puntos de vista diferentes a los suyos: acepta y respeta opiniones contrarias a las suyas en cualquier ámbito de la experiencia: política, religiosa, moral o valorativa, etc.

Se contagia de la sensibilidad corporal y emocional: no finge sus reacciones emocionales pues las experimenta realmente a nivel corporal (sudoración, taquicardia, etc.) y no verbal (la postura corporal, las expresiones faciales, el contacto visual, etc.)

Si vemos la empatía como un factor fundamental del comportamiento humano en interacción, podemos hacer la extrapolación también al campo político, pues éste también tiene que ver con las interacciones humanas. Necesitamos que nuestros líderes sean empáticos, que no vean a los demás como simples instrumentos para conseguir sus fines, o como piezas de un engranaje que en cualquier momento pueden ser descartadas y sustituidas por otras. El reto que tenemos como sociedad, entonces, es poder seleccionar aquellos líderes cuya conducta (y no solo su discurso), expresen empatía por sus semejantes indistintamente de sus condiciones o características, la gran pregunta entonces es: ¿cómo podremos identificar a los líderes realmente empáticos?; la psicología nos puede dar algunas pautas:

Hay un axioma psicológico que dice que el mejor predictor de la conducta futura es la conducta pasada, entonces valdrá la pena conocer y reconocer los antecedentes reales de quienes pretendan liderizarnos.

La Terapia Breve nos enseña que muchas veces el problema no es el problema, sino que el problema es la solución, la solución equivocada que hemos desarrollado: si elegimos mal a nuestros gobernantes, pues podríamos analizar los factores que nos llevaron a tomar tales decisiones, y cambiarlas si es necesario.

Finalmente, parafraseando a Terencio podremos decir que “Soy Humano y nada Humano me es ajeno”, para así “mirar desde dentro” y aunque no sepamos el color de ojos de nuestros semejantes, podamos reconocer su mirada.

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