Opinión

Empleos y más empleos

11 de septiembre de 2020, 5:00 AM
11 de septiembre de 2020, 5:00 AM

Un virus es una microscópica amenaza para la salud. Una colonia de estos es un peligro de enfermedad en ciernes. Millones y millones de millones, una epidemia o el comienzo de una pandemia devastadora a la cual estamos sobreviviendo e infelizmente mirando con profunda tristeza los efectos devastadores en vidas humanas sacrificadas y en miles de personas que, fruto de las cuarentenas en todo en mundo, han generado uno de los enemigos mas grandes de la economía: el desempleo.

Un desempleado es un problema individual. Dos son una tragedia familiar y, si se multiplican las familias afectadas, tendremos una recesión económica cuyo crecimiento pronto la convertirá en una deflación con todas las de la ley. Y es muy sencillo, la economía funciona perfectamente cuando las fuerzas del mercado interactúan produciendo los precios. Una ley en economía dice que, habiendo desempleo, la demanda agregada decrece, el consumo cae y si la oferta se mantiene estable los precios tienden a caer. Existen corrientes de pensamiento económico que afirman que la deflación puede ser más peligrosa que la inflación

Además, con el agravante de que, si la cantidad de desocupados sigue creciendo sin esperanza, será el combustible de motines, asonadas y revueltas. El ejército de una revolución. Vamos por ese camino.

Para ver su inminencia y gravedad no se requiere leer a Lenin o repasar a Mao. Y aunque los datos del INE hoy están menos confiables que nunca, economistas estiman que el desempleo o desocupación, en este momento de aún confinamiento debe estar superando el 35 por ciento; es decir, de desempleo abierto, en julio de este año, no es una estadística más sino la fotografía de una frustración, donde de cada cien bolivianos listos para trabajar de inmediato, más de treinta y cinco no encuentran dónde hacerlo. Unos llevan tiempo buscando infructuosamente un puesto dónde acogerse. Otros lo tenían y la pandemia se los arrebató. Sus compañeros de infortunio intentan refugiarse en la informalidad, pero la informalidad los rechaza.

Ni siquiera desglosar las cifras globales sirve de consuelo. Alrededor de cada persona sin empleo vive una familia ¿hasta cuándo aguantarán esta situación? La paciencia no dura para siempre. Y no es que se ignore el problema. Al contrario, desde el principio hubo una conciencia sobre la necesidad de prestarle atención prioritaria, aunque los mismos afectados no dimensionaran sus verdaderas implicaciones ni su profundidad. Quizás por eso las medidas de emergencia, apenas tocaron la superficie sin causar el impacto deseado.

Lo cual se explica porque nadie, ni en Bolivia ni en el exterior, pensó que estábamos en una coyuntura de proyecciones tan catastróficas. Y aunque las medidas adoptadas han sido muy “livianas” aún tendremos otro remezón, por eso el futuro Gobierno que se elegirá en pocas semanas, debe intensificar planes a corto, mediano y de largo plazo que impulsen la creación de empleo, así no cumplan los más refinados modelos económicos. Mientras se creen puestos de trabajo, las críticas teóricas no importan, o mejor dicho, importan menos.

Nuestra economía tiene una enorme capacidad de recuperación y una inimaginable voluntad de lucha que se crece ante las dificultades. Ahora solo espera que les abran a sus trabajadores las posibilidades de ganarse honradamente el pan con el sudor de la frente y no con la piedra en la mano.

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