30 de junio de 2023, 4:00 AM
30 de junio de 2023, 4:00 AM

El 29 de junio queda marcado en la historia como un día nefasto para el periodismo. Página Siete anunció el final de sus ediciones. Esta mala noticia abre una herida en la sociedad boliviana, que un medio esté obligado a cerrar es un golpe a la libertad y a la democracia.

 La noticia fue oficializada en una carta del presidente del directorio, Raúl Garafulic, quien definió esta circunstancia como una “tormenta perfecta”, en la que intervinieron factores externos y comunes como la pandemia o la elevación del precio de los insumos con la guerra en Ucrania. Pero gravitaron mucho más los factores internos del país, que se sintetizan en la presión política frente a un medio libre e incómodo para el poder.

El texto publicado señala que “el partido de Gobierno bloqueó sistemáticamente la pauta publicitaria para el periódico y que incluso presionó a empresas privadas del sistema financiero para que no publiquen sus avisos en Página Siete”.

Además, refiere auditorías y multas recurrentes de instituciones del Estado contra este medio de comunicación, mientras que otros medios afines al Gobierno eran tratados con guante blanco.

Raúl Garafulic habla también de hostigamiento público a través de redes sociales, que está impune. Y menciona que hubo acoso judicial que terminó con el congelamiento de las cuentas del presidente del directorio de este medio de comunicación.

Los problemas detallados en esa nota de despedida no son apenas de Página Siete, sino de casi todos los medios independientes del país. Restricciones en la pauta publicitaria, acoso tributario, hostigamiento de guerreros digitales en las redes sociales, ataques directos desde el poder y mucho más son una realidad en una conducta desequilibrada de parte del Gobierno que, en cambio, privilegia a los medios genuflexos y funcionales a sus intereses, otorgándoles millones de bolivianos en publicidad, tengan o no tengan audiencia.

La mala noticia del final de ediciones de Página Siete debe ser un llamado de atención para la sociedad. Quien más pierde es el ciudadano, que se queda sin la opción de la diversidad informativa y de la búsqueda de la verdad. No es un hecho más ni una circunstancia a la que no hay que prestar atención. El periodismo libre está comprometido con la comunidad y necesita de la comunidad para seguir existiendo.

Es preciso que también reflexionen los emprendedores y los empresarios bolivianos. Así como los medios independientes dan cobertura a sus dificultades y a sus aciertos, así también deben respaldar las iniciativas de negocios que solo buscan salvar la libertad de prensa.

Frente a este escenario, que el poder político no se engañe, porque la libertad de opinión, de expresión y de prensa también permite que las diversas tendencias y corrientes puedan dar a conocer sus posiciones y denuncias. Lo otro, el totalitarismo, es una suerte de prisión para las ideas libres y causa separatismo y violencia, los males más acuciantes del país en este momento.

La democracia no es saludable sin un medio que sea capaz de destapar los hechos de corrupción, de pedir respuestas y exigir que los servidores públicos rindan cuentas de sus acciones u omisiones. Que un medio independiente deje de circular en el país es un duro golpe a la libertad y a derechos fundamentales. Hay que darse cuenta ahora, más tarde puede ser demasiado tarde, como ha sido en Cuba, Venezuela, Nicaragua y ahora en algunos países de Centroamérica.

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