Los incendios en la Chiquitania mostraron méritos que llevan décadas; sin embargo, los bomberos no logran que las autoridades y la ciudadanía les faciliten el trabajo

10 de noviembre de 2020, 16:06 PM
10 de noviembre de 2020, 16:06 PM

Mucho se aplaude la labor de los bomberos, voluntarios o asalariados. Y, sin duda, la catástrofe de 2019 en la Chiquitania los catapultó como héroes.

Pero ellos no nacieron con esas llamas, algunos existen desde hace casi tres décadas, y durante ese tiempo, su rol hizo poco ruido, fue igual de silencioso que las dificultades con las que lidian históricamente para extinguir el fuego.

De entre muchas nuevas, son cuatro las instituciones con mayor experiencia en el tema, que se reparten la capital cruceña, y que, por supuesto, asisten al pedido de auxilio de los municipios más pequeños, incluso a miles de kilómetros de distancia. 

Entre los voluntarios están los bomberos de la Fundación Solidaria (Fundasol), con 27 años de labor, y los UUBR, con 23. Entre los que dependen de instituciones, figuran los de la Policía Nacional y los de la Alcaldía.

Fundasol está en una zona de alto riesgo, en el Parque Industrial, que abarca desde la avenida Cristo Redentor hasta la Virgen de Cotoca; UUBR está por la doble vía a La Guardia; la Policía que trabaja en el área de colindancia de la avenida La Barranca; y los bomberos municipales, con base central en la exterminal, pero con subestaciones desconcentradas en varios distritos: DM-12 (Los Lotes); Plan 3.000; La Campana; Villa Primero de Mayo; casi Radial 10 y quinto anillo; y están por abrir un equipo de desconcentración en el DM-5, zona del mercado nuevo Los Pozos.

No es tarea fácil

Con los incendios registrados en puntos de riesgo alto, como el Parque Industrial (PI), salieron los voluntarios pidiendo la instalación de más hidrantes. Apenas uno de sus eternos requerimientos.

“Por lo menos debería haber a 400 metros alrededor del incendio, eso nos facilita acceso al agua de manera continua. La administración del Parque Industrial debería preocuparse por colocar la cantidad de hidrantes en función al riesgo elevado”, pidió Álvaro Castillo, uno de los comandantes y fundadores de UUBR, que además argumenta el requerimiento con el tiempo perdido en busca del líquido vital.

Según Castillo, se trata de centros empresariales e industriales que deben cumplir cierta normativa mínima, “la aseguradora debería evaluar eso, y en función a eso subir o bajar la prima”, sostuvo, además de mencionar la deficiente iluminación y señalización y estado de las calles.

El voluntario, además, mencionó las complicaciones para coordinar cada vez que se cambia a una cabeza, encargada del tema.

“Quieran o no aceptarlo, muchas de las instituciones que dependen de un nivel de Gobierno están supeditadas al partido político que los maneja, sea nacional, departamental o municipal. Se molestan cuando se los digo, pero es la realidad, no me estoy inventando, llevo 23 años en esto y así lo hemos vivido, pero como que lo estamos mejorando”, se resignó.

Quizás una de las incomodidades más serias tenga que ver con la Aduana. La ayuda pública, que solo proviene del nivel departamental, equivale a entre el 5 y 10% del total, aunque por primera vez la instancia nacional les hizo una dotación de materiales, en 23 años. El resto es fruto de la gestión propia y de la ayuda internacional, para la que -dice- el Estado pone trabas.

“No pedimos que nos ayuden, pero al menos que no nos pongan obstáculos. Hay muchas leyes que nos impiden traer cosas. En 2016 tenía cuatro camionetas para incendios forestales desde España, pero como no cumplían la normativa porque eran vehículos muy viejos, se fueron a Ecuador. Las autoridades nunca entendieron que nosotros no comercializamos vehículos, son donaciones que no necesariamente son del año porque quienes donan no es porque las cosas no sirvan, sino porque las renuevan”, lamentó.

Castillo dice que con la ropa de bomberos pasa lo mismo. “Son tan engorrosas las leyes nacionales que no permiten meter las cosas de manera directa y las clasifican como herramientas en desuso, así que la Aduana decomisa todo lo que puede, no ayuda. Para la Aduana no existe eso de que es donación”, indicó.

Para lo operativo, UUBR pide un aporte semanal de Bs 5 por cada uno de los 90 voluntarios, para pagar luz, agua, internet, TV cable y una despensa para la alimentación del personal.

El espacio donde se encuentra el cuartel fue cedido de por vida y, como el 90% de los bomberos son dependientes de alguna empresa o universitarios, tienen seguro médico. El 10% restante está sujeto a la buena voluntad de centros médicos y empresas.

El carro bombero más grande de UUBR se compró pidiendo ayuda en los semáforos por diez meses, reunieron 50.000 dólares, el furgón fue donado por una organización y la cisterna fue comprada, pero deben 14.000 dólares.

Para Enrique Bruno Vega, fundador y comandante de Fundasol, son muchos los obstáculos con los que luchan los bomberos, pero cree que el énfasis debe ponerse en la prevención, ante la precariedad de las condiciones.

No hay una unidad de bomberos que pueda atender un edificio de más de cuatro pisos, y siguen haciéndose edificios, que además tienen instalaciones muy malas. Los supermercados no tienen duchas de seguridad contra incendios, los extintores son chinos de muy mala calidad y a los oficiales que controlan solo les interesa ver el extintor colgado. En grandes ciudades hay una unidad de bomberos por cada unidad de riesgo. Hay que dar la vuelta a todo esto, sobre todo porque los bomberos tenemos muchos problemas, como vehículos viejos, no tenemos trajes, los que usamos son antiguos, y encima el Municipio no hace respetar las normas, habría que hacer algo integral”, exhortó.

Fundasol sobrevive con ayuda de empresas y personas amigas. “Cainco vela por gran parte de nuestro trabajo con todo lo que es combustible, repuestos, nos sustenta por lo menos con 12 mil dólares mensuales. De lo público no recibimos nada, para ellos ni existimos”, aseguró Bruno.

Como Castillo, insistió en la escasez de los hidrantes, “nuestra dificultad más grande siempre es la falta de agua. No hay un estudio en la ciudad de seguridad contra incendios, y si lo hay, no lo conocemos. En el Parque Industrial hay un hidrante cada mil metros, y por lo menos debería existir cada 300”, recomendó el líder de 70 bomberos experimentados.

Roxney Borda, capitán de bomberos, y director de Gestión de Riesgo y Emergencia Municipal (DEM), tiene bajo su mando un equipo de 60 personas, entre médicos y bomberos, que trabajan no solo en incendios, sino también en rescates.

Coincide con sus colegas en que los hidrantes no están donde deberían, en los puntos más complejos, y en la cantidad necesaria. Además, dice que las cooperativas de agua deberían facilitarles juegos de llaves para los distintos tipos de hidrantes de la ciudad.

Borda menciona el caso vehicular como una gran dificultad a la hora de brindar auxilio, que se agrava con la falta de conciencia ciudadana.

En lo que va del año, el DEM sobrepasó las 3.000 operaciones, entre rescates, incendios y atenciones médicas. Actualmente, el equipo cubre hasta cinco emergencias por día en diferentes sectores de la ciudad

“Si hablamos de incendios, normalmente son de pastizales que se originan en la periferia de la ciudad, en la zona de Los Lotes, en colindancia con Palmasola, en Palmar Viruez, Plan 3.000 y DM-5, que colinda con Warnes”, explicó.

Borda sabe que toda esa zona tiene bastante vegetación seca, que la gente quema cuando incinera su basura o sus lotes baldíos. “Y si no se controla a tiempo, de una quema de pastizales se origina un incendio estructural, como pasó en el depósito de Yacimientos”, describió.