Opinión

En memoria de Eduardo Saavedra Bruno

18 de octubre de 2020, 5:00 AM
18 de octubre de 2020, 5:00 AM

Hoy me referiré a un querido primo que en pocos días más hubiera cumplido 71 años: el doctor Eduardo Saavedra Bruno. Hijo de Marcela Bruno Antelo y Luis Saavedra Suárez, vio la luz por primera vez el 24 de octubre de 1949.

Eduardo estudió en La Salle de La Paz y de Santa Cruz; a los 16 años realizó un intercambio con EEUU, finalizando allí el ciclo secundario. Luego se ganó una beca para medicina en la Universidad de Lovaina (Bélgica) y egresó de esa reconocida institución con notas brillantes. Su especialidad la hizo en Medicina Interna y la especialidad neumológica en centros hospitalarios germanos. Vivió en Brasil, Bolivia, EEUU, Bélgica y Alemania.

Entre 1976 y 1981 Eduardo trabajó junto al equipo de investigación del famoso profesor Wenzel en el Departamento de Medicina Transfusional, Cirugía Cardiaca y Vascular y en el Departamento de investigación quirúrgica de la Universidad alemana del Saarland, donde participó en la elaboración de varios trabajos científicos y en la publicación de un libro relacionado con la coagulación sanguínea. En 1982 retornó de Europa a Bolivia junto con su esposa, Marga Lux y sus siete hijos.

Durante los años 80 Eduardo ejerció en la Caja Petrolera de SC, así como en su consultorio privado. En 1989 fundó junto con su esposa la “Asociación Tupambaé”. Posteriormente, con la ayuda de varios amigos profesionales, edificó el Centro Infantil “La Hormiguita”, donde se brindaba albergue, educación, salud y atención social a más de 200 niños cruceños huérfanos o menesterosos.

También trabajó junto al padre Alfredo en las Aldeas SOS. En los años 90 fue jefe de terapia intensiva en el Hospital Japonés, luego jefe del departamento de medicina interna y finalmente ocupó la presidencia de dicha entidad por dos años. Lo hizo “ad honorem”, sin cobrar ningún sueldo.

A mediados de los años 90 fue Concejal por el MIR. En 1995 decidió retornar a Alemania. Trabajó como médico internista en su consultorio privado de Stuttgart. Según el censo del Colegio Médico de aquella ciudad industrial, dicho consultorio fue uno de los más exitosos. Hasta el fin de sus días Eduardo mantuvo el centro La Hormiguita, colaborado por otras personalidades solidarias.

Hoy sus hijos sostienen con aportes propios ese centro de caridad. Amante de los viajes y con espíritu de aventurero, Eduardo recorrió prácticamente todo el globo terráqueo junto con su familia. Cuando podía lo hacía por tierra, le gustaba tener contacto directo con la gente y su cultura.

Amante de la música, tocaba guitarra y componía. Donó un valioso piano Steinway a la Asociación Pro-Arte y Cultura (APAC) de Santa Cruz de la Sierra; estaba convencido de que la música debería ser compañera permanente del ser humano. Hablaba fluidamente castellano, inglés, francés, alemán, portugués y algo de italiano. Además de ser eximio médico, Eduardo se interesaba también por otras ramas del saber. De carácter inquieto y directo, era una plomada; con Eduardo no habían medias tintas; era blanco o negro, correcto o incorrecto. 

Nunca dejó de ocuparse de la Asociación Tupambaé y siempre quiso ayudar al más necesitado. Uno de sus sueños fue el armar un hospital rural de calidad en zonas pobres. Por ese motivo donó abundante material hospitalario que trajo del exterior.

Lamentablemente no pudo realizar dicho sueño. Eduardo falleció de cáncer terminal el 18 de octubre de 2018 en Santiago de Chile. Desde todo el planeta -donde se encontraban dispersos y en un lindo gesto filial-, sus 7 hijos se trasladaron allí para acompañar al padre en el momento final. Sus restos luego fueron trasladados a Santa Cruz de la Sierra. La memoria de Eduardo estará siempre presente entre familiares, amigos y entre aquellos a los que ayudó desinteresadamente.

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