Las internas cumplían su encierro en la carceleta de Montero, el centro de detención más hacinado que hay en el país. El nuevo lugar tiene capacidad para más de un centenar de detenidas; por ahora hay 35 reclusas

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Ellas respiran aliviadas al ver su nuevo espacio. Tienen diferentes edades, estaturas, colores de piel y de cabello. Están tomadas de la mano, de dos en dos, en una misma fila. Parecen parte de una guardería que abrió las puertas de sus salones para salir a jugar, pero en realidad son 35 privadas de libertad, todas mujeres, que desde ayer se convirtieron en parte del complejo penitenciario Centro de Rehabilitación Productiva Montero (Cerprom).

Todas las reclusas fueron llevadas temprano desde la carceleta de Montero, que está ‘incrustada’ desde 1999 en el edificio de la Policía (ubicado a pocas cuadras de la plaza principal montereña), hasta las instalaciones del Cerprom, edificación carcelaria que está ubicada en el camino hacia la población de Okinawa.

Por primera vez desde que están detenidas, todas durmieron el martes sin compartir el colchón con dos o tres compañeras más, como ocurría en el penal donde habitaban en un ambiente de 32 metros cuadrados.

Ellas eran parte del centro de detención más hacinado del país y probablemente uno de los más repletos de esta parte del mundo. Estas internas, con detención preventiva y con sentencias condenatorias, formaban parte de los 461 reos que están en la carceleta montereña.

Dormíamos en el piso y sufrimos mucho”, dijo Rosario Menacho, una de las internas que estrenó los nuevos ambientes, que fueron acondicionados para las mujeres, gracias al esfuerzo de muchos como el director del penal, capitán Julio Ayala, la exministra María Elva Pinckert, el director de Régimen Penitenciario Marcos Dongo, la representante de Derechos Humanos Ángela Céspedes y otros voluntarios que colaboraron con materiales para hacer realidad la infraestructura que desde ayer entró en funcionamiento.

Nos enfermamos de todo, vivíamos hacinadas, era muy difícil nuestra situación”, comentó la interna Verónica Céspedes, recluida hace más de dos años en la carceleta y que solo atina a sonreír, cuando se da cuenta que de ahora en más tendrá su propia cama y la privacidad que una mujer requiere.

Desde el martes la cabo Elena Quispe es la encargada del pabellón, donde en poco más de 800 metros cuadrados estarán en principio 35 mujeres, pero que tiene capacidad para recibir más de un centenar de internas, una vez los jueces dicten allí su detención.