Opinión

¿Era previsible la victoria del MAS?

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21 de octubre de 2020, 5:00 AM
21 de octubre de 2020, 5:00 AM

Se han conocido los resultados preliminares de las elecciones del 18 de octubre a través de CiesMori y un conteo rápido preliminar de actas por la Fundación Jubileo que le otorgan una clara victoria al MAS.

El Tribunal Supremo Electoral hará conocer los datos oficiales en los próximos días, pero es poco probable que los resultados cambien.

Estos son consecuencia de varias causas. Para no ir muy atrás en el tiempo, partiremos de noviembre pasado, que es cuando la ciudadanía dio un mensaje a los políticos de reponer la democracia y acabar con el autoritarismo.

Ese heroico proceso quedó trunco y traicionado por la señora Áñez y sus amigos, que se hicieron cargo inmerecidamente del Gobierno transitorio demostrando una ineptitud pavorosa en su gestión, con vergonzantes niveles de corrupción y signos de autoritarismo que provocaron la renuncia de Morales Ayma y García Linera, no fueron capaces de obedecer el mandato del pueblo reponiendo la democracia en Bolivia, lo que generó desilusión e incertidumbre.

Por su lado Carlos Mesa promovió la estrategia del miedo advirtiendo que si no votaban por él, volvía el MAS, por lo cual convocó al voto útil asumiendo que los indecisos todos eran opositores al MAS, sin darse cuenta que este tipo de voto, que es altamente oportunista, favorece al primero, no al segundo.

Tampoco tomaron en cuenta el voto oculto, que es denominado voto vergüenza, por la sencilla razón de que se oculta la decisión del votante porque tiene vergüenza decir por quién va a votar; en nuestro caso, era obvio que ciertos sectores ciudadanos no querían expresar su apoyo abierto al MAS y preferían mimetizarse entre los indecisos y silenciosamente votar por Arce.

Se presionó majaderamente hasta el agotamiento para que se bajen todos los candidatos para favorecer al segundo; este pedido inmoral y antidemocrático cundió como la salida ideal para derrotar al MAS en varios ciudadanos que se convirtieron en sus portavoces sin mayor reflexión, pues el concentrar el voto en solo dos candidatos podía provocar un empate catastrófico y la posibilidad de tener un tercero que ayude a dirimir ese empate entre las dos primeras fuerzas.

Ninguno de los candidatos opositores al MAS tuvo una estrategia de copamiento de curules en el Parlamento, que es fundamental para la gobernabilidad, ellos se concentraron en una pugna suicida dejando libre de toda presión a Arce, que desarrolló su campaña con mucha comodidad y sin contendiente alguno.

En consecuencia, el MAS copó el voto ciudadano a nivel departamental y garantizó el control del Senado que ya le garantizaba mitad de gobierno. Baste recordar lo que le paso al Dr. Siles que tuvo que acortar su mandato por no tener el número suficiente de senadores a su favor o ver lo que ahora pasa con la señora Áñez que comparte su débil gestión con la señora Copa en un clima tenso y permanentemente conflictuado.

Mientras el MAS afirmaba su estructura en todo el país, los otros reducían sus espacios a roscas de amigos o cuando más a su región sin dotarse de un aparato nacional.

Los candidatos no buscaron el voto ciudadano con un programa que dé confianza sobre el futuro, se dieron a la tarea de desgastarse entre ellos, en beneficio de Arce.

Querer ganar así es imposible, el itinerario de la traición a las movilizaciones de octubre y noviembre del pasado año se consumó por quienes decían ser los conductores de esas gestas.

El resultado dado en las urnas no es sorprendente, es más bien un resultado natural de los yerros cometidos por los candidatos.

El señor Arce tiene ahora el gran desafío de diferenciarse de Morales Ayma, convertir al MAS en una organización democrática alejada de sus jefes autoritarios, de darse un perfil propio como presidente más técnico y académico, tomar con pinzas su relación con las FFAA y la Policía Nacional y rearmar las relaciones internacionales que dieron a Bolivia más sinsabores que satisfacciones, amén de enfrentar la emergente crisis económica que golpeara sin piedad a los bolivianos, si no se toman las previsiones necesarias.

Si repone en su Gobierno la diada amigo-enemigo y no se aleja de su cúpula corrupta será un presidente que pasará a la historia como uno más y no con la significación que podría adquirir, retomando el Estado de derecho.



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