Opinión

¿Es posible la política sin políticos?

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2 de marzo de 2020, 3:00 AM
2 de marzo de 2020, 3:00 AM

Javier Medrano - PERIODISTA

La respuesta es compleja y más en estos tiempos donde el ciudadano percibe que su voto pareciera no ser respetado. Que su participación en las elecciones no tiene sentido. Que no tiene una opción valiosa para elegir. Que debe votar por el menos peor. Por el más “potable” de los candidatos. Pero no por la mejor opción. Por alguien que realmente lo represente y que le dé un mínimo de certidumbre, de un futuro plausible, de una estabilidad, de un crecimiento y bienestar social posibles.


Existe una marcada debilidad histórica de nuestras normas democráticas. La polarización partidista ha sobrepasado las diferencias políticas y ha generado un conflicto existencial, racial y cultural en nuestra sociedad, absurdo. La politiquería y sus partidos, de todos los bandos, ha menoscabado los cimientos de la democracia y del voto ciudadano.



Y lo más peligroso es constatar que, para una gran mayoría de la gente, este rebajamiento de la democracia es casi imperceptible. La población no cae en que le están robando sus derechos a manos de un autócrata que llegó al poder mediante el voto popular.



Pareciera que vivimos adormecidos y nada hace sonar las alarmas entre la población de que nos están ultrajando la democracia. Que están horadando las instituciones en nuestras narices. Incluso aceptamos “ventas propagandísticas” de que las medidas de turno se hacen para “mejorar” la democracia y hacerla más inclusiva. Cuando en realidad están subvirtiendo la legalidad y la legitimidad de la independencia de poderes, base sustancial de una democracia solvente.



Está claro, entonces, que no basta que las instituciones por sí solas frenen a los autócratas de turno, sino que es necesaria la acción ciudadana para la defensa de los valores democráticos y de las propias normas y leyes.



No basta el temor o la indignación. Debemos aprender de otras sociedades para detectar las señales de alerta y tomar una acción proactiva como ciudadanos. Solo de esa manera evitaríamos entregarle la llave de la democracia a otro o al mismo autócrata en ciernes. Debemos entender que los políticos no suelen revelar la magnitud de su autoritarismo antes de encumbrarse en el poder.



En Latinoamérica, de acuerdo a un estudio, de los 15 presidentes electos entre 1990 y 2012, varios eran populistas (Alberto Fujimori, Hugo Chávez, Evo Morales, Lucio Gutiérrez, Daniel Ortega, Néstor Kischner y Rafael Correa, entre otros) y todos terminaron debilitando las instituciones democráticas. ¡Y todos, llegaron por el voto popular! No hay peor víctima, que el cómplice del victimario.



El retroceso, precisamente, comienza, en las urnas. Ahí radica el pecado original. Pero entonces, ¿quiénes son los llamados a ser los guardianes de la democracia, a desenmascarar a estos autócratas? ¿Acaso no son los partidos los llamados a evitar la “normalización” o respetabilidad pública a los autoritarios? Cuando los extremistas se postulan, ¿acaso los partidos no deberían conformar un frente para derrotarlos? Al parecer, no saben cómo, no están preparados, no les importa. Entonces el ciudadano se ve huérfano e indefenso y debe optar por el menos corrupto, por el menos malo, por el menos antidemocrático, por el menos mentiroso. Nunca por el mejor. ¡Nunca!



Entonces, amable lector, a la pregunta la respuesta. Sí es posible hacer política sin políticos. Debemos involucrarnos en el debate público. Fiscalizar. Elevar nuestro sentido de criticidad social, de rechazo público a los autoritarios y corruptos. Debemos fortalecer nuestras plataformas ciudadanas y velar todos los días por nuestra democracia.

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