10 de abril de 2023, 4:00 AM
10 de abril de 2023, 4:00 AM


El año 2016 fue políticamente exitoso para los antimasistas, no masistas y quienes consideraban que la alternancia en el poder es un aspecto básico de la democracia. El hecho de que el No le ganó al Sí en el referéndum provocó la ilusión de que era posible la unidad de la oposición política para derrotar electoralmente al MAS en el futuro. En 2019 el oficialismo viabilizó o generó las condiciones de un camino alterno para evadir la segunda vuelta electoral entre Evo Morales y Carlos Mesa -porque era muy probable que éste le gane a aquel- hasta desatar una crisis política; en 2020 la oposición –que se constituyó en oficialismo durante gobierno transitorio de Áñez- hizo lo necesario para que el MAS vuelva a ganar con mayoría absoluta. ¿Qué pasará en 2025?

Nadie sabe qué sucederá en el año del bicentenario, electoralmente hablando. Sin embargo, 2016, 2019 y 2020 dieron varias lecciones que los opositores no han tomado en serio para actuar inteligentemente en el presente, lo que podría ser el motivo suficiente para que cometan los mismos errores estratégicos y tácticos del pasado en el futuro. 

Uno de esos errores es la ilusión de que es posible la unidad política como alternativa partidaria-ideológica al MAS, como si todos los actores sociales, políticos, partidarios, cívicos, empresariales, gremiales y populares antimasistas y no masistas de los nueve departamentos compartan mínimamente una matriz ideológica, o en algún momento hayan dado pruebas de que alcanzaron el consenso y conformidad sobre un candidato a la presidencia.

La unidad implica una propiedad que, si se divide su esencia se destruye, es conformidad. La oposición política en Bolivia es ideológicamente variopinta y con diferentes capitanes. Las bases sociales (antimasistas y no masistas) tienen diferentes intereses y proyecciones sobre el Estado y el mercado. Su único terreno común es el estado de ánimo político determinado por el deseo que el MAS no siga gobernando.

No existe una esencia ideológica de alcance nacional y reconocimiento entre los representantes políticos regionales y centralistas antimasistas y no masistas que emergieron en la arena política-partidaria desde 2019.

Por tanto, la palabra unidad solamente reproduce una ilusión, un espejismo. No es práctica. Lo que sí puede ser viable y aplicable, es decir, que genere las condiciones de un camino alterno al MAS, es el acuerdo. Un convenio entre las partes ideológicamente variopintas y capitanes regionales, previa reflexión colectiva, hasta constituir una resolución que siente las bases, estrategias y tácticas focalizadas en 2025.

Por el otro lado, el MAS sí tiene, todavía, una esencia ideológica, y hasta no hace mucho tiempo existía conformidad entre sus bases para que los represente un capitán. No obstante, dicha esencia hoy está en alto riesgo porque como unidad (propiedad) partidaria ha empezado a resquebrajarse. Aunque el relato oficial quiera demostrar que la unidad azul prevalece, la división es cada día más evidente.

Por tanto, la oposición política debe actuar reconociendo las lecciones que dejaron los sucesos políticos de 2016, 2019 y 2020 si quiere llegar a un acuerdo y ganar electoralmente en 2025, no necesariamente basados en una esencia ideológica. Es un momento oportuno porque la unidad del partido oficialista está a un paso de terapia intensiva, o probablemente ya lo esté.