Opinión

¡Es viernes!

27 de noviembre de 2020, 5:00 AM
27 de noviembre de 2020, 5:00 AM

“¡Es viernes y el cuerpo lo sabe!”. Hace más de cuatro años que, todos los viernes, intento darle vueltas a este dicho popular y hacer referencia a la temática que mi columna aborda en este tan esperado día de la semana. Es muy difícil competir con todos los hilarantes memes y auspiciosos mensajes que dan la bienvenida al último día laborable, donde ya se palpita y se siente el jolgorio y la festividad del fin de semana y el tan anhelado descanso laboral.

El viernes es el quinto día de la semana, según el calendario gregoriano (siendo lunes, el primero); y sexto, para las culturas que consideran el domingo el primer día (sexta feira, dicen mis amigos brasileños). En Bolivia, y supongo que en casi todos los países, es un día de mucha alegría y alta expectativa por todo lo que puede ofrecernos el sábado y el domingo, que rompen la estresante rutina del trabajo, los estudios y las obligaciones. Esa rutina -impasible e imperturbable-, hagamos lo que hagamos, estará ahí, esperándonos sin piedad, todos los lunes.

Por lo general, es un día de mucho sabor, color y cierto relajo que cierra el acostumbrado y repetitivo ciclo semanal y nos brinda una pausa: un tiempo para estar con la familia, la pareja, los amigos, con uno mismo. Una posibilidad de hacer algo distinto. O de no hacer nada.

Confesar esto debe ser políticamente incorrecto. Pero, negarlo, me parece poco honesto. El viernes era, y supongo que sigue siendo, un día de juerga, jaleo y libertinaje. No sé si todavía se hace, pero hace décadas atrás, cuando “éramos felices e indocumentados”, salíamos con mis amigos (Piñatas) para comer algo, tomarnos unas copas, jugar cacho, reír, conversar, en lo que se denominaba “viernes de soltero”. He visto ahora muchos carteles, pintados sobre una tela verde-limón, que pregonan los “viernes de kjaras”, que es ese plato típico vallense a base de carne de cerdo, en medio de musicones y otras cosas peores.

El viernes es de joda. Y no sé bien por qué razón, a mí me toca publicar esta columna cuando el cuerpo sabe y se quiere salir de sus límites habituales y olvidarse del castrante y sesudo juicio que, en muchas ocasiones, censura y restringe sus carnales y desenfrenados apetitos.

Este viernes, que no se me ocurre nada mejor ni de mayor importancia, es un buen día para escribir sobre el propio viernes, y dejar que el lector se deje llevar por su cuerpo -que sin duda ya lo sabe-, y no quiere complicarse con lecturas aburridas.



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