Opinión

¿Estamos por el buen camino?

28 de agosto de 2020, 5:00 AM
28 de agosto de 2020, 5:00 AM

He descubierto que sacar la vista del país para observar otras realidades es una excelente medicina para recuperar ánimos y algo de esperanza, así sea al costo de aquello de mal de muchos, consuelo...

Comencemos por Argentina donde la exmandataria Cristina Fernández de Kircher, actualmente vicepresidenta, hace de las suyas contando para ello con el actual presidente, convertido en su fiel pelele. Cristina humilla cotidianamente a sus ciudadanos buscando impunidad. La señora tiene como ocho procesos por corrupción, uno de sus ex secretarios privados acaba de ser asesinado, ha logrado que se excarcele a su ex vicepresidente teniendo sentencia firme en uno de los tres juicios por corrupción que se le han iniciado, así como a uno de sus principales socios que estafó al Estado "sólo" más de mil millones de dólares al no transferir como agente de retención recursos por la venta de hidrocarburos.

Además, Cristina está impulsando un proyecto de reforma de la administración de justicia para ponerla a su disposición, que está a cargo de una comisión de la que uno de sus preeminentes miembros es su abogado defensor en los juicios de corrupción. No solo eso, ha desechado un recurso interpuesto en la justicia para evitar que trasladen a algunos jueces (que en alguna instancia de sus varios procesos sentenciaron en su contra) y está presionando para cambiar al fiscal general de forma tan grosera que su propio candidato a sucederlo declaró que no aceptaría el cargo.

Como el sumum de las acciones, ha decidido incorporar en la propuesta de reforma de la administración de justicia un delito de opinión, como es que un juez puede declarar que se siente presionado por algún medio o periodista para que se procese al medio o al periodista en cuestión en el ámbito penal.

Para colmo procede de esa forma sin que le importen para nada las reacciones de la ciudadanía que comienza a hastiarse con esta demostración de uso y abuso del poder.

En el norte, la campaña presidencial en EEUU se pone al rojo vivo por cuanto, entre otras razones, el candidato republicano, Donald Trump, se asemeja cada vez más a exmandatarios del sur del continente como los Morales, los Correa, los Chávez o en funciones como los Maduro, además de estar convirtiendo a su propio país en una "republica bananera".

Si los "trumpistas" que existen en el país leyeran con más cuidado las declaraciones que diariamente hacen Donald Trump o sus escribidores, se podría convenir en que Trump se asemeja a una figura decadente dispuesta a poner al Estado a su completo servicio.

Y ni qué decir si para completar el tratamiento para recuperar ánimo recalamos en, por ejemplo, Rusia, donde el arte de envenenar a opositores recupera vigencia, y retornan los tiempos en que los gobernantes obtenían votaciones por encima del 70 por ciento.

Así, no estamos tan mal en el país... Pero, no se puede asegurar que no lo estemos en el futuro, cuando, sobre todo, los intereses corporativos tratan de imponerse por sobre el ordenamiento legal a través de figuras a cual más extrañas, como el pedido de cierre de la Asamblea Legislativa, un ministro de Defensa que propone que las FFAA y la Policía se hagan cargo del manejo de las papeletas electorales en las elecciones del 18 de octubre, comités cívicos "apolíticos" que se alinean detrás de una candidatura, una comisión de defensa de derechos humanos de la ONU que ahora se pronuncia sobre los acontecimientos de octubre/noviembre del pasado año y lo hace en la línea establecida por los aliados del ex mandatario fugado, que pese a las contundentes acusaciones en su contra por diversos delitos, entre ellos, el de estupro, sigue gozando de la protección de los Fernández gauchos (la titiritera y su muñeco).

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