No todo es lo que parece en la obesidad. La grasa acumulada en el cuerpo puede ser determinante. Conozca los riesgos

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16 de julio de 2021, 10:47 AM
16 de julio de 2021, 10:47 AM

POR THE CONVERSATION

¿Se ha planteado alguna vez que, a pesar de entrar en una talla pequeña, puede padecer obesidad? ¿Tener esta enfermedad es lo mismo que tener exceso de peso?
La obesidad no siempre se correlaciona con un peso desmesurado. Es más, una persona con peso normal e, incluso, un individuo delgado, puede considerarse obeso.

Índice de Masa Corporal

En la década de los 90 del pasado siglo, la Organización Mundial de la Salud y un panel de expertos del Instituto Nacional de Salud norteamericano recomendaron el uso del Índice de Quetelet, también llamado Índice Masa Corporal (IMC), para definir diferentes niveles de obesidad.

Estos valores diagnósticos han perdurado con el paso del tiempo y, hasta ahora, se ha considerado al IMC como el método más universal para diagnosticar la obesidad. De Algunas básculas electrónicas modernas tienen la capacidad de calcularlo según el resultado obtenido de dividir el peso de un individuo entre el cuadrado de su estatura.

El valor obtenido da una idea de la superficie corporal del sujeto medida en kg/m². Así, se considera que una persona presenta peso bajo cuando el IMC es menor a 18.5, tiene un peso normal si este se sitúa entre 18.5-24.9. 

El sobrepeso se considera cuando está entre 25-29.9 y por encima de 30 hablaríamos de obesidad. El índice de masa corporal (IMC) o el índice Quetelet es un valor derivado de la masa (peso) y la altura de una persona.

 El IMC se define como la masa corporal dividida por el cuadrado de la altura del cuerpo. Sin embargo, el uso de este popular valor podría tener los días contados. Esto ha sucedido porque este medidor, denominado ahora “diagnóstico clásico de la obesidad”, presenta limitaciones de uso.

Por ejemplo, un sujeto musculado tras largas horas en el gimnasio puede presentar un valor alto de IMC y, sin embargo, no tener obesidad manifiesta.

Otro ejemplo se observa en mujeres gestantes, en personas que sufren retención de líquidos o en niños y adolescentes. También puede darse en sujetos de baja estatura, en individuos de edad avanzada e, incluso, entre las diferentes razas y etnias.

La grasa corporal, un valor clave

Tal vez debamos dejar claro qué se considera obesidad. Una enfermedad crónica caracterizada por un aumento de la masa grasa dentro de la composición corporal de un individuo.

Es decir, no se trata de evaluar el incremento del peso por encima de unos valores experimentalmente definidos, sino el contenido de masa grasa corporal.

Por término medio, se entiende que, en el sexo masculino, la proporción de masa grasa normal se sitúa entre el 12 % y 20 %, mientras que en las mujeres se localiza entre el 20 % y 30 %. Cuando estos valores superan el 25 % en los hombres y el 33 % en las mujeres, se considera que el individuo sufre obesidad.

La obesidad puede o no estar relacionada con un resultado elevado al subirse en una báscula. La cantidad alta de grasa corporal la que marca la diferencia. Este es el motivo por el que han adquirido gran interés otras mediciones antropométricas que facilitarán la labor diagnóstica. Por ejemplo, el conocimiento del perímetro de la cintura, el índice cintura-cadera y el índice cintura-estatura ayudan a determinar de manera muy acertada el nivel de riesgo.

Obesidad sin exceso

¿se podría considerar obesa a una persona con un peso normal? Como hemos visto, si atendiéramos solamente al IMC, no sería posible. Pero si tenemos en cuenta otras investigaciones que no evalúan solamente el peso, sino también cómo se reparte en el cuerpo, sí habría posibilidad. Es decir, habría que identificar qué parte es masa magra y cuál grasa.

Por tanto, cualquier persona, sea cual sea su peso (y, por extensión, su IMC), podría padecer obesidad cuando la grasa excede las cantidades citadas.

En la población existe un peligroso nivel de riesgo cardiometabólico escondido porque tendemos a pensar que, si nuestro peso es correcto, no debemos preocuparnos. Solo nos alarmamos cuando nos aprieta el famoso michelín.