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31 de julio de 2024, 4:00 AM
31 de julio de 2024, 4:00 AM

Marcelo Nuñez Araúz

Los actuales datos macroeconómicos no reflejan la crisis que vive diariamente la mayoría de los bolivianos (escasez de diésel, devaluación permanente del Boliviano, carencia de dólares, precios elevados de los productos importados), según los expertos para que un país ingrese a una fase recesiva, el crecimiento del Producto Interno Bruto tiene que ser menor, que la tasa de crecimiento de la población durante 3 trimestres consecutivos. 

Bolivia produce aproximadamente veinte millones de toneladas de alimentos, de los cuales 4,5 millones se destinan a la exportación, quedando 15,5 millones de toneladas para consumo del mercado interno. Tomando en cuenta los doce millones de habitantes que tiene el país, a cada boliviano le corresponde 1.292 kilogramos al año. Comparando con el promedio para países desarrollados, el consumo per capita se sitúa entre 900 -1.000 kilos anuales, por tanto, queda un remanente que bien puede ser aprovechado en los mercados internacionales.
Una de las fortalezas que tiene actualmente el país, son los precios bajos de la canasta familiar; hay que tomar en cuenta que los carburantes se encuentran subvencionados, la aplicación de esta medida permite la reducción significativa en los costos de producción, beneficiando a las familias con precios accesibles, esto explica porque la inflación todavía no se siente en los productos agropecuarios.

La subvención de los hidrocarburos le cuesta al país alrededor de 1,8 mil millones de dólares. Si utilizamos la lógica concluiremos que dicha subvención no puede durar indefinidamente, el precio que hay que pagar por los hidrocarburos importados merma sustancialmente las reservas internacionales, es una de las causas por la carencia de dólares en el mercado. 

Bolivia depende demasiado de las importaciones, sin contabilizar el contrabando en promedio se requieren aproximadamente 10 mil millones de dólares anualmente. Mientras que las exportaciones en promedio están en los 8,5 mil millones, de las cuales 5,5 M.M. corresponden a las denominadas exportaciones tradicionales, (gas, metales y minerales) y los restantes tres mil millones pertenecen a las exportaciones no tradicionales, donde la soya es la abanderada luego están, la castaña, madera, azúcar, etc.

Exportar o morir pareciera un ultimátum, si bien los países no quiebran igual que las empresas privadas; sin embargo, pueden ingresar en default, es decir al no contar con divisas suficientes para afrontar obligaciones crediticias con países y entes internacionales (deudas bilaterales y multilaterales), pierden credibilidad en el contexto internacional y no son sujetos de préstamos; Bolivia necesita con urgencia divisas.

Pensar en incrementar las exportaciones en cuanto a volúmenes de gas no es lo más apropiado, pues las reservas también han disminuido considerablemente, en cuanto a los metales y minerales, dependen mucho de la cotización en los mercados internacionales. Es tiempo de buscar formas de industrializar nuestros productos agropecuarios; en vez de exportar maní hay que buscar clientes en el exterior y ofertarles mantequilla de maní, de igual forma para el pimenton en polvo, uva deshidratada, piña en conserva, palmito, arándanos, mermeladas de frutillas, duraznos en conserva, mango deshidratado, maíz tostado en saché, choclo en conserva, condimentos, almidón de yuca, etc.

Actualmente se pueden encontrar varios productos producidos y empaquetados por empresas bolivianas, (vinos, quesos, yogurt, etc.) su oferta está destinada al mercado interno; se requiere una estrategia agresiva para ingresar a mercados externos. El estado tiene que apoyar con logística para acercar a los potenciales clientes; no es novedad que varios dignatarios de Estado viajan con empresarios y llevan productos nacionales para exhibirlos y degustar; Hay que aprovechar las oportunidades que se le presentan en diversos eventos a los cuales están invitados, es una excelente manera de presentar los productos bolivianos al mundo.


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