14 de septiembre de 2022, 4:00 AM
14 de septiembre de 2022, 4:00 AM


En Bolivia, como en la mayoría de los países, la dimensión de un negocio se establece según parámetros como la cantidad de trabajadores, los activos productivos y las ventas anuales; a partir de esta medición, las empresas se clasifican en grandes, medianas, pequeñas y micro. Aunque es artificial, esta división se usa comúnmente en la estadística, la investigación e incluso en la normativa.

La segmentación señalada simplifica el análisis, pero resulta limitativa en su aplicación real, especialmente en el caso de las llamadas medianas empresas, a las que incomprensiblemente se ha fundido con las pequeñas, creándose para ambas una sola categoría -las pymes-, generando distorsiones que invisibilizan o cuando menos relativizan su naturaleza y su importancia.

Son muy pocos los datos específicos disponibles para conocer la dimensión, alcance y aporte a la economía nacional de las medianas empresas, y mucho menos los estudios que nos permitan analizar su situación, desafíos y necesidades. De hecho, en el ámbito normativo, una Resolución del Ministerio de Economía Plural de 2009 considera como medianas a aquellas entidades de negocio que tengan entre 20 y 49 trabajadores; activos entre 1,5 y 6 millones de UFV y produzcan ventas anuales entre 3 y 12 millones de UFV. Esa misma norma determina que si la empresa supera cualquiera de estos criterios será considerada automáticamente en el siguiente nivel. Es decir que su condición puede depender de una sola contratación laboral o de un año con mayores ventas, aunque su naturaleza se mantenga sin cambios.
Esta situación de ambigüedad, que las coloca entre las grandes y las pequeñas (incluso se ha creado una categoría -las mipymes- que las une a las microempresas), no es solamente un problema de nomenclatura, sino que tiene consecuencias, por ejemplo, en la obtención de créditos, las facilidades de acceso a licitaciones, el apoyo a sus iniciativas productivas, entre otros.

En Argentina, desde 1956, existe la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, una institución que aglutina a 1.500 entidades nacionales y locales, cuyo objetivo es impulsar la movilidad hacia arriba de sus asociadas, entre las que están también las pequeñas. En Bolivia el enfoque estatal parece ser diferente, especialmente si consideramos, por ejemplo, que en 2017 se promulgó la Ley 947 de Micro y Pequeñas Empresas, con una visión más restrictiva, que entiende estas categorías como estáticas, ignorando que uno de los principios básicos del quehacer empresarial es precisamente la búsqueda del crecimiento constante.

Hay muchas diferencias entre las pequeñas y las medianas empresas. Estas últimas poseen una estructura patrimonial más sólida; tienden a trascender el modelo de negocio familiar; sus procesos productivos, recursos logísticos y composición gerencial son más complejos, modernos y eficientes; y en su gran generalidad operan en el ámbito de la formalidad.

Su aporte a la creación de empleo protegido, al pago de impuestos e incluso a las nuevas demandas de la sociedad como la equidad de género, la diversificación productiva y la responsabilidad social, es mucho más alto que las pequeñas, y en algunas variables es similar al de las grandes empresas. Adicionalmente su ciclo de vida es mayor y tienen mejor capacidad para exportar y proveer bienes y servicios a las grandes compañías y al propio Estado, y de fortalecer las redes de suministros global.

Pero también sus desafíos son mayores. El crecimiento y expansión de las medianas empresas precisa de inversiones más altas, que usualmente no consiguen en los planes gubernamentales de apoyo al sector, que opta por distribuir créditos pequeños. Además, sufren con mayor rigor los efectos del contrabando y la competencia desleal de la informalidad, y son altamente vulnerables a los incrementos salariales, a la presión tributaria y a las crisis económicas. Esto dificulta su conversión a empresas grandes, desanima la inversión y el crecimiento, y obstaculiza la expansión de los negocios.

Por regla general, el sistema económico en una sociedad en desarrollo, debe generar condiciones para que una pequeña empresa busque convertirse en mediana y esta tenga como objetivo transformarse en una grande; eso pasa por eliminar barreras, fortalecer competencias y promover valores que impulsen la competitividad y la excelencia.

Los nuevos desafíos de la economía y la sociedad, precisan también de una revisión de las clasificaciones que categorizan a los sectores productivos y que pueden acelerar o ralentizar su evolución. En este ámbito, sin disminuir el apoyo a los pequeños y microemprendimientos, nuestro país necesita que se construyan políticas que vigoricen y protejan a las medianas empresas, cuyo crecimiento y sostenibilidad es fundamental para la creación de empleo digno y el desarrollo.

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