Opinión

Fue rebelión, no golpe de Estado

29 de noviembre de 2020, 5:00 AM
29 de noviembre de 2020, 5:00 AM

Bolivia no vive un nuevo ciclo político con el ascenso al poder –gracias al voto popular- de Luis Arce y David Choquehuanca, sí vive un reacomodo político del MAS en el gobierno nacional. A pesar de que existen corrientes y contracorrientes en su interior -como indicador de que es una organización política-partidaria grande donde una diversidad de intereses individuales y colectivos están en constante disputa- su discurso de poder pretende conservar la hegemonía del sentido común instaurado por el proceso de cambio con el aditamento de la teoría del golpe de Estado para explicar la caída de Evo Morales. Una suerte de contrarrelato que pretende desmontar el relato de la rebelión ciudadana del 2019.

Los relatos buscan darle sentido al pasado, explicar el presente e imaginar el futuro. Todo proyecto político debe construir un relato de poder que recurra al mito, memoria y mimesis. El relato sirve para que nos expliquemos el mundo, además de la forma en cómo queremos que éste sea. Ayuda a considerar con mayor ahínco lo posible en el campo político porque refleja los valores culturales de un espacio-tiempo.

Thomas Jefferson escribió: “una pequeña rebelión, de vez en cuando, es una cosa buena, y es tan necesaria en el mundo político como las tormentas lo son en lo físico… Es una medicina necesaria para que la salud del gobierno sea sólida”. La rebelión ciudadana del 2019, que tuvo como epicentro la ciudad capital de Santa Cruz, fue síntoma de un malestar social contra la clase política gobernante. Un caldo de cultivo (tormenta) para constituir un nuevo ciclo político con el relato que demandó el respeto a la institucionalidad democrática (medicina) en Bolivia.

Ahora bien, por un lado, el golpe de Estado como contrarrelato del MAS busca conservarse como sentido común de época y destruir el relato de la rebelión y, por otro lado, los actores políticos del campo opositor, quienes padecen de una fragmentación congénita, no supieron recoger el mensaje político de la ciudadanía movilizada en el 2019 porque cayeron en la lógica electoral-caudillista, muy tradicional en la cultura política boliviana que solo reproduce intereses y gustos de grupos de poder y facciones políticas.

El MAS como proyecto político tiene toda la legitimidad para direccionar el proceso político boliviano de acuerdo a su concepción política y base ideológica. Si bien el voto popular le otorga la delegación para ello, no necesariamente quiere decir que su hegemonía discursiva sea la única con razones políticas. El mensaje (razón) de la rebelión ciudadana fue básicamente un movimiento con el relato darle sentido al pasado, explicar el presente e imaginar el futuro: transformación de la forma de pensar y hacer política en Bolivia. Por esto, no se la debe confundir o mezclar con los actores políticos que fracasaron en las elecciones nacionales pasadas, y con los abusos y corrupción del gobierno interino de Jeanine Añez.

La rebelión se ha constituido en una suerte de contrapoder moral que tiene su propio mensaje que hasta hoy en día no ha sido comprendido en su totalidad, de hecho, un contrarrelato pretende enviarlo al basurero del olvido, pero como las tormentas siempre serán necesarias su relato seguirá vigente.

 



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