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26 de agosto de 2024, 4:00 AM
26 de agosto de 2024, 4:00 AM

Claudia Vaca

"La lengua de los pájaros" de Gigia Talarico es un poemario que despliega una compleja red de imágenes y abarca una amplia gama de experiencias humanas, desde la memoria y el amor hasta el dolor y la introspección. Con una dedicación que refleja una profunda conexión con la muerte, el olvido y la condición vulnerable de la existencia cotidiana, Talarico nos invita a explorar un mundo íntimo y, a la vez, universal.

El epígrafe de Artephius, un alquimista medieval, establece desde el principio el tono cabalístico y misterioso del libro. La alusión al arte cabalístico sugiere que el significado profundo de los poemas puede no ser evidente de inmediato, requiriendo una lectura cuidadosa y contemplativa para desentrañar sus secretos, o lo evidente que esconde el secreto y solo un lector atento se atreverá a mirarlos, porque espejará su propio ser.

La colección abre con "Furtiva luz", un poema que introduce el tema de la memoria como un hogar efímero y mutable, como el lugar donde el olvido está presente, un ejercicio hermenéutico que permite la autopoiesis de la que Maturana y Varela nos han escrito sendos libros, o la misma poética de Aristóteles acercándonos a esa capacidad de mirar el día a día, los diversos procesos y oficios de comunicación humana, como actos de poiesis, o el mismo Ricoeur que nos invita en su hermenéutica del silencio y el olvido, a dejar espacios vacíos, como la misma poesía japonesa, que invita al constante decir guardando para que el interlocutor encuentre sus propias palabras, hay una inmensa humildad en este estilo de poesía que nos regala Gigia Talarico.

 Esta sensación de transitoriedad, silencios y búsqueda permea su obra, con Talarico usando metáforas de cenizas y espacios para expresar un anhelo constante de pertenencia y sentido, desde la experimentación del desarraigo, la búsqueda de un lugar en el mundo, la migración desde su propio ser, el hecho de sentirse parte y partirse con los distintos lugares habitados y deshabitados, la propia memoria fragmentada y restaurada miles de veces, a partir de los sentidos dispersos en el sitio donde renace las veces que sea necesario para resistir a las crisis universales que el ser humano en la humanidad de la poeta Gigia, ha experimentado, los dolores de la migración, las condiciones vulnerables en las que esa errancia nos somete, y a las que hacemos frente, con arte y silencios.

Los poemas "Rayuela" y "Prisión" son ejemplos del modo en que Gigia Talarico explora la inevitabilidad de la pérdida en dichos tránsitos. En "Rayuela", las líneas y garabatos representan los caminos inciertos de la existencia, mientras que "Prisión" captura la melancolía de estar atrapado en una rutina diaria, observando el paso del tiempo desde la distancia.

El poema "Auxilio" toca un tema más oscuro, el de la desesperación silenciosa. Aquí, Talarico maneja con destreza la imagen del fuego y el silencio, creando una sensación de angustia y aislamiento que resuena profundamente. Así leemos:

“…ningún ojo

penetra el fuego

que la ahoga

     ni el auxilio mudo

que clama su cuerpo

tremulante

solo el silencio

le devuelve

esa palabra

      que emite sin sonido

y que la quema

En "Frenesí", la autora utiliza imágenes de noviembre y la naturaleza para transmitir una intensidad casi abrumadora de sensaciones. El poema es un torbellino de estímulos sensoriales, donde la luz, los sonidos y los olores se combinan para crear una experiencia vívida y casi táctil.

"Miedo II" y "Distancia" exploran el tema del temor y la alienación. La metáfora del río en "Miedo II" sugiere un flujo imparable de miedo que inunda la vida del hablante lírico, mientras que "Distancia" reflexiona sobre la separación y la pérdida de la energía vital que una vez movía el horizonte. "Voyeur" y "Presagio" introducen una nota de observación y anticipación. En "Voyeur", el hablante lírico observa a otro ser en un estado de colapso, mientras que en "Presagio", el mismo hablante lírico espera el cumplimiento de un futuro prometido, atrapado en una larga espera llena de campanarios solitarios. Los poemas "Testigo II" y "Gomorra 2020" reflejan un sentimiento de testimonio y decadencia. "Testigo II" utiliza la imagen de un gato y un niño para explorar la curiosidad y el misterio de la creación, mientras que "Gomorra 2020" pinta un cuadro de desolación y pérdida en una civilización moderna que se ha convertido en estatuas de sal, atrapadas en la nostalgia.

A lo largo del poemario, Talarico emplea una rica variedad de imágenes y metáforas, desde la naturaleza hasta lo urbano, desde lo cotidiano hasta lo místico. La estructura libre de los poemas, con sus espacios amplios y ritmos variables, refuerza la sensación de un viaje interior lleno de altibajos emocionales.

La pregunta sobre "dónde quedó esa fuerza moviendo el horizonte" evoca una pérdida de vitalidad o impulso que antes era más tangible. Es un cuestionamiento existencial que podría resonar con muchos lectores que, en algún momento, se han sentido desconectados de la energía que impulsa sus vidas hacia adelante. La fuerza que movía el horizonte, simbolizando sueños, metas y deseos, se ha debilitado, dejando una reflexión introspectiva sobre el significado y dirección de la vida.

El poemario tiene por título “La lengua de los pájaros”, expresando un impresionismo artístico, visual, de luz y oscuridad bailando entre las sombras, expresa el paso del tiempo en el cuerpo, el debilitamiento de los sentidos, así lo vemos en el verso: “… el fuego débil que percibo como ofrenda me entregará tu alma extinta dibujada en carbones”

Este poemario aborda la inexorabilidad del tiempo y su efecto sobre el cuerpo y los sentidos. El "fuego débil" puede interpretarse como la vitalidad disminuida o la chispa de la vida que se va apagando. El término "ofrenda" sugiere un sacrificio o un tributo, indicando una aceptación solemne del proceso natural de envejecimiento y muerte. El verso "…alma extinta dibujada en carbones" es una imagen poderosa que representa lo que queda después de que el fuego de la vida se ha apagado: una huella, una marca, un residuo que persiste en la memoria y en el mundo físico y místico. Esta imagen es tanto un recordatorio de la fragilidad humana como un homenaje a la perduración de la esencia de una persona, aunque transformada.

Los poemas de Talarico se entrelazan temáticamente al explorar el paso del tiempo y sus consecuencias en la vida humana. Mientras que el primero se enfoca en la pérdida de impulso y la búsqueda de significado en la trayectoria de los días, el segundo se centra en el debilitamiento físico y la inevitable marcha hacia la mortalidad. Juntos, crean una meditación sobre la temporalidad y finitud de la vida, dos temas universales que invitan al lector a reflexionar sobre su propia existencia y el legado que dejarán.

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