Opinión

¡Hasta siempre, mi casi pariente!

22 de enero de 2021, 5:00 AM
22 de enero de 2021, 5:00 AM

Si EL DEBER me lo permite, quisiera referir que Osvaldo Peredo Leigue (en adelante el ‘Chato’) me consideraba “su casi pariente”, incluso me dedicó en tales términos un ejemplar de su libro Camino a casa, y esto en razón a que él era primo hermano y yo sobrino de Guillermo (Pibe) Tineo Leigue, de enorme influencia en la formación política de sus hermanos mayores: Antonio, Inti y Coco. Pero este parentesco colateral no significa que hubiéramos mantenido una amistad estrecha, porque de no haber sido por la mediación de mi amigo el escritor Rómulo (Chomo) Jiménez, con seguridad que me hubiera perdido la oportunidad de conocerlo personalmente.

Por supuesto que su fama no me era desconocida desde cuando asumió a los 27 años de edad, el delicado papel de comandante de la guerrilla de Teoponte, que se extendió por aproximadamente cien días (del 15/7 al 30/10/1970) y que concluyó, como es bien sabido, con el genocidio de casi toda la juventud idealista que emprendió la lucha armada como único medio de fundar la utopía socialista en nuestro país.

Después sobrevino el golpe de Estado del general Banzer, que se esmeró en barrer con todos los revoltosos para que nunca más se reproduzcan experimentos comunistas, y a tanto llegó su obsesión conspiranoica, que mandaba detener con sus agentes de inteligencia a cuanto chompa roja circulaba por las calles y los hacía conducir para sacudirlos en las casas de represión y tortura que entonces había en todo el país. De la redada no se salvó ni el cuento infantil de la Caperucita Roja.

Finalizada la guerrilla no faltaron voces que lo responsabilizaron de su fracaso, pero no es menos cierto que también se adujo en su descargo, como causa de dicho fracaso, el retiro del apoyo logístico que en principio brindó Fidel Castro, no obstante que en Cuba se llevó a cabo parte del entrenamiento militar. Pero lo más duro fue recibir la condena por parte de algunos familiares de los guerrilleros que lo inculparon de la muerte, cuando estos fueron asesinados por los soldados a mansalva y sobre seguro, porque la consigna a obedecer era terminante y decía que “ni heridos, ni prisioneros, solo cadáveres”.

Pero no es de extrañarse porque ni el mítico Che Guevara estuvo exento de las críticas tendenciosas que hasta se llegó a decir que fue un completo fiasco como estratega militar, siendo sus más tremendos errores focalizar la guerrilla en Vallegrande y haberla fraccionado en dos columnas que no volvieron a integrarse. Así sucede en las derrotas, puesto que el mismo Napoleón –que tuvo su Waterloo en 1815- lo confirmó al decir que “la victoria tiene muchos padres, mientras que la derrota es huérfana”. Ahora que el Chato ha muerto, falta conocer el juicio de la historia que es más ecuánime que el de los hombres a los que ciega la pasión política.

Dentro de las contadas conversaciones telefónicas que tuvimos hubo una en la que me confió la primicia (creo yo) de que se hallaba preparando un ensayo historiográfico sobre la vida, la lucha y el magnicidio de Andrés Ibáñez, en el que trataría, con abundante prueba documental, de desmontar la versión acuñada por la oligarquía cruceña, incluso me preguntó si yo tenía algún dato de interés para proporcionarle y lo único que pude hacer, fue hacerle llegar a través de su hija Selma, un libro de un escritor cruceño por si de algo pudiera servirle.

Al parecer no le alcanzó el tiempo para dar cima a su proyecto, de haberlo terminado, hubiera promovido una gran debate porque sustentaba la hipótesis de que el movimiento armado del caudillo igualitario tendía a la creación de un foco revolucionario que debía irradiarse a todo el país, y no a la canonización del federalismo, que para el Chato era un sistema de gobierno que prometía acentuar la desigualdad social y entre regiones.

Y la prueba más concluyente de su inviabilidad era que la propuesta continuaba congelada hasta el día de hoy en que casi todos los candidatos a gobernador la han vuelto a desempolvar, con fines electoralistas y a falta de otras propuestas innovadoras, agregamos nosotros. ¡Hasta siempre, mi casi pariente!.

Tags