17 de junio de 2022, 4:00 AM
17 de junio de 2022, 4:00 AM

Que Jeanine Áñez Chávez, beniana, blanca, además de simpática, hubiera asumido el mando de la nación, en noviembre de 2019, ocupando el sitio que abandonó cobardemente Evo Morales, ha de haber producido un dolor inmenso entre el masismo mestizo e indígena que no pudo soportar dicha afrenta. Que una camba se posesionara en la silla presidencial (que Morales la cambió por los asientos en los aviones y helicópteros) fue el colmo del atrevimiento. ¿Cómo una camba iba a destronar al rey aimara, al nuevo Inca, que estaba empeñado en reconstruir un imperio colla enemigo de los criollos herederos de España? ¿No era suficiente motivo para que le provocara ansiedad de venganza?

El mismo Evo Morales ha declarado en los últimos días, que luego de producido el triunfo electoral de Arce Catacora, se reunió un círculo oscuro e íntimo del MAS, seguramente con aroma a coca, ignorante de todo conocimiento legal y judicial; y decidió que a la atrevida señora Añez había que sentarle la mano, en el fondo que debía ser la ofrenda a sacrificar a la Pachamama. Que se debería efectuar una acción política ejemplarizadora, algo que se plasmara para siempre en la visión de los blancoides que osaran nuevamente arrebatarle el poder al Kollasuyu. ¿Alguien duda que en el juicio que ha sentenciado a diez años de cárcel a Jeanine Añez, no existe un componente racista? Han sentenciado, también injustamente, a los militares que estaban en el Alto Mando, pero eso ha sido para armar la farsa del golpe militar, nada más.

Desde el momento en que se la secuestró, estando ella en su casa de Trinidad, ya se había armado una acusación inventada del cuartelazo, que era necesario develar para dar la vuelta la tortilla y convencer a los bolivianos (y extranjeros) que en las elecciones del 2019 no había existido fraude, sino un golpe de Estado criminal. El invento del golpe, apareció recién cuando la candidatura de Arce Catacora caminaba segura. Fue un brulote sacado de los pelos para salvarle el culo a Evo Morales, disimular su fuga, su abandono del poder, y sobre todo, echarle tierra al fraude electoral, por entonces ampliamente confirmado y aceptado por todos.

No vamos a entrar a la discusión estúpida que plantea el MAS sobre la sucesión presidencial. Ese ha sido el bocado podrido que han digerido los ratoniles ministros, fiscales, procuradores y jueces, que llevaron adelante el juicio. Lo único cierto es que la señora Áñez era segunda vicepresidente del Senado y ante la renuncia de quienes jerárquicamente estaban por encima de su persona, ella asumió lo que la Constitución le asignaba. Lo demás son cuentos chinos que el MAS repite, discute, miente, falsifica, y que ha sido la base del infame juicio ordinario que acaba de sentenciarla, cuando le correspondía un juicio de responsabilidades. Ha sido una acusación cínica y canalla, que, como todo en la vida, tendrán que pagar quienes armaron la tramoya. Que no se sientan victoriosos aquellos masistas involucrados, porque más les vale leer la historia de Bolivia.

¿Le habrían hecho algo así a una “bartolina” de pollera que se hubiera apoltronado en la silla del Palacio? ¡Nunca! Es que el MAS, bajo la prédica de Morales y de sus secuaces, ha sembrado odio en Bolivia. Ha dividido al país en dos partes: entre pachamamistas y cristianos. Nada que ver con ideología ni religión. Es una división ficticia, hecha a su gusto, porque cuando se trata de política se pronuncian por las ceremonias religiosas de Choquehuanca, quemando fetos de llamas, echándole alcohol a la Pachamama, y postrándose ante la inventada wiphala, pero cuando se trata de bailar, follar, y beber hasta caerse al suelo, se acuerdan del Jesús del Gran Poder, de la Virgen del Socavón y de la Virgen de Urkupiña. ¡Procacidad pura!

Lo de Jeanine Áñez ha sido algo muy distinto. Es criolla y católica. Tiene todas las de perder. Es la antítesis del hombre o de la mujer ideal en el Estado Plurinacional, cuando hay que ser cholo y pagano. La prueba del encono contra la ex presidente es que el circulo oscuro masista que ha denunciado ingenuamente (o con mala intención) Evo Morales, ya ha optado por continuar con los juicios ordinarios contra Añez, manifestando que diez años son muy poca sentencia, y que ahora hay que acusarla por las muertes en Senkata y Sacaba, para que esté encerrada por lo menos 30. Sin duda, se les ha abierto el apetito de carceleros.

Mi criterio es que en Bolivia algunos todavía no nos hemos dado cuenta de donde apunta el juicio contra Jeanine Áñez. Los cruceños y los benianos no hemos hecho lo necesario para protestar en defensa de esta valiente mujer que el destino llevó a la Presidencia y que ahora la quieren procesar por genocidio. ¿Sabrán lo que es genocidio? No seamos ingenuos de seguir discutiendo y mirando papeles por si hubo fraude o no, porque eso es una fábula. El MAS ya se ha encargado de hacer su trabajo sucio y no va a dar pie atrás si no es a la fuerza. Jeanine Añez llegó al poder con todas las de la ley, con coraje y en cumplimiento de la Constitución. Eso lo saben los masistas y tantos otros que asistieron a las reuniones previas a su posesión en La Paz, de lo que guardan vergonzoso silencio por miedo a Morales. Toda una pena.

*  Manfredo Kempff Suárez, escritor 

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