Desde el miércoles se exhibe una veintena de sus obras y objetos personales del pintor lituano en la Casa Melchor Pinto

14 de julio de 2022, 8:21 AM
14 de julio de 2022, 8:21 AM

Por primera vez el público cruceño tendrá la oportunidad de apreciar de cerca más de una veintena de dibujos, pinturas y algunos objetos personales del artista lituano Juan Rimsa (1903-1978), que fue una figura clave en la historia de la pintura boliviana del siglo XX.

Pese a que vivió poco tiempo en el país dejó importantes creaciones y sobre todo destacó como maestro de otros maestros de las artes plásticas nacionales, como Gil Imaná, Graciela Rodo Boulanger, María Esther Ballivían. Antonio y Raúl Mariaca, entre otros artistas en los que influyó y que siempre lo recordarán con cariño.

La muestra que se inauguró el miércoles forma parte del ciclo Arte en la Casa de la Casa Melchor Pinto Parada y está instalada en el salón Negro Romero de este espacio cultural.

La curaduría de la exposición estuvo a cargo de Alfredo Mariaca Bañez y se ha podido reunir 11 dibujos y 10 pinturas al óleo del artista, además de objetos personales como una mesa de pintura, una paleta, un maletín de dibujo, algunas cartas y algunas fotografías de él.

“Hizo sus obras más importantes en Bolivia. Él vivió alrededor de 10 años en el país, en dos periodos. Hizo muchos retratos, algunos paisajes. Le gustaba mucho todo el tema indígena y los retrató en sus fiestas y los lugares desde una perspectiva distinta. Fue un maestro en el manejo del color y de la luz, aspectos que resaltan en sus obras”, explica Mariaca.

Rimsa llegó al país en 1936, desde Argentina, donde se había radicado, luego de pasar algunos años en Brasil a su llegada de Europa a mediados de los años 20, Posteriormente regresaría en 1943 invitado por el Ateneo de Bellas Artes de Sucre para hacerse cargo de la Escuela de Pintura. Sin embargo, por divergencias con el directorio de la institución decide formar su propia escuela de Bellas Artes. En 1946 decide irse a La Paz, donde instaló su propio taller, al que acudieron muchas de las que luego fueron figuras de la pintura nacional.

“Era de carácter afable, paciente y sobre todo era muy generoso; no escatimaba en darle lo mejor de lo que él sabía a sus alumnos y pese a que era un pintor con escasos recursos económicos, les costeaba los materiales a sus alumnos. Era una persona muy generosa y muy querida por sus alumnos, como el mismo Gil Imaná lo menciona en una entrevista”, comenta Mariaca.