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31 de diciembre de 2021, 4:00 AM
31 de diciembre de 2021, 4:00 AM

Max Weber fundador del Funcionalismo y de la Sociología moderna define así la acción social: “Por ‘acción’ debe entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La ‘acción social’, por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por esta en su desarrollo”.

De esta concepción Weberiana se infiere que la acción social está siempre referida a otro u otros sujetos, estos otros sujetos pueden variar en cantidad y calidad, puede estar referida a la pareja, la familia, la ‘frater’, la comparsa, el partido, la congregación religiosa o la Sociedad toda. Esto depende de muchas variables, del individuo y su visión del mundo, su lugar y función social, las costumbres, tradiciones, la cultura, etc. Así, no es lo mismo la acción social de un ciudadano indígena ayoreo, un comerciante informal migrante, un empresario, un cura o pastor de iglesia, de un periodista cuya información es un hecho de masas, o de un funcionario público que manipula recursos públicos, o sea de toda la Sociedad.

Salta a la vista que la importancia de la acción social varía en función de la cantidad de individuos a la que está referida, ahora bien, los individuos no siempre son conscientes de la relación social en la que están inmersos y ni siquiera de su acción social. En este sentido debemos preguntarnos si los hechos de corrupción en nuestra Alcaldía son hechos aislados o son una constante en el tiempo.

Si son hechos aislados no tendría que preocuparnos, en cambio, si son hechos que se producen y reproducen en el tiempo, consuetudinariamente, si han tomado un alto grado de “regularidad”, esas acciones sociales según Weber, pasan a ser convenciones, costumbres e incluso tradiciones sociales que han arraigado fuertemente en la Cultura Cruceña, y esto sí es grave, es como una enfermedad social crónica. Para Weber la acción social es siempre individual, aunque influyen en ella, grupos, estamentos y toda clase de asociaciones, que son las que en conjunto producen la Cultura de una región, sociedad o país.

El problema no es de orden jurídico, de orden administrativo o de ‘gerencia’, tampoco de orden individual, que se arregla metiendo a la cárcel a los corruptos. No, cuando la corrupción se vuelve una “regularidad social”, una cultura política-administrativa, el problema perfora todos los frenos y normas existentes, como el Código Penal, la Ley Safco, el Estatuto del Funcionario Público, la Ley de Municipalidades, entre otros, que prohíben expresamente la corrupción, produciendo un daño económico y social incalculable, se imaginan cuantas escuelas y hospitales se hubiesen construido, cuantos cursos de posgrado, maestrías y doctorados de especialidad – que tanta falta hacen - se hubiesen hecho con la plata que se han robado.

En este sentido, podríamos traer el sistema administrativo de Finlandia o Suecia que son los que mejor funcionan y la corrupción seguiría. Esto porque la acción social individual se produce en un ambiente cultural, y al producirse reproduce a la vez ese ambiente o atmósfera cultural, y este ambiente es permisivo, tolerante e incluso premia la corrupción, y no las ideas y la formación intelectual. Es por demás sabido que la corrupción pública está enraizada en el Estado central y sus instituciones, pero también en la Sociedad. Weber que fue el creador de la Burocracia moderna como sistema administrativo, que se estandarizó en EEUU y Occidente sabía que “la educación, la cultura y la formación intelectual son los mejores antídotos contra la corrupción y la mediocridad funcional”.

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