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2 de agosto de 2024, 7:32 AM
2 de agosto de 2024, 7:32 AM

En este 1 de agosto de 2024, mientras el país se paraliza por el paro de transportistas, es imperativo reflexionar sobre el desastroso rumbo que ha tomado Bolivia bajo el manto del socialismo. El Movimiento al Socialismo (MAS), en el poder durante décadas, ha demostrado que su ideología es una receta infalible para el empobrecimiento y la opresión.

La tan cacareada “soberanía energética” se ha revelado como una farsa monumental. Es vergonzoso que un país rico en recursos naturales como Bolivia no pueda siquiera abastecer de carburantes a su propia población. Las interminables filas en las gasolineras son un testimonio diario del fracaso de un gobierno que prometió abundancia y entregó escasez.

La “soberanía alimentaria” no ha corrido mejor suerte. Los mercados desabastecidos y los precios en alza contrastan crudamente con la retórica triunfalista del régimen. Mientras tanto, los agricultores luchan contra políticas que desalientan la producción y fomentan la dependencia de importaciones.

En cuanto a la “soberanía económica”, el colapso es evidente. Las reservas internacionales se han evaporado, el boliviano se devalúa y la fuga de capitales es imparable. La hostilidad hacia la inversión privada ha ahuyentado oportunidades de desarrollo, condenando a generaciones de bolivianos a la precariedad.

La lucha contra la corrupción, estandarte de campaña del MAS, se ha convertido en una broma de mal gusto. Los escándalos se suceden sin consecuencias, mientras los jerarcas del partido se enriquecen a costa del erario público. Es un sistema podrido hasta la médula.

El combate al narcotráfico, otra promesa incumplida, ha sido un fracaso estrepitoso. Bolivia se ha convertido en un paraíso para los carteles, con la complicidad apenas disimulada de funcionarios corruptos. El crecimiento del cultivo de coca ilegal es un secreto a voces que el gobierno se empeña en negar.

Este desastre se sostiene sobre un poder judicial servil, convertido en instrumento de persecución política. La independencia judicial es una quimera en un país donde los jueces bailan al son que les toca el ejecutivo. Los opositores son silenciados, encarcelados o exiliados, mientras los aliados del régimen gozan de impunidad total.

Los bloqueos de caminos, como el que actualmente paraliza el país, son el último recurso de un pueblo desesperado ante la sordera de sus gobernantes. Sin embargo, estos mismos bloqueos son utilizados cínicamente por el MAS para victimizarse y justificar su incompetencia.

El socialismo, una vez más, demuestra ser la fórmula perfecta para empobrecer naciones y enriquecer a una élite corrupta. La historia se repite con trágica precisión: promesas de igualdad que terminan en miseria generalizada, sueños de justicia social que desembocan en opresión sistemática.

Bolivia merece algo mejor. Merece libertad, prosperidad y un gobierno que respete el Estado de Derecho. El despertar del pueblo boliviano está en marcha. La unión de todos los sectores democráticos es la única salida frente a un régimen que ha traicionado las esperanzas de la Nación.

Ya basta de falacias socialistas. Ya basta de autoritarismo disfrazado de revolución. Ha llegado la hora de que Bolivia recobre su dignidad y su rumbo. El camino no será fácil, pero la determinación del pueblo boliviano es inquebrantable.

Que este paro sea el principio del fin para un sistema que ha sumido al país en la pobreza y la desesperanza. Que sea el primer paso hacia una Bolivia verdaderamente libre, próspera y justa. El futuro está en manos de cada boliviano que se atreva a decir “no más” al fracaso socialista.

¡Viva Bolivia libre! ¡Viva la democracia! El cambio está cerca, si el pueblo unido se levanta contra sus opresores. La historia juzgará duramente a quienes hundieron al País, pero recordará con honor a quienes tuvieron el coraje de enfrentarlos.

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