Opinión

La apatía en el proceso educativo

11 de diciembre de 2020, 5:00 AM
11 de diciembre de 2020, 5:00 AM

La actual crisis sanitaria causada por el nuevo coronavirus ha modificado y afectado muchos aspectos de nuestras vidas. Hemos tenido que cambiar desde la forma en que nos saludamos hasta la forma en que nos comunicamos e interactuamos en ámbitos familiares, sociales, laborales y educativos. 

Y es este último ámbito, el educativo, uno de los que más llama la atención, primeramente, por la capacidad de reinvención mostrada por la mayoría de los profesores y docentes de todos los niveles académicos, un proceso de reinvención y adaptación que no fue del todo sencillo para algunos, ya que son varios los ejemplos que podríamos citar de maestros que se han vuelto virales en las redes sociales mostrando frustración, miedo y tristeza a causa de dos factores esenciales, por un lado la barrera tecnológica y por otro la marcada apatía por parte de muchos estudiantes. Y es precisamente esta característica de indiferencia y desconexión por parte del alumnado una de las variables que más nos deberían preocupar y alarmar.

En este punto es donde se esperaría que nos preguntemos si quizás ¿el profesor no logró generar suficiente motivación extrínseca en los estudiantes? O si ¿los estudiantes no cuentan con suficiente motivación intrínseca y determinación para llevar a cabo su proceso educativo fuera de la supervisión constante del profesor en las aulas? Y ciertamente podría creerse que en algunas ocasiones la respuesta correcta sea la primera pregunta pero de forma afirmativa o en otras ocasiones sea la segunda pregunta de la misma forma. Sin embargo, esto significaría condenar procesos tan complejos como la adaptación, el aprendizaje y la motivación a dos respuestas demasiado básicas, por lo que tendríamos entonces que ampliar la visión y observar al sistema y no solo a sus integrantes.

Primeramente, la cuarentena, con la consiguiente separación física de los estudiantes de sus centros educativos, fue más que un detonante, un esclarecedor escenario de las diferentes falencias del modelo educativo actual.

Y cuando hablamos de modelo educativo no hacemos solo referencia al actual sistema educativo que aun carga con lastres de burocracia y límites metodológicos poco flexibles, sino que nos referimos también al conjunto de visiones y prácticas, familiares, escolares y sociales existentes tanto en la esfera institucional como cultural, donde se premia solamente la obtención de metas específicas que en muchas ocasiones distan de ser el objetivo real del individuo o los individuos en cuestión, afirmándose así que el contenido educativo brindado en aulas o las exigencias familiares referentes al proceso educativo, en muchas ocasiones carece de significado para sus principales receptores.

El punto anterior podría remarcarse con una sencilla comparación entre la determinación y motivación mostrada por los niños, adolescentes y jóvenes en las actividades extracurriculares elegidas por sí mismos frente a las actividades curriculares y normativas. 

Por lo que es importante dejar atrás el tiempo de la tabla rasa en la educación familiar y escolar, para comenzar a darnos cuenta que el ser humano no es un ente pasivo, sino un organismo activo el cual precisa ser parte de su aprendizaje para así poder dotarlo de un significado personal y generar a su vez esa motivación intrínseca tan necesaria en el proceso de formación académico.

¿Qué debería cambiarse?

Deberíamos comenzar por cambiar la visión desactualizada desde la que se continúa observando al estudiante como un recipiente vacío y deseante de la información brindada por el docente, cuando hoy en día hasta un simple movimiento de dedos en las pantallas de nuestros celulares nos pueden brindar más información de la que humanamente podría conocer un profesor. Moviendo así necesariamente la posición del maestro a un lugar más horizontal donde ya no sería ese experto adueñado del conocimiento, sino que pasaría a ser un facilitador del conocimiento, un canalizador a través del cual los estudiantes comiencen a discernir la información fiable de la poco fiable, pero aún más importante, que comiencen a generar criterio propio sobre este conocimiento ayudándolos así a ser parte de su proceso educativo individual.

Deberían flexibilizarse los procesos burocráticos que actualmente marcan los límites del trabajo de los educadores para poder buscar métodos y técnicas de enseñanza acordes al pensamiento de las nuevas generaciones, métodos de enseñanza vinculados a la tecnología y no en su contra, enfocados en las competencias individuales pero al mismo tiempo siendo objetivos al valorar la capacidad real de un maestro para individualizar un proceso educativo a 30 o más estudiantes por curso.

Recordemos que la educación es uno de los pilares fundamentales del ser humano influyendo de forma directa y decisiva no solo en su capacidad laboral sino también en su desarrollo cognitivo, en su salud física y mental, su desarrollo social y familiar, en la crianza de los hijos, en las relaciones de pareja, en fin, esta afecta la generalidad del ser humano, un ser humano que vive en la era de la digitalización y la información; sin embargo, se le sigue intentando encajar en antiguos moldes, los cuales generan un proceso de aprendizaje mayormente mecanicista dotado en ocasiones de poco significado para el estudiante.



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