Opinión

La casa de dulces

6 de noviembre de 2020, 5:00 AM
6 de noviembre de 2020, 5:00 AM

Hansel y Gretel, el famoso cuento de hadas alemán, narra la historia de una familia muy pobre en la que la madrastra convence al padre de abandonar a sus dos hijos en el bosque, por no tener con que alimentarlos.

Una vez extraviados, son atraídos por el canto de un pájaro blanco que los guía a una casa hecha de caramelos, chocolates y todo tipo de manjares. Lo que ellos no sabían es que todo era una trampa, ya que la anciana que habitaba el lugar era en realidad una malvada bruja que los encerró con el fin de engordarlos y meterlos al horno ardiente para luego comérselos.

Su ingenuidad, al creer que esas delicias eran gratuitas y producto de la generosidad de una extraña, es propia de su edad; pero inaceptable para los adultos. Sin embargo, la historia política reciente de nuestro continente demuestra que, desde la Patagonia argentina hasta las montañas de Alaska, la izquierda mantiene intacta su capacidad de embaucar al electorado con promesas de prosperidad que han fracasado siempre y en todo lugar.

El peronismo lleva haciendo eso en Argentina por casi 40 años con sus medidas estatistas, de fortalecimiento de los sindicatos, incremento excesivo del tamaño del estado y la creación de todo tipo de bonos. Con esto, lejos de generar riqueza, han sido los principales responsables de la “Paradoja Argentina”, triste condición de ser el único caso en la historia moderna en pasar de ser una nación rica a una pobre. 

No obstante, a finales del año pasado, volvieron a elegir a un gobierno de izquierda. Como es de suponer, el resultado es que hoy Argentina es uno de los países que peor ha manejado la crisis sanitaria y económica mundial, provocando un éxodo de personas en busca de nuevas oportunidades fuera de sus fronteras.

Asimismo, y gracias al gobierno socialista de Allende, Chile llegó al borde de un verdadero abismo económico. Sin embargo, luego de su derrocamiento y gracias a que se adoptó una economía de mercado donde se disminuyó el rol del gobierno en la economía, se otorgó seguridad jurídica, se fortaleció el derecho a la propiedad y se incrementó la libertad económica, Chile logró convertirse en la envidia de Latinoamérica alcanzando los niveles de ingreso per cápita e índices de desarrollo social más altos de la región. 

Obviamente, lo anterior, no fue suficiente para evitar que la izquierda creara un clima de convulsión social que derivó en la reciente aprobación vía referéndum de la modificación de su constitución, con el principal objetivo de cambiar las  bases del modelo económico que lo llevó al progreso económico que ostenta. Irónicamente, su principal argumento para ello fue la consabida desigualdad, desconociendo estudios serios que demuestran que el índice de Gini, que mide el grado de desigualdad en la distribución de los ingresos, ha disminuido en ese país durante los últimos 30 años.

El caso de nuestro país es patético, puesto que a pesar de haber tenido por catorce años un gobierno de izquierda que despilfarró recursos públicos, coartó la libertad de expresión, exprimió a la empresa privada, y persiguió opositores, estamos ad portas de que éste asuma nuevamente el gobierno.

Finalmente, aunque al momento de escribir estas líneas, esté aún pendiente de conocerse el resultado electoral en los EEUU, ya se observa la fuerza de la izquierda norteamericana representada por el partido Demócrata. Un partido que busca incrementar la regulación, los impuestos, el tamaño del estado y la intervención de éste en la economía.

Evidentemente, estos encantadores de serpientes son capaces de hipnotizar reiteradamente a personas adultas, no con golosinas, pero si con la falsas promesas de igualdad y prosperidad. Como la bruja del cuento, su método es el engaño y su objetivo terminar por comernos a todos.

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